Pintura de Rolo De Sedas |
En el marco de la
celebración en Panamá de la VII Cumbre de las Américas y de la Cumbre de los
Pueblos, en los próximos días, cuando el mundo del siglo XXI confronta a
naciones judeo cristianas y musulmanas, a nivel global, mientras opone a gobiernos
socialistas contra neoliberales, en nuestro hemisferio, manifestamos las
siguientes inquietudes y propuestas desde la perspectiva cultural.
1. Ausencia de una Mesa de Cultura
Señalamos con preocupación
la ausencia de una mesa de cultura en la Cumbre de Las Américas, como un vacío
grave, imperdonable, incluso si se intenta incluir, subsumida en la mesa de
educación. Interpretamos este bache como resultado de la propia visión de sí
mismo del Estado anfitrión, expresada en su plan quinquenal de gobierno, donde
sus políticas públicas manifiestan equivalente exclusión temática y disminución
sectorial en su agenda de gobierno.
Pero el mundo no se halla exclusivamente ante desafíos de
naturaleza económica, social o medioambiental. La creatividad, el conocimiento,
la diversidad, la belleza son presupuestos imprescindibles para el diálogo por
la paz y el progreso, pues están intrínsecamente relacionados con el desarrollo
humano y la libertad.
2. La
Cultura como 4º pilar del Desarrollo
El concepto de desarrollo sostenible y su articulación en tres
dimensiones fue desarrollado en la segunda mitad de los 1980s. Estas tres
dimensiones o pilares son: el crecimiento económico, la inclusión social y el
equilibrio medioambiental. La Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro
en 1992, afianzó estos tres pilares como el paradigma del desarrollo
sostenible. Desde entonces, investigadores e instituciones como la UNESCO y la
Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible piden que la cultura sea incluida
en este modelo de desarrollo, aseverando que la cultura al fin y al cabo moldea
lo que entendemos por desarrollo y determina la forma de actuar de las personas
en el mundo.
Esta nueva perspectiva apunta a la relación entre cultura y
desarrollo sostenible a través de un enfoque doble: desarrollando los sectores
culturales propios (patrimonio, creatividad, industrias culturales, arte,
turismo cultural) y abogando para que la cultura sea debidamente reconocida en
todas las políticas públicas, particularmente en aquellas relacionadas con
educación, economía, ciencia, comunicación, medio ambiente, cohesión social y cooperación
internacional.
El desarrollo humano
sólo puede ser efectivo y sostenible si asume una consideración explícita de la
cultura y sus componentes como la identidad, la memoria, la creatividad, la
diversidad, la solidaridad y el conocimiento.
3. Cultura
de Paz
Mientras la educación se
consolida como instrumento político del Estado, la libertad humana se
desarrolla a través de la cultura. Por su naturaleza la cultura es rebelde,
creativa e innovadora.
Contrariamente a la cultura
individualista y competitiva del neoliberalismo, que ha conducido al mundo a
más confrontación, colonialidad y guerra, una cultura de paz promueve la
diversidad, la solidaridad, la interculturalidad y la equidad participativa.
Incluso ha demostrado la
cultura ser eficaz como lenguaje sanador contra la violencia juvenil y otros
grupos de alto riesgo social, como también ser forjadora de civismo en ciudades
latinoamericanas flageladas por las maras o bandas.
El siglo XXI es el siglo de
la diversidad cultural. Todas las culturas forman parte de las riquezas del
mundo e interactúan para avanzar hacia una humanidad más solidaria, mediante la
reciprocidad, el respeto y la confianza mutuos.
Esto exige erradicar el
etnocentrismo, como una de las formas más frecuentes de discriminación, así
como a combatir cualquier presunción de supremacías raciales, de género,
religiosas, o culturales.
Tampoco puede haber
democracia sin contradicciones, diversidad ni oposición. La inclusión es la
clave. Si no lo logramos, generaremos violencia y guerra, una y otra vez,
inevitablemente. Por tanto, no podrá haber democracia para la paz a nivel
hemisférico ni global sin una inclusión ideológica en el diálogo entre Estados
amigos y adversarios, como tampoco la habrá a nivel nacional sin la
participación tolerante de gobierno y oposición; sin inclusión multiclasista, multipartidista,
multiétnica y de género; es decir, sin la
participación de todos los actores sociales, políticos y económicos en un nuevo
pacto social o gobernabilidad.
Una cultura de paz para el
desarrollo humano con libertad y equidad solo es viable si respeta los derechos
culturales de todos los pueblos, entre los que resaltamos el acceso a la
tecnología y a los medios de comunicación, la memoria histórica, el patrimonio
cultural y las identidades nacionales.
Exhortamos al Presidente de
la República de Panamá a promover
la idea de la cultura como cuarto pilar en el desarrollo, a través de las
siguientes acciones:
Añadir la perspectiva cultural a los planes nacionales de
desarrollo; establecer objetivos y acciones concretas relacionadas con la
cultura en áreas como educación, economía, ciencia, comunicación, medio ambiente,
cohesión social y cooperación internacional.
Sancionar, sin más dilación,
la Ley 128 de marzo de 2015, que reinstaura la asignatura de Historia de las
Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos de América en un acto de respeto
por la memoria histórica de Panamá y de su lucha generacional por la soberanía
nacional; asignar suficientes recursos para reabrir el Museo Antropológico Reyna
Torres de Arauz, como reconocimiento a la antigüedad precolombina y
multiculturalidad de la nación panameña; impulsar la educación integral en
nuestro país, con el fortalecimiento de las humanidades para beneficio del pensamiento
crítico de la nación y, finalmente, crear el anhelado Ministerio de Cultura
como manifestación de su compromiso con el desarrollo humano de los panameños
en el contexto innovador de una cultura de paz.
Coordinadores:
Ana Elena Porras, Ricardo Ríos y Eduardo Flores.
Movimiento Ciudadano
por la Identidad Panameña
Dado
en la República de Panamá el 5 de abril de 2015
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