viernes, 23 de septiembre de 2022

El derecho a la metáfora

Carlos Fong

Leer es un derecho. Solemos escuchar esta sentencia con frecuencia. El derecho a la información, la alfabetización, la ciencia, la educación; el derecho a la palabra hace que la lectura sea un requisito indispensable para que los ciudadanos sean realmente libres y sean más felices. Es uno de los derechos que pueden mejorar la calidad de vida de los sujetos. Podemos ir más allá y decir que el derecho a la palabra es también el derecho a la metáfora.

El derecho a la metáfora implica muchas cosas como la apropiación de un mundo que posibilite la edición de presencias y ausencias, silencios y ruidos, sueños y memorias; porque leer es el único derecho que propicia los sueños e ilusiones, los ideales y las esperanzas que son la base de los proyectos de vida. Cuando los pueblos pueden imaginar, tienen claro lo que hay que cuidar en el presente y construir para el futuro.

En los escenarios actuales del mundo, parafraseando a Daniel Cassany, leer es el derecho que puede hacer que los sujetos sean más dialogantes y tolerantes, porque a través de la lectura se ejercita el criterio y el pensamiento crítico, que son elementos implícitos en el acto de leer; herramientas del pensamiento que propician formas de entender el mundo y confrontar sus tensiones. Como instrumento principal en materia de los derechos del ser humano, la lectura contribuye a formar ciudadanos más solidarios, respetuosos, empáticos, autónomos y capaces de resolver conflictos en el marco de una democracia maduras y justas.

Leer es el derecho de los seres humanos que los motiva a imaginar y habitar mundos posibles; el derecho a trabajar por ese mundo desde la creatividad para cambiar la imagen brutal de la violencia. Este derecho poético es también un derecho sustancial de los derechos humanos implícitos en la cultura en todas sus formas, porque las palabras y las lecturas se cruzan con todas las realidades. Desde la diversidad y la interculturalidad, el diálogo con los conocimientos de los otros y las relaciones interculturales que pueden ofrecer el simple hecho de leer un libro.

En el universo del libro existen también maneras de compartir la alegría de leer en momentos especiales. Las personas suelen leer desde diferentes situaciones de lectura y desde disímiles acciones que los acercan al libro. Existen momentos y espacios donde los libros adquieren un valor especial para ser homenajeados o recordados como una de las invenciones más fascinantes en la humanidad.

Uno de esos momentos es la Semana del Libro, que se celebra en Panamá desde 1942, pero está institucionalizada por Decreto desde 1957 y se celebra del 22 al 29 de septiembre. Un mes dedicado a recordar el libro. A nivel nacional, desde las instituciones escolares, sobre todo, la Semana del Libro se recuerda con mucho cariño con actividades de todo tipo organizadas por los maestros y los estudiantes.

Es bueno saber que aún se recuerda esta fecha y me ha alegrado ver cómo desde nuestras instituciones se han organizado acciones como el trueque de libros del Ministerio de Cultura, que se realizará el 30 de septiembre en el parque Andrés Bello, para cerrar con broche de oro la Semana del Libro. También la Alcaldía de Panamá realizará su tradicional feria municipal del libro, del 28 al 30 de septiembre. La Universidad Tecnológica ha preparado un ciclo de conferencias y conversatorios en las mismas fechas. En las escuelas, los estudiantes están listos para realizar acciones de promoción de lectura y las bibliotecarias desde las bibliotecas trabajan sin parar.

Apenas el 22 de septiembre fui a visitar una escuela en Arraijan, en un sector de los suburbios y en un entorno que no muchas veces es el más seguro, pero me gustó ver a los docentes con sus sombreros creativos y coloridos, a los niños con cuentos en las manos; un ambiente alfabetizado y alegre donde el libro es el centro.

¿Por qué cito estas acciones que no parecen ser demasiadas ni tan grandiosas para hacerles tanta alharaca? Porque creo que, en medio de tanta violencia urbana, muertes innecesarias de niños y mujeres, ya sea por la brutal naturaleza o la mano criminal; los procesos judiciales de escándalos de corrupción que acaparan la atención de los medios; la imagen degradante de un mundo que parece caerse a pedazos por la guerra y el daño ambiental; en medio de todo, todavía hay acciones desde los sectores públicos y privados que hacen cosas para hacer la diferencia. No todo es malo.

Pese a que en Panamá las políticas de lectura están descuidadas y no ha habido forma de que un plan nacional de lectura se haga realidad y llegue a todos los sectores (no solo el escolar), pese a que el Pacto del Bicentenario llama a la necesidad de rescatar la triste realidad de las bibliotecas, los que aman los libros y conocen los poderes de la lectura, esos héroes anónimos que aún existen siguen contra viento y marea caminando. Es su destino. Es su condena y su felicidad.

La Prensa, 24 de septiembre de 2022

lunes, 12 de septiembre de 2022

Un manifiesto entre sueños y realidad

Carlos Fong

La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de los individuos son valores humanos fundamentales. Estos valores solo podrán alcanzarse mediante la capacidad de ciudadanos bien informados de ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un rol activo en la sociedad. La participación constructiva y la consolidación de la democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso libre y sin límites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información”.

El párrafo de arriba son las primeras palabras con las que inicia el Manifiesto IFLA-UNESCO sobre Bibliotecas Públicas 2022. Con sus siglas en inglés, la IFLA es la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias y es el foro mundial más trascendente donde se dan las ideas, los diálogos, la investigación y el desarrollo de estos equipamientos culturales que llamamos bibliotecas.

¿Por qué es importante este Manifiesto? ¿Por qué para Panamá es un documento que no debe dejar de pasar inadvertido? Porque los gobiernos nacionales y locales panameños no han comprendido el valor de las bibliotecas y su papel activo en el desarrollo. Los que toman decisiones políticas en el país suelen hablar de desarrollo y progreso, pero desconocen que el primordial valor económico y social de las bibliotecas es que ellas pueden mejorar la calidad de vida de las personas.

¿Por qué razón somos un país que presume un Canal interoceánico, un área bancaria significativa, el aeropuerto más grande de Centro América, los puertos más grandes, la minería más lucrativa jamás vista y tenemos las bibliotecas paupérrimas y abandonadas que parecieran que han sido sacadas de un país pobre? Porque no han invertido en un verdadero desarrollo humano que consiste en llevar información y educación a la sociedad a través del acceso a la participación del conocimiento que es garantía de los derechos humanos y culturales. Hemos ignorado por mucho tiempo el valor de las bibliotecas.

La biblioteca pública tiene múltiples formas de valor. Tienen valor social, porque es el espacio donde la comunidad se siente escuchada y reconocida; tiene valor inclusivo, porque los sujetos participan en las actividades y comparten experiencias y opiniones diferentes; tienen valor creativo, porque provocan un cruce de lenguajes en el que la comunidad se expresa a través de la lectura y otras formas de expresión; tiene valor de ideas, porque la gente reflexiona sobre sus problemas y comparte sus ideas; tiene valor formativo, porque la comunidad tiene acceso a la información y el conocimiento; incluso, la biblioteca pública tiene valor económico, porque cuando son dinámicas y creativas generan proyectos que impactan en la sociedad.

Este Manifiesto proclama la convicción de la UNESCO en la importancia de las bibliotecas públicas como fuerza viva de la educación, la cultura, la inclusión y la información, y como agente esencial para lograr el desarrollo sostenible y para que los individuos alcancen la paz y el bienestar espiritual a través de su pensamiento.

Todas las esferas del conocimiento y los problemas de la gente se cruzan en la biblioteca pública. Cualquier tema que pueda pasar por nuestra mente, está relacionado con la biblioteca.  Porque la biblioteca genera espacios de convivencia, crea ambientes favorables de interculturalidad, es el lugar para ejercer los derechos ciudadanos, el espacio donde se pueden mediar conflictos y tensiones y construir proyectos de vida.

Certifica el Manifiesto que las bibliotecas públicas son un componente esencial de las sociedades del conocimiento que se adaptan continuamente a nuevas formas de comunicación para cumplir su misión de proveer acceso universal a la información y permitir que todos los individuos hagan un uso significativo de ella, además se enumera una serie de misiones clave, relacionadas con la información, la alfabetización, la educación, la inclusión, la participación ciudadana y la cultura, deben ser la esencia de los servicios que ofrecen las bibliotecas públicas.

Una de esas misiones es que a través de las bibliotecas públicas se contribuye a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y a la construcción de sociedades más justas, humanas y sostenibles, algo que muchos países, entre esos el nuestro, no están cumpliendo violando directamente, no solo los derechos de los ciudadanos, sino contradiciendo acuerdos y convenios que firman los mandatarios en reuniones donde se invierten y gastan recursos que necesitan las bibliotecas.

El Manifiesto es contundente cuando al final dice que las bibliotecas públicas son responsabilidad de las autoridades locales y nacionales. Deben regirse por una legislación específica y actualizada, compatible con tratados y acuerdos internacionales, y estar financiadas por los gobiernos nacionales y locales. Deben ser un componente esencial de cualquier estrategia a largo plazo para la cultura, la provisión de información, la alfabetización y la educación.

En este sentido nuestro país cuenta con una Constitución que defiende la cultura y el conocimiento pero que no se está cumpliendo. Somos un país que cacarea a cada instante los Derechos Humanos, pero no los defendemos realmente. Hoy contamos con una Ley General de Cultura que implica a las bibliotecas, la lectura y el libro; y la nueva Ley por aprobar que crea el marco jurídico de las bibliotecas públicas, sin mencionar un número de acuerdos y convenios internacionales que hemos firmado como país a favor de las bibliotecas. Lo tenemos todo en papel, pero carecemos de voluntad política.

La Prensa, 10 de septiembre de 2022

A los 20 años de Redplanes

La Red Iberoamericana de Responsables de Políticas y Planes de Lectura - Redplanes, cumplió 20 años. Redplanes es una red conformada por los...