Por Carlos Fong
Escribió Martin Gardner,
el prestigioso filósofo de la ciencia, a propósito de Alicia a través del espejo,
la obra de Lewis Carroll: “en un
espejo…todos los objetos asimétricos van en dirección contraria”. Alicia
contempla el mundo de los adultos desde una inversión de la realidad y así
logra tolerarlo. La contemplación del mundo al revés, en la ficción de Carroll,
es un elemento fantástico que permite posibilidades al personaje. Por otra
parte, Eduardo Galeano, en su libro Patas arriba, la escuela del mundo al revés,
dice con magistral ironía: “Si Alicia
renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría
con asomarse a la ventana”.
En la actualidad, en
Panamá estamos viviendo el efecto del espejo de Alicia, con la única diferencia
que no necesitamos atravesar como ella el espejo. Nuestra realidad es como una
novela surrealista, con más elementos de corte fantástico que realistas. Los
panameños también tenemos nuestro pequeño mundo al revés, sin la necesidad de
espejos, armarios o agujeros mágicos que nos transporten a otro mundo, basta
con observar la cotidianidad. Paisano panameño, camarada panameño, te invito a
asomarte a la ventana y dar un vistazo.
En el mundo al revés
panameño no necesitamos prisiones, porque la escuela, las instituciones, el
barrio y el hogar son nuestras cárceles. En la escuela los estudiantes están
presos en sus cuerpos y por un sistema autoritario; los servidores públicos
laboran presos del miedo; los jóvenes están presos por la violencia en sus
propias calles del barrio; y la familia está presa de la mediocridad de la TV y
la batalla por el rating.
En el mundo al revés
panameño no se rinde tributo a Victoriano Lorenzo, ni a Bayano ni a Cémaco,
pero se honra al “conquistador torvo”, en buenas palabras de Neruda, o a
imágenes hieráticas, incluso a super estrellas de la farándula. En nuestro
mundo al revés no necesitamos bibliotecas, ni museos ni cuenta-cuentos porque
aquí la memoria, la identidad y la cultura no se come, ni se vende, es decir,
no sirve para nada.
En el mundo al revés
panameño no existen los pobres, ni los empleados mal pagados, ni el subempleo,
porque, ya se sabe, somos el país más rico de la región. No se atreva usted a
decir que vio a un pobre, porque todos somos ricos. Aquí un paquetito de café, una micha de pan o
un huevo no están caros y es por eso que nuestros niños van bien desayunados a
la escuela y son superdotados, algunos, incluso hablan varias lenguas.
En este país de los espejos
todos somos muy felices; si no lo cree mire la fiesta que formamos todas las
madrugadas para corretear un pirata o un metro bus que nos lleve al trabajo… es
que somos tan felices, por eso de regreso a casa venimos soñando mientras dormimos,
no es que estemos cansados, no. En el mundo al revés panameño los que roban
miles de dólares o hectáreas de tierras o los que incendian muchachos recluidos
no van a la cárcel; pero el que roba un mafa o una gallina va a la prisión con
o sin condena y su rostro sale en la prensa, porque a este hereje del demonio
hay que conocerlo para masacrarlo, joderlo, humillarlo y olvidarlo.
En el mundo al revés
panameño no te mata el Aedes aegypti, ni una gripe mal cuidada, ni los diablos
rojos (ya no); aquí te matan los hospitales, las medicinas, la tardanza, la
negligencia, los sicarios y la basura; hay veces que te matan desde la cuna para que
no crezcas y te conviertas en escritor o cuenta cuentos. En el mundo al revés
panameño no se tiene miedo a la tulivieja, ni a la silampa, ni a los duendes,
ni al chivato; aquí se tiene miedo a la policía, al político corrupto y al jefe
o jefa de la oficina de recursos humanos.
Paisano panameño, camarada
panameño este es tu Panamá al revés. La mala noticia es que no estamos en un
cuento como Alicia; la buena es que podemos imaginarlo al derecho como debería
ser. Pero para eso tienes que asomarte a la ventana y decidir si quieres
cambiar tu realidad o dejarla como está.