martes, 9 de abril de 2013

ADIÓS A. GONZÁLEZ PALOMINO


La del pintor panameño Carlos Alberto Palomino deja un gran vacío en el arte nacional. Para nosotros fue el poeta social del lienzo. Sus cuadros, esculturas y murales registran la condición existencial del ser panameño. Fue un buen amigo, un extraordinario maestro y un gran pintor. Nada de lo que escribamos podría ni siquiera diseñar un boceto del perfil trascendente de un artista como lo fue Palomino. Por eso Mirada de Nuchu rinde homenaje a su memoria con estas palabras del poeta Dimas Lidio Pitty, uno de sus amigos de conversaciones míticas llenas de arte y poesía, escritas desde las lejanas tierras chiricanas. Adiós compañero de las artes. Y como dijo el poeta Li Po, juramos  “encontrarnos en el Río de Plata de los cielos”... algún día.

C.F.


ADIÓS A. GONZÁLEZ PALOMINO

Su orgullo mayor era provenir de El Chorrillo y de Santa Ana, de los patios comunales, de las entrañas del pueblo. Si hubiera sido músico, habría fusionado algarabías y silencios en frases y compases henchidos de gritos, pesares y lágrimas, como las viejas noches del Terraplén, de Plaza Amador, de los zaguanes y de las cantinas legendarias de sus barrios. Pero no era músico, sino pintor. Por eso combinaba líneas, colores, esencias, huellas y rostros, en flujo interminable de vida en ebullición, trabajo y desventura, mezclada con furias, anhelos y promesas de pueblo que no se resigna a la opresión y al infortunio y se yergue sobre sus pies, para que todos sepan que en esta tierra la gente ostenta coraje y dignidad, por más que todavía la historia y la suerte se empecinen en serle adversas.
Carlos Alberto Palomino,
descansa en paz viejo amigo. 

          Carlos Alberto González Palomino era carne y espíritu de pueblo. Los barrios de El Chorrillo y de Santa Ana lo hicieron y lo nutrieron de sus esencias, de su aire, de sus días. Luego la vida lo llevó a otras latitudes, del sur y del norte, del este y del oeste, donde encontró estímulos y alicientes, coronados por el amor de la mexicana Tota, con la cual tuvo dos hijos; pero sus raíces siempre permanecieron en Calle 14, en Malambo, en la playa, en El Granillo, en el parque de mítines, misas y campanas, en el Cine Hispano, en el Café Cocacola, en la Aurora, en la Trocadero, en La Concha, en la Nueva Ciudad de Verona, en Ambos Mundos, en El Cielo, en la Chalet, cantinas donde las penas y los sueños alternaban con musas, fantasmas, personajes literarios, altercados y blasfemias.

          En la década de 1960, Palomino comenzó a proyectar su arte más allá del barrio. En una exposición que organizaron los estudiantes del grupo Columna Cultural, en el paraninfo de la Universidad de Panamá, Palomino expuso un cuadro en que figuraba un billete de a dólar, genuino, y alguien, seguramente más interesado en el dinero que en la pintura, se llevó el dólar. Pero ese hecho no desanimó al artista. Palomino siguió pintando y su obra trascendió las apetencias y fronteras bajamente mercantiles y llegó a ser apreciada dentro y fuera de Panamá.

          Vinculado a las inquietudes sociales y patrióticas, el arte de Palomino se hizo combativo, hasta bordear la estridencia y el panfleto, en ciertos casos. Pero nunca perdió vigor, emoción, el empuje de la sangre palpitante, de la vida de los barrios. Muestras de esa fidelidad a sus orígenes, a la tierra y a las realidades de su gente, son sus murales patrióticos y sus cuadros evocadores, siempre llenos de motivos hondos, sugerentes, plenos de vitalidad y trascendencia.

          Alguna vez, en la cantina Nueva Brisas de Ancón, donde se dice que Demetrio Korsi escribió su recordado “Nocturno en gris”, con los poetas Ramón Oviero, José Bayard Lerma, José Antonio Córdova y quien pergeña estas líneas, por la época en que pintaba unas obras en el Centro Escolar Manuel Amador Guerrero, en la Avenida de los Poetas, Palomino expuso, delante de varias jarras de cerveza, las coordenadas de su arte. Quizás por la cerveza, o por la mezcla de ésta con los conceptos estéticos, llegamos a una conclusión taxativa y simple: lo que Palomino buscaba poner en sus obras no era arte, era vida. Y eso fue lo que logró en sus mejores momentos. Se puede comprobar aquí, en Perú, en Chile, en Europa, en México… en todas partes donde dejó sus huellas de santanero profundo y desvelado.

          Ahora, desde las faldas del Barú, le envío el abrazo postrero a quien supo, en todas las circunstancias, aun en las más adversas, ser humano, ser amigo, ser artista y ser hijo de su pueblo.

          Adiós, Palomo, seguimos en la línea.

Dimas Lidio Pitty
Potrerillos, 9 de abril de 2013


Para conocer al artista: http://www.carlospalomino.net/index.html

jueves, 4 de abril de 2013

Diablos Rojos y Cultura


Los diablos rojos, para el conocimiento de los no nacionales, constituyeron el medio de transporte de los panameños en la capital de Panamá por muchos años. Con el nuevo sistema del MetroBus los diablos rojos desaparecen, dejando atrás dos pasados: uno de amargura y desorden, y otro que tiene que ver con la identidad urbana de la ciudad. Estos carros fueron Arte Urbano en ruedas. Los pioneros del graffitti se forjaron en las latas blancas de estos buses. Queda en la memoria aquellas caras de familiares y artistas que adornaban la puerta trasera de la salida de emergencia; pinturas donde el imaginario social cotidiano de los panameños friccionaba con la violencia, la sensualidad, el amor filial; una lectura de la vida urbana.  Parece ahora contradictorio que algo que trajo dolor y angustia  a muchos panameños, también tenía algo que ver con su existencia desde la cultura.

Muchas personas del sector cultura han sugerido que algunos de estos carros no deberían convertirse en chatarra, si no en casas de arte rodantes, bibliotecas (bibliobuses), escuelas itinerantes de arte que podrían entrar en los barrios y llevar propuestas culturales de intervención comunitaria, porque todo lo malo puede florecer si se le añade la chispa adecuada, como dice la canción de Héroes del Silencio. En algún momento pasado escribimos que la Cárcel Modelo debió convertirse en un centro para hacer arte para los mismos chorrilleros; criticamos la destrucción de la antigua embajada de USA que bien pudo ser un museo de la nacionalidad o un espacio para los artistas. En Italia un antiguo manicomio fue transformado en casa para artistas; un matadero en España se convirtió en un observatorio para la promoción y estudio de la lectura; en Puebla, México, una vieja estación de tren es ahora un espacio para gestionar acciones culturales. ¿Por qué será que nosotros todo los desaparecemos y destruimos?  ¿Será que el  apetito capitalista por la destrucción  es más fuerte que la creatividad de los panameños?
C.F.


Las fotos son de María Pittí tomadas de: https://www.facebook.com/diabloarte.movimiento

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