sábado, 31 de diciembre de 2022

Leer, amar y madurar

Umberto Eco escribió en su libro La memoria vegetal, que “... hay que conseguir establecer relaciones de amor con los libros de nuestra vida”. Relaciones de amor que pueden ser de diversas formas. Jorge Luis Borges dijo que la lectura es una forma de felicidad. Puedo interpretar que esa forma de felicidad es, en la realidad, una relación de amor, porque el libro es un objeto que brinda placer como otras cosas en la vida; un placer que suele ser personal.

El libro, sobre todo, es una invención que establece una comunicación y, al mismo tiempo, una comunión con el mundo. Leemos el mundo por medio de los libros. Conservamos una imagen de la vida a través de la lectura. Releemos y deletreamos el mundo. Un mundo que muchas veces no comprendemos, sino es a través del arte, porque es el medio con la capacidad de entender la humanidad que hay en él. Sin embargo, la lectura nos ayuda a tener imaginación y a conservar la memoria, elementos necesarios para comprender esa relación.

Hay libros que se prestan a una amplia interrogación, hasta tal punto que cada relectura nos revela algo distinto, afirma Umberto Eco. Y añade: “Se trata de una relación de amor porque justo en el estado del enamoramiento los enamorados descubren, con alegría, que cada vez es como si fuera la primera”. He pensado, desde mi caso personal, desde luego, que esa relación tiene que ver con mi infancia y adolescencia. Para mí, los libros, la lectura, significaron mucho en mi vida y formaron la persona que soy hoy. No me refiero a una formación académica.

Lo siguiente es un pensamiento y una metáfora para explicar mi relación de amor con los libros. Cuando yo era un niño, iba a la escuela en pantalones cortos. No sé en qué momento los pantalones cortos pasaron a la historia, pero siento como si nos hubieran despojado de una especie de héroe mítico. Aprendí a leer en pantalones cortos. Hoy, dicen los especialistas, si no se aprende a leer y escribir bien a cierta edad, la suerte está echada. Creo que la lectura es una suerte de felicidad porque nos ayuda a madurar y a comprender el mundo.

Otra frase memorable de Borges a la que le reservo un profundo respeto es esta: “Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”. Debo confesar, con sincera pena, que he tratado de imitar al maestro Borges. Tal vez la vagancia o la indisciplina me han hecho escribir poco en los últimos años. Ni siquiera con los días nefastos de cautiverio escribí algo que valga la pena publicar, pero me he esforzado por leer y madurar con un criterio más exigente y con más amor por el conocimiento y la gente.

Este año que culmina en un par de horas también fue un año de lecturas y relecturas, es decir, un año de relaciones amorosas, más que de creación, aunque la creación también es un acto de amor. Me he propuesto para el siguiente año dejar de postergar los proyectos y las ideas de algunos libros. Siento una necesidad enorme de escribir. Si el destino me favorece, habré escrito algo que valga la pena convertir en un libro escrito con amor y la suficiente madurez que aporte algo útil.

Es cierto que una persona analfabeta puede ser feliz sin saber leer. Un hombre del campo tiene una relación con la naturaleza que lo hace feliz.

Curiosamente, perdimos ese vínculo con la naturaleza en la misma escuela que nos enseñó a leer. Por eso creo tener una deuda hacia la naturaleza, porque el medio ambiente no merece que lo estemos maltratando con malos libros que se hacen llamar obras literarias; no quiero ser parte de ese crimen ecológico. Amar la naturaleza, cuidar el medio ambiente, es también un acto de amor y no tiene sentido escribir sin esa conciencia.

Suelo decir en broma que he perdido la conciencia de muchas cosas. La conciencia política, sobre todo, que lo único que me queda de conciencia es una especie de sentido ecológico, pero aún allí hay una decisión y, por lo tanto, es una acción política. Leer para amar lo que queremos defender; amar para ser felices y madurar, porque cuando leemos seguimos creciendo y aún conservamos los pantalones cortos aunque no los usemos. Feliz Año Nuevo.

La Prensa, 31 de diciembre de 2022

sábado, 22 de octubre de 2022

Cartas para Hena González de Zachrisson



Querida Hena: No estoy seguro de que sea una idea brillante escribir una carta a alguien que no la va a poder leer. Supongo que escribimos cartas póstumas para que sean leídas por alguien que aún sigue soportando el peso de días de tedio y noches de desesperanzas. Sospecho que es una excusa para escribir cosas que queremos decir y para compartirlas con otros, o para fortalecernos y animarnos con un prójimo anónimo que lee una carta que no es para él, pero con la que se identifica con algunas palabras o ideas porque aún cree en las cosas bellas del mundo o, al menos, comparte algunas ilusiones parecidas.

Hena, aquí estoy. Tratando de recordar la última vez que trabajamos juntos. No lo recuerdo. Fueron acciones donde compartimos juntos en espacios distintos, muchas veces vulnerables que animamos juntos. Sin embargo, mi memoria se aferra a un pasado de más de 30 años, cuando te conocí. Eras una mujer demasiado pequeña y frágil para hacer tantas cosas. Me enseñaste la importancia de la literatura infantil y, sobre todo, cómo conquistar a los niños con el maravilloso mundo de los cuentos. Yo no sabía que se podían hacer tantas cosas divertidas y creativas con la imaginación. Hacías que una página blanca se poblara de colores y palabras como en tu cuento Guacamayo.

Contigo conocí a Gianni Rodari, Laura Devetach, Graciela Montes, Ana María Machado y a muchos otros autores de literatura infantil que me ayudaron a acercarme al imaginario infantil. Sin embargo, más que las lecturas, aprendí contigo en los talleres de creatividad literaria para niños, donde muchas veces fui tu asistente, tu pupilo, tu pequeño saltamontes.

¿Recuerdas aquel taller con niños del barrio de El Chorrillo? Después de leer un cuento de monstruos, los niños dibujaron su propio monstruo. Algunos tenían pistolas. Eran monstruos pistoleros. Yo quedé petrificado. Sin embargo, tú lograste que nacieran otros monstruos con flores en las manos en vez de pistolas.

Henna González de Zachrisson, es verdad que fuiste una destacada autora del istmo panameño que escribió obras de literatura infantil; que fuiste la bandera de Piali en Panamá; es cierto que fuiste objeto de homenajes, que recibiste el Premio Cervantes Chico y muchos otros reconocimientos. Sin embargo, nada de esto te convirtió en una persona egocéntrica o narcisista, todo lo contario. Siempre humilde y dedicada para llevarle alegría y esperanza a los niños.

Yo era feliz viendo cómo trabajabas con los niños y hacías que su imaginación volara. Como cuando les enseñabas a construir adivinanzas o coplitas. Aún utilizo esos recursos para estimular la creatividad en los niños. Para algunos están pasados de moda o son anticuados. Pero, ¿cómo puede pasar de moda algo que ayuda a sembrar semillas de esperanza? Semillas, como el nombre de ese suplemento cultural que me regalaste y que aún conservo.

De todos los ejercicios que aprendí, las cartas han sido siempre mis favoritas. Los niños le escribían cartas al Canal de Panamá, al mar, al río, a las ruinas de Panamá Viejo o a algún personaje de un cuento. Por eso yo te escribo ahora está carta. Porque fuiste mi hada en un cuento que aún no termina para mí.

En estos días he trabajado con niños de varios centros educativos y hemos leído tus cuentos. Quise que te conocieran. Hablamos de ti con entusiasmo. Ellos también escribieron cartas. No te imaginas a quién van dirigidas. Escogí algunas y estoy seguro de que te hubieran gustado. Hubieras llorado al leerlas como yo lo hice. Las comparto para que las leas desde las alturas celestiales:

Querida Hena:

Sé que estás en el cielo. Pero en el día 18/10/22 creo que leí el mejor cuento. Se llama Guacamayo y me encantó mucho. Quisiera leer más cuentos de ti porque me gustaron mucho, de verdad.

De tu amiga Joseline

Carta para Hena:

Cuando leí tu cuento, me gustó mucho y me gustó cuando el guacamayo tenía todos los colores del arcoiris, y me gustó más cuando le regaló la banana al buscapleito.

Ingrid

Querida Hena:

Escuché tu cuento Guacamayo y me pareció muy divertido y gracias a los cuentos estoy alegre por las palabras importantes. Por eso te hago esta carta. Por eso digo siempre: sé feliz y que nada arruine tu vida. Yo saldré adelante por ti.

Gracias por todos tus cuentos

Cristal

Querida Hena:

Tu cuento estaba muy hermoso. Alguien me contó sobre usted. Carlos Fong me contó que usted le enseñó bastantes cosas sobre niños. Él nos da clase los lunes. Él nos trae un libro para leer.

Esta cartita no fue firmada. Es de una niña. Los niños son de la escuela de Altos de San Francisco de La Chorrera y el centro escolar Martín Luther King de Cerro Cocobolo en San Miguelito. Te hubiera gustado estar allí leyendo cuentos y escribiendo adivinanzas con ellos. Estoy feliz de poder seguir tu legado. Soy una de tus semillas y espero vivir con dignidad como lo hiciste tú.


La Prensa, 22 de octubre de 2022

viernes, 14 de octubre de 2022

Comienzos de cuentos (segunda parte)

Un cuento puede iniciar con la presentación del personaje a través de un monólogo, como sucede en el cuento El corazón delator de Edgar Allan Poe: “¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. Pero, ¿por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia”.

Algunos cuentos inician de manera más coloquial y se valen de los parlamentos donde uno de los personajes puede ser demasiado sarcástico, como pasa en La ventana abierta, de Saki, donde prácticamente el personaje se vale de la narración oral que funciona como un intertexto pero que solo es un artificio del escritor para crear tensión dramática:

- Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto, debe hacer lo posible por soportarme. Otros diálogos son más dramáticos para reflejar la situación existencial de los personajes y el contexto social histórico. En Diles que no me maten, de Juan Rufo, vemos un ejemplo:

 

- ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

- No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

- Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

- No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

- Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

En el arte de escribir cuentos, el poder de fabulación lleva a los autores a crear personajes que dan inicio a las historias donde los personajes no necesariamente son humanos, como ese magistral cuento de Clarice Lispector que se llama Una gallina, que inicia así: “Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo”.

El tema de la identidad se presenta de muchas formas en los cuentos. Hay veces en que, más allá de ser un tema, es un recurso para presentar a los personajes y trascender en su esencia. Flannery O’Connor nos muestra en La buena gente del campo un comienzo donde cierta duplicidad de la identidad de su personaje abre la historia: “Aparte de la expresión neutral que tenía cuando estaba sola, la señora Freeman tenía otras dos, una ansiosa y, la otra, contrariada, que usaba en todas sus relaciones humanas”.

Las descripciones en un buen cuento no deben abusar de la paciencia del lector. Sin embargo, hay cuentos donde las descripciones son magistrales, como esta en el cuento Bola de Sebo, de Guy de Maupassant. Es una descripción donde se hace una radiografía de un colectivo, no solo a una persona: “Durante muchos días consecutivos pasaron por la ciudad restos del ejército derrotado. Más que tropas regulares, en dispersión. Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina. Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o de tomar una resolución; andaban sólo por costumbre y caían muertos de fatiga en cuanto separaban”.


La muerte es uno de los temas de muchos cuentos. A veces aparece de manera sorpresiva y otras de manera gradual, incluso es el personaje principal. Con William Faulkner en Una rosa para Emily, la muerte aparece desde las primeras líneas: “Cuando murió la señorita Emily Grierson, todo nuestro pueblo asistió a su entierro; los hombres por una especie de afecto respetuoso hacia un monumento caído, las mujeres sobre todo por curiosidad de ver su casa por dentro, que no había visto nadie en los últimos diez años excepto un viejo criado -una combinación de jardinero y cocinero”.

Enrique Anderson Imbert, en esta pieza de oro de la cuentística que se llama El leve Pedro, la muerte aparece como una enfermedad liviana, sin peso: “Durante dos meses se asomó a la muerte. El médico refunfuñaba que la enfermedad de Pedro era nueva, que no había modo de tratarse y que él no sabía qué hacer... Por suerte el enfermo, solito, se fue curando. No había perdido su buen humor, su oronda calma provinciana. Demasiado flaco y eso era todo. Pero al levantarse después de varias semanas de convalecencia se sintió sin peso”.

Estos son algunos de los comienzos de cuentos preferidos que me han cautivado. Desde luego que hay cientos de cuentos que sería imposible citar. Esta es una selección personal y casi arbitraria. Nos queda pendiente hacer un artículo de los comienzos de cuentos panameños, incluso, de novelas que vale el esfuerzo rescatar.

La Prensa, 15 de octubre de 2022

viernes, 7 de octubre de 2022

Comienzos de cuentos (primera parte)

Carlos Fong


Leer cuentos es una de las cosas que más me apasionan aparte de una buena hamaca o una buena comida. Encuentro en la lectura de cuentos una forma de confrontar distintas condiciones de la vida humana como la soledad, el desarraigo, la frustración, el miedo, pero también para tener encuentros con la felicidad, la voluntad, la ilusión y la esperanza. Es inevitable leer una buena historia y no quedar con ese sentimiento a veces de incertidumbre o de asombro que nos hace mirar las cosas de la vida de otra forma.

Un cuento bien escrito debe desde las primeras líneas cautivar. Es esa frase gancho como en los cuentos de niños que comienzan con Había una vez… Entonces se firma un contrato tácito entre el lector y el escritor para seguir leyendo. Desde que me gusta leer cuentos me ha llamado la atención la forma magistral de algunos relatos. Ya con el tiempo, como buen aguafiestas, los estudios literarios lo llevan a uno a tipificar o a categorizar ciertos tipos de inicios. Algo bastante baladí porque seguramente los escritores no se sientan a escribir pensando en algo como: “Voy a empezar esta historia con una descripción atmosférica cerrada…”

Ningún escritor, creo yo, se sienta a trabajar con esa actitud, pero, seguramente, sí se preocupa porque el comienzo de su historia tenga un poder de persuasión y sea un buen comienzo. En los años que llevo leyendo cuentos es imposible recordarlos todos, pero podría citar algunos comienzos de cuentos que me han parecido magistrales y que nos sirven, a los aguafiestas que hacemos crítica literaria, para hablar de tipos de cuentos y para invitar al lector a leer cuentos.

Existen cuentos que inician con tipos de comienzos como un diálogo, una prosopopeya, que apelan a la memoria, una pregunta, una descripción lúgubre de un paisaje, una afirmación, una sospecha, una descripción de un espacio, una escena erótica, un sueño, una imagen, una carta, un desdoblamiento de la identidad, una metamorfosis, y podríamos seguir porque existen cientos de estrategias textuales para iniciar un cuento.  Cualquiera que sea el tipo de comienzo debe contener elementos que hagan referencia a la historia que sigue sin precipitarse y con un nivel de persuasión interesante.

En Mi vida con la ola, Octavio Paz, inicia con una personificación o prosopopeya: “Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando.” Mientras que Jorge Luis Borges inicia Tlön, Uqbar, Orbis Tertius con un objeto que despierta intriga: `Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía…”

Cuentistas como Horacio Quiroga prefieren la acción dramática sobre el personaje. Es el caso de su cuento A la deriva: “El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque”. Otra forma de acción dramática sobre el personaje es a través de una transformación y es el caso de La metamorfosis, de Franz Kafka, un relato que para algunos es un cuento y para otros una novela corta, yo prefiero la opción del cuento: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.

Otros cuentos inician con una acción hiperbólica sobre el personaje como lo hace Ray Bradbury En la noche: La señora Navarrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada cuarto, y nadie pudo dormir”. Hay cuentos que inician de forma lúdica para desafiar al lector e invitarlo a jugar como hace Gianni Rodari en A enredar los cuentos: “-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla…”

En lo personal me gustan los cuentos que inician con descripciones. No cualquier descripción. Esas descripciones preparan al lector porque lo que se va relatar será perturbador. Edgar Allan Poe fue un maestro en este tipo de inicios en La caída de la Casa Usher nos da un ejemplo de una descripción de ambientación atmosférica que prepara al lector: “Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher”.

En la literatura de corte fantástico hay muchos autores de este género que es difícil escoger un cuento con un inicio magistral. De hecho, ya cité a Kafka y a Borges, pero no me perdonarían los lectores si no citamos a Julio Cortázar. De tantas piezas con inicios grandiosos de este autor quiero citar un cuento que inicia con un desdoblamiento de la identidad y lo vemos en el cuento Axolotl: Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl”.

La Prensa, 8 de octubre de 2022

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

El otro lado de la realidad


Carlos Fong


A veces tengo la percepción de que los panameños vivimos en mundos paralelos. Esa clase de realidad cuántica donde suceden cosas que contradicen otra realidad. Según la realidad que nos toca vivir, puede ser una pesadilla o un dulce sueño. Por un lado, un mundo donde la razón favorece la condición humana y posibilita mejores condiciones para la vida y, por otro lado, un mundo distópico e indigno, donde gobierna la estupidez y la ignorancia que impiden los proyectos de vida.

El Programa Iberoamericano de Bibliotecas Públicas, Iberbibliotecas, presentó la Guía para estudios de valor en las bibliotecas, un documento diseñado para el fomento del desarrollo de las bibliotecas en la región, que permitirá brindar herramientas prácticas a las personas que trabajan por las bibliotecas, para medir el valor social y económico de estos equipamientos culturales. Mientras sucedía eso en otro universo, en el universo panameño se daba la noticia de que 9,059 obras de la biblioteca escolar del Instituto Nacional habían terminado en el vertedero de cerro Patacón.

Para la guía se tomó como soporte principal la experiencia de un estudio de valor económico y social del 2021, que fue publicado por el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, Colombia. Este estudio es un referente de cómo se pueden medir los productos positivos sobre el valor y el impacto de las bibliotecas. Tal vez en el país vecino, las cosas, en términos de política, no sean las mejores; seguramente, ellos también tienen sus mundos paralelos. Sin embargo, comparado con nuestro país, nos hace falta definir el sentido y propósito de las bibliotecas.

No es que no haya un camino andado. De hecho, la última vez que se habló de bibliotecas en el país fue desde dos propuestas: en el Pacto del Bicentenario, que fue una serie de acuerdos construidos desde la ciudadanía para ayudar a cerrar las principales brechas socioculturales, y en el proyecto de ley 755, que establece el marco jurídico de las bibliotecas públicas en la República de Panamá. Quiere decir que lo que hace falta es que nos pongamos de acuerdo en problematizar el tema del futuro de las bibliotecas de una vez por todas.

Si hay algo en que no nos hemos puesto de acuerdo los panameños es en la importancia que tienen la lectura, el libro y las bibliotecas. Esto es evidente si vemos el estado general de las bibliotecas públicas y escolares. La biblioteca del Instituto Nacional era emblemática, con un patrimonio de memoria muy valioso. El destino que corrieron los libros es injustificable e imperdonable. Las autoridades que tomaron la decisión de arrojar los libros al vertedero se defienden diciendo que los libros tenían ácaros y polillas. 

Esta justificación evidencia que los libros del Instituto Nacional no se cuidaron por mucho tiempo. También demuestra que no había un trabajo bibliotecario con una estrategia y objetivo, un acompañamiento cariñoso con un diseño de política institucional para cuidar los libros. Finalmente, también demuestra la ignorancia, porque hay formas de curar los libros cuando aún las polillas no los han destruido. Es imposible creer que tantos libros estaban devorados por los bichos.

Sea como sea, este hecho debería de ser un referente para que las bibliotecas escolares y las públicas merezcan ser atendidas. Es triste saber que en nuestras instituciones escolares y de cultura, los servidores públicos desconocen el valor social de las bibliotecas. Hay sujetos que argumentan que las bibliotecas ya pasaron de moda, que ahora tenemos el internet. Esa mentalidad no es la de una persona moderna; es la de una persona salvaje. Basta con recordar que en los países desarrollados, las bibliotecas son instituciones relevantes que impactan en la calidad de vida de la gente.

Retomando el tema de la guía para estudios de valor en las bibliotecas, es urgente que en Panamá se hagan estos estudios de valor, porque son una herramienta fundamental para que las bibliotecas públicas se valoren desde su esencial función en la sociedad. Estos estudios, dicen los expertos, proporcionan información relevante que permite conocer la forma en que los ciudadanos perciben las bibliotecas, de qué forma las disfrutan, se las apropian o las prefieren y les conceden un papel importante en sus vidas. 

No deberíamos sorprendernos si en una encuesta nacional, la percepción ciudadana fuera negativa hacia las bibliotecas. Como sociedad, hemos ido perdiendo el valor por las cosas que realmente importan. Pensamos que una computadora, el wifi o el celular pueden reemplazar lo que da un libro.

Hemos olvidado que el libro ha sido, desde su creación, el invento que ha servido a la humanidad para conquistar la libertad. Es el libro el que ha sido perseguido por dictaduras y tiranos, porque es el único objeto más antiguo capaz de despertar en el ser humano el principio de incertidumbre que es el detonador del espíritu crítico.

Tengo la opinión de que un país que no cuida a sus niños, su educación, su cultura y sus bibliotecas, es un país ciego condenado a vivir de ese lado de la realidad cuántica, donde la mediocridad, la violencia y la insensibilidad son cosas normalizadas. Tal vez cuando tengamos líderes políticos en cada institución y líderes cívicos en cada comunidad, capaces de apreciar el valor de una biblioteca, solo tal vez podamos empezar a vivir del lado de una realidad donde los libros no terminen en la basura.

La Prensa, 01 de octubre de 2022

viernes, 23 de septiembre de 2022

El derecho a la metáfora

Carlos Fong

Leer es un derecho. Solemos escuchar esta sentencia con frecuencia. El derecho a la información, la alfabetización, la ciencia, la educación; el derecho a la palabra hace que la lectura sea un requisito indispensable para que los ciudadanos sean realmente libres y sean más felices. Es uno de los derechos que pueden mejorar la calidad de vida de los sujetos. Podemos ir más allá y decir que el derecho a la palabra es también el derecho a la metáfora.

El derecho a la metáfora implica muchas cosas como la apropiación de un mundo que posibilite la edición de presencias y ausencias, silencios y ruidos, sueños y memorias; porque leer es el único derecho que propicia los sueños e ilusiones, los ideales y las esperanzas que son la base de los proyectos de vida. Cuando los pueblos pueden imaginar, tienen claro lo que hay que cuidar en el presente y construir para el futuro.

En los escenarios actuales del mundo, parafraseando a Daniel Cassany, leer es el derecho que puede hacer que los sujetos sean más dialogantes y tolerantes, porque a través de la lectura se ejercita el criterio y el pensamiento crítico, que son elementos implícitos en el acto de leer; herramientas del pensamiento que propician formas de entender el mundo y confrontar sus tensiones. Como instrumento principal en materia de los derechos del ser humano, la lectura contribuye a formar ciudadanos más solidarios, respetuosos, empáticos, autónomos y capaces de resolver conflictos en el marco de una democracia maduras y justas.

Leer es el derecho de los seres humanos que los motiva a imaginar y habitar mundos posibles; el derecho a trabajar por ese mundo desde la creatividad para cambiar la imagen brutal de la violencia. Este derecho poético es también un derecho sustancial de los derechos humanos implícitos en la cultura en todas sus formas, porque las palabras y las lecturas se cruzan con todas las realidades. Desde la diversidad y la interculturalidad, el diálogo con los conocimientos de los otros y las relaciones interculturales que pueden ofrecer el simple hecho de leer un libro.

En el universo del libro existen también maneras de compartir la alegría de leer en momentos especiales. Las personas suelen leer desde diferentes situaciones de lectura y desde disímiles acciones que los acercan al libro. Existen momentos y espacios donde los libros adquieren un valor especial para ser homenajeados o recordados como una de las invenciones más fascinantes en la humanidad.

Uno de esos momentos es la Semana del Libro, que se celebra en Panamá desde 1942, pero está institucionalizada por Decreto desde 1957 y se celebra del 22 al 29 de septiembre. Un mes dedicado a recordar el libro. A nivel nacional, desde las instituciones escolares, sobre todo, la Semana del Libro se recuerda con mucho cariño con actividades de todo tipo organizadas por los maestros y los estudiantes.

Es bueno saber que aún se recuerda esta fecha y me ha alegrado ver cómo desde nuestras instituciones se han organizado acciones como el trueque de libros del Ministerio de Cultura, que se realizará el 30 de septiembre en el parque Andrés Bello, para cerrar con broche de oro la Semana del Libro. También la Alcaldía de Panamá realizará su tradicional feria municipal del libro, del 28 al 30 de septiembre. La Universidad Tecnológica ha preparado un ciclo de conferencias y conversatorios en las mismas fechas. En las escuelas, los estudiantes están listos para realizar acciones de promoción de lectura y las bibliotecarias desde las bibliotecas trabajan sin parar.

Apenas el 22 de septiembre fui a visitar una escuela en Arraijan, en un sector de los suburbios y en un entorno que no muchas veces es el más seguro, pero me gustó ver a los docentes con sus sombreros creativos y coloridos, a los niños con cuentos en las manos; un ambiente alfabetizado y alegre donde el libro es el centro.

¿Por qué cito estas acciones que no parecen ser demasiadas ni tan grandiosas para hacerles tanta alharaca? Porque creo que, en medio de tanta violencia urbana, muertes innecesarias de niños y mujeres, ya sea por la brutal naturaleza o la mano criminal; los procesos judiciales de escándalos de corrupción que acaparan la atención de los medios; la imagen degradante de un mundo que parece caerse a pedazos por la guerra y el daño ambiental; en medio de todo, todavía hay acciones desde los sectores públicos y privados que hacen cosas para hacer la diferencia. No todo es malo.

Pese a que en Panamá las políticas de lectura están descuidadas y no ha habido forma de que un plan nacional de lectura se haga realidad y llegue a todos los sectores (no solo el escolar), pese a que el Pacto del Bicentenario llama a la necesidad de rescatar la triste realidad de las bibliotecas, los que aman los libros y conocen los poderes de la lectura, esos héroes anónimos que aún existen siguen contra viento y marea caminando. Es su destino. Es su condena y su felicidad.

La Prensa, 24 de septiembre de 2022

lunes, 12 de septiembre de 2022

Un manifiesto entre sueños y realidad

Carlos Fong

La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de los individuos son valores humanos fundamentales. Estos valores solo podrán alcanzarse mediante la capacidad de ciudadanos bien informados de ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un rol activo en la sociedad. La participación constructiva y la consolidación de la democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso libre y sin límites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información”.

El párrafo de arriba son las primeras palabras con las que inicia el Manifiesto IFLA-UNESCO sobre Bibliotecas Públicas 2022. Con sus siglas en inglés, la IFLA es la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias y es el foro mundial más trascendente donde se dan las ideas, los diálogos, la investigación y el desarrollo de estos equipamientos culturales que llamamos bibliotecas.

¿Por qué es importante este Manifiesto? ¿Por qué para Panamá es un documento que no debe dejar de pasar inadvertido? Porque los gobiernos nacionales y locales panameños no han comprendido el valor de las bibliotecas y su papel activo en el desarrollo. Los que toman decisiones políticas en el país suelen hablar de desarrollo y progreso, pero desconocen que el primordial valor económico y social de las bibliotecas es que ellas pueden mejorar la calidad de vida de las personas.

¿Por qué razón somos un país que presume un Canal interoceánico, un área bancaria significativa, el aeropuerto más grande de Centro América, los puertos más grandes, la minería más lucrativa jamás vista y tenemos las bibliotecas paupérrimas y abandonadas que parecieran que han sido sacadas de un país pobre? Porque no han invertido en un verdadero desarrollo humano que consiste en llevar información y educación a la sociedad a través del acceso a la participación del conocimiento que es garantía de los derechos humanos y culturales. Hemos ignorado por mucho tiempo el valor de las bibliotecas.

La biblioteca pública tiene múltiples formas de valor. Tienen valor social, porque es el espacio donde la comunidad se siente escuchada y reconocida; tiene valor inclusivo, porque los sujetos participan en las actividades y comparten experiencias y opiniones diferentes; tienen valor creativo, porque provocan un cruce de lenguajes en el que la comunidad se expresa a través de la lectura y otras formas de expresión; tiene valor de ideas, porque la gente reflexiona sobre sus problemas y comparte sus ideas; tiene valor formativo, porque la comunidad tiene acceso a la información y el conocimiento; incluso, la biblioteca pública tiene valor económico, porque cuando son dinámicas y creativas generan proyectos que impactan en la sociedad.

Este Manifiesto proclama la convicción de la UNESCO en la importancia de las bibliotecas públicas como fuerza viva de la educación, la cultura, la inclusión y la información, y como agente esencial para lograr el desarrollo sostenible y para que los individuos alcancen la paz y el bienestar espiritual a través de su pensamiento.

Todas las esferas del conocimiento y los problemas de la gente se cruzan en la biblioteca pública. Cualquier tema que pueda pasar por nuestra mente, está relacionado con la biblioteca.  Porque la biblioteca genera espacios de convivencia, crea ambientes favorables de interculturalidad, es el lugar para ejercer los derechos ciudadanos, el espacio donde se pueden mediar conflictos y tensiones y construir proyectos de vida.

Certifica el Manifiesto que las bibliotecas públicas son un componente esencial de las sociedades del conocimiento que se adaptan continuamente a nuevas formas de comunicación para cumplir su misión de proveer acceso universal a la información y permitir que todos los individuos hagan un uso significativo de ella, además se enumera una serie de misiones clave, relacionadas con la información, la alfabetización, la educación, la inclusión, la participación ciudadana y la cultura, deben ser la esencia de los servicios que ofrecen las bibliotecas públicas.

Una de esas misiones es que a través de las bibliotecas públicas se contribuye a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y a la construcción de sociedades más justas, humanas y sostenibles, algo que muchos países, entre esos el nuestro, no están cumpliendo violando directamente, no solo los derechos de los ciudadanos, sino contradiciendo acuerdos y convenios que firman los mandatarios en reuniones donde se invierten y gastan recursos que necesitan las bibliotecas.

El Manifiesto es contundente cuando al final dice que las bibliotecas públicas son responsabilidad de las autoridades locales y nacionales. Deben regirse por una legislación específica y actualizada, compatible con tratados y acuerdos internacionales, y estar financiadas por los gobiernos nacionales y locales. Deben ser un componente esencial de cualquier estrategia a largo plazo para la cultura, la provisión de información, la alfabetización y la educación.

En este sentido nuestro país cuenta con una Constitución que defiende la cultura y el conocimiento pero que no se está cumpliendo. Somos un país que cacarea a cada instante los Derechos Humanos, pero no los defendemos realmente. Hoy contamos con una Ley General de Cultura que implica a las bibliotecas, la lectura y el libro; y la nueva Ley por aprobar que crea el marco jurídico de las bibliotecas públicas, sin mencionar un número de acuerdos y convenios internacionales que hemos firmado como país a favor de las bibliotecas. Lo tenemos todo en papel, pero carecemos de voluntad política.

La Prensa, 10 de septiembre de 2022

Leer, amar y madurar

Umberto Eco escribió en su libro  La memoria vegetal , que “...  hay que conseguir establecer relaciones de amor con los libros de nuestra v...