sábado, 2 de julio de 2022

Del sentido y necesidad de los cuentos

 

Carlos Fong

 

La mayoría de las ocasiones que me invitan a contar cuentos en cualquier tipo de espacio, ya sea público o privado (pensemos en una feria, plaza o, incluso, un mall, siniestro lugar para contar cuentos), los organizadores suelen decir frases como: “aún hay pocos niños”, “los niños no han llegado”, “ya no demoran los niños”. Y yo les respondo: pero los cuentos no son solo para niños.

Si bien algunas veces contamos cuentos para eventos donde hay niños (una escuela, por ejemplo) o en alguna asociación que trabaja para niños, un albergue o fundación, los repertorios de cuentos escogidos son exclusivos para edades infantiles, también es cierto que hay cuentos para adolescentes y adultos. Las leyendas, los relatos, los mitos y las fábulas son también apreciadas por los adultos cuando hay una experiencia estrecha entre ellos.

Cada vez que puedo hablar a los adultos sobre la necesidad de leer y escuchar cuentos, les digo que estoy convencido de que las historias, algunos cuentos, son importantes para los adultos por sus conexiones con la realidad y que son ellos los que hoy día, más que un niño, necesitan escuchar cuentos. Porque los cuentos nos ayudan a conversar y reflexionar, a hablar de nuestros problemas comunes y, sobre todo, a pensar.

En las últimas semanas, he contado cuentos en la Feria del Libro de Boquete, en una feria del Ministerio de Ambiente y a una organización de personas no videntes. Esta última experiencia me resultó especial, porque jamás había tenido la oportunidad de contar cuentos a un grupo de adultos ciegos. Al final, conversamos sobre el arte de contar cuentos. Uno de ellos me preguntó si yo escogía mis cuentos por la moraleja o el mensaje. Le respondí que suelo escapar de los cuentos con moraleja. Sería incapaz de contar un cuento que termine diciendo: y esta historia nos enseña...o esta historia es para que vean que...

El caso de las fábulas es distinto, porque la fábula es una categoría de relato donde la trama plantea un problema a través de sus personajes, que suelen ser animales que se comportan con cualidades humanas y por eso la historia deviene en una moraleja que sirve para ilustrar algo en la vida. Las fábulas de Esopo, por ejemplo, son una joya. 

Creo que todos los cuentos tienen algo que mostrarnos. Tienen algo que revelarnos, que descubrirnos, pero es un error usar los cuentos para hacer pedagogía de forma forzada. Usar los cuentos como trampas para enseñar algo es lo más indigno para una historia que fue escrita para evocar emociones, memorias o ilusiones, no para dar lecciones. Las cualidades de un buen cuento pueden perderse cuando queremos usar el relato para inculcar valores o enseñar moral.

No quiero ser malinterpretado. Alguien podría juzgarme mal y decir, por ejemplo, entonces, ¿usted dice que no podemos usar los libros de cuentos para enseñar valores o educar? No exactamente. Creo que no hace falta recordar que hay cuentos para niños de autores reconocidos que sirven para jugar mientras aprenden a contar números, reconocer las letras o divertirse con los colores, etc. Sin embargo, hay cuentos para niños que los hacen descubrir las cosas del mundo sin necesidad de enseñar, sino que les presentan el mundo. Presentar el mundo y sus contradicciones tal vez sea mejor.

Volvamos a los adultos y su relación con los cuentos. En ellos, las historias tienen otra función, tal vez más cercana a provocar incertidumbre y a confrontar otras zonas. Un cuento puede ayudar, por ejemplo, a que un adulto piense en la noción de libertad. La libertad es un riesgo. La libertad implica saber tomar una decisión y esa decisión puede ser mala o buena. Es decir, es un problema de la ética. La ética es la elección de una conducta. Me gusta contar historias a los adultos donde sientan que esa historia se parece a muchas cosas de la vida real que los rodea donde hay que tomar decisiones.

A través de los cuentos, podemos tener una especie de radiografía del mundo que nos revela constantemente las cosas de la vida y, por qué no, de la muerte. Por medio de los cuentos, podemos hablar de la verdad, la mentira, la justicia, la libertad, la democracia, el placer, la conciencia, la naturaleza, los conflictos, la familia (en todas sus dimensiones y formas), la solidaridad, la cooperación, la tolerancia, la identidad y la memoria.

Entonces, hoy más que nunca, necesitamos volver a conversar a través de las historias, los cuentos. Muchos objetan: “en estos tiempos, lo que no se quiere es cuento”. Sin embargo, los cuentos también nos ayudan a pensar y tener conciencia de la realidad. Los cuentos son mentiras, sí, mentiras que nos permiten acercarnos a la verdad y que, en momentos de crisis e incertidumbre, pueden servirnos para cuidar el espíritu, las relaciones, la sociedad, la libertad, incluso el destino.

La Prensa, sábado
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