Carlos Fong
Isis Tejeira (1936-2020) |
Estos días de tedio y confinamiento se tornan más lúgubres y
pesados cuando el solitario viento y la súbita lluvia te susurran que un amigo
ha fallecido. Las nubes grises del invierno parecen traer el rumor de recuerdos
lejanos que se desgajan como antiguas guirnaldas olvidadas para decirnos que la
felicidad consiste en saber recibir y dejar ir los grandes momentos que
compartimos con los seres queridos.
La amistad es más que una palabra. Eso me consta. Un día,
hace algunos años, caminaba por los pasillos de la Escuela de Español de la
Universidad de Panamá y pregunté por la profesora Isis Tejeira. Alguien me dijo
que estaba muy enferma; sentí una tristeza comparada a cuando enfermó mi padre,
pero no me atreví a ir a visitarla. No sé por qué. Supongo que nunca fui un
buen amigo. Ahora me siento un fracasado en la empresa de la amistad y conservo
con nostalgia la imagen de una mujer alegre que siempre decía las cosas con
gracia incomparable. El lunes 18 de mayo murió Isis Tejeira.
Amigos, colegas y familiares han escrito sobre Isis y han
hecho semblanzas que yo solo duplicaría torpemente. Bastaría con recordar que
fue hija de Gil Blas Tejeira, el creador de la novela Pueblos perdidos; será
suficiente con reafirmar su compromiso con la cultura y la educación y que
también nos dejó una obra literaria de gran valor.
Isis Tejeira nos dejó una obra pequeña en volumen, pero
grande en contenido. Su novela, Sin fecha fija, debería ser parte del canon de
la literatura que deben leer los jóvenes. Es una historia que desde el inicio
va a presentar a un personaje que atraviesa por una situación dramática
existencial y que permite, por medio del monólogo interior, explorar la
condición humana: “¡Vea la vaina! ¡Pasó lo que tanto temía! ¿Por qué no fui por
la escalera? ¡He quedado atrapada! ¡Contra! ¡Qué país éste en que siempre se va
la luz! Y no sé ni dónde está el timbre de alarma. ¡Qué oscuro está esto! Debí
haberme fijado dónde estaba el timbre, me enseñaron a ser tan precavida, tan
todo en su sitio, tan ordenada… y ahora...”, dice el personaje al inicio de la
novela.
Desde las primeras líneas Isis nos va haciendo una
radiografía de un país donde “siempre se va la luz”. Esa misma preocupación por
lo existencial lo vamos a ver en sus cuentos Está linda la mar... y otros cuentos
y El impostor: tratado sobre un milagro ausente.
Actriz, directora teatral, novelista, cuentista y profesora,
a cada una de estas fases Isis le dedicó su amor y compromiso, por eso su
sobrino, Felix Armando Quirós Tejeira, que también es escritor, brindó con
estas palabras: “Por tí, que eras una y fuiste todas. Indoblegable madre
coraje. Tejedora de los sueños de San Blando, que no tiene cuando, donde el
dolor nos devora con la amenaza del vacío; pero con un guiño asomas desde el
corazón y anuncias la imposibilidad de tu ausencia”.
De todos los textos que he leído en estos días sobre Isis,
quisiera rescatar otros fragmentos como el de Isabel Victoria Turner, quien
hizo un resumen de su trayectoria, pero selló con estas palabras: “…queda en el
tintero lo más importante, su calidad de ser humano, de amante hija, de
hermana, de atesorar un inmenso amor por la familia; su abierto corazón de
amiga fraterna que nunca restó cariño y fidelidad a quienes acogió en su
anchuroso corazón”. Y el poeta Porfirio Salazar dijo: “…hacedora de sueños,
amiga, coraje del agua y de la escena, no estás muerta. Amiga aire, amiga
pájaro, amiga copa que rebosa llena de esperanzas...”.
Otros colegas, como Rodolfo De Gracia Reynaldo, rescatan
frases de Isis sobre la función del teatro: “No veo el teatro como un escape,
no me gustan los escapes. Es un cambio. Es una forma de enviar mensajes, de
comunicar situaciones, de hacer denuncias'. Y el periodista cultural Daniel
Domínguez apunta: “La recuerdo siempre contenta y de un humor contagioso. Tenía
esa alegría y esa picardía propia de los duendes. Siempre me incentivó a seguir
en esto de contar historias desde el periodismo”.
Qué puedo yo decir de mi profesora Isis Tejeira que se
compare con lo que han dicho sus mejores amigos, familiares, alumnos y colegas.
Qué puedo decir yo que sea tan digno como la voz del poeta o el recuerdo del
familiar herido. Tal vez solo darle las gracias póstumas por las palabras de
aliento que me daba para seguir escribiendo y seguir trabajando por la cultura.
Tal vez recordar esos dos lagos cristalinos que me miraban acompañados de una
sonrisa y esa voz que decía palabras para hacerme reír y saber resistir; porque
de eso se trata la vida, en saber resistir con coraje como Isis Tejeira supo
vivir.
La Prensa, 22 de mayo de 2020