El 25 de abril de 2022 el poeta Manuel Orestes Nieto recibió de manos del Presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen, la Condecoración Rogelio Sinán. En un acto cultural lleno de emociones y aplausos el poeta dio su discurso que titulo Poeta de utilidad pública y que reproduce La Mirada de Nuchu porque consideramos que es una comunicación con importantes aportes a la cultura que deben darse a conocer. Felicidades al poeta Orestes por este merecido reconocimiento.
POETA DE UTILIDAD PUBLICA
Condecoración Nacional Rogelio Sinán
Discurso de Manuel Orestes Nieto
La poesía ayuda a vivir. Su alma es la palabra inmaculada para cantarle
a la vida. Compañía leal de los
patriotas que en su heroicidad no se dejan arrebatar la patria.
Es la bandera en su mástil. El viento
arrodillado a sus pies.
El arte de la poética es un rito. Una
salutación. La soledad acompañada donde
se talla lo que el corazón dicta. Es la
música que surge del imponente altar del amor. El abrazo que conmociona. La
lágrima vencida por la ausencia. La
impotencia por los que mueren. La muda voz del dolor.
La poesía es gratitud para quienes nos
dieron aliento, país y cielo.
La escritura es un oficio de luz, orfebrería
y misterio. Es una maravilla. Siempre plasmando,
inventariando, denunciando y profetizando.
Amigos todos
Recibo el honor inmenso de la Condecoración Nacional
Rogelio Sinán.
Mi agradecimiento al Gobierno Nacional que
preside el Señor Presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen; al Consejo
de Escritoras y Escritores de Panamá quien decidió y valoró mi obra poética. Al Ministerio de Cultura y al Ministerio de
Educación, quienes convocan y otorgan cada dos años esta Condecoración.
Este honor lo atesoraré entre las cosas más
queridas. Es un regalo inigualable y conmovedor.
Son 52 años sin pausas desde el primer
cuaderno poético de 1970. He podido
pintar con las palabras y tomar fotogramas verídicos del tiempo histórico que
me tocó vivir.
Mi familia -Helena, esposa, Ethielt, Jihan,
hijos, y los nietos, Ethielín e Ivana, el porvenir encarnado- están aquí
acompañándome; la vida ha sido buena y generosa por tenerles. La casa es el lugar
donde escribo y cada día les agradezco el espacio y el tiempo que me dan, y,
sobre todo el aliento amoroso para insistir en la escritura solitaria.
Yo estaba en aquella acera con Domingo López Chang, marido de mi tía
abuela, frente a las cariátides de bronce del Instituto Nacional, en la puerta
del colegio heroico. Allí está mi
infancia y allí crecí, en calle Estudiante, en Santa Ana, bajo el
aguacero. Siempre olía a lluvia.
Domingo tuvo la delicadeza de poner en mis manos los primeros libros de
literatura panameña que leí. Estábamos allí y por la otra acera venía caminando
sin prisa este hombre impecable.
-Mira, ese que es Rogelio Sinán.
Ese es el poeta, Sinán-
Lo vi, saludando y conversando con los estudiantes institutores. Fue toda
una revelación ese día singular: un niño en la pobreza de un barrio pobre de la
ciudad de Panamá, se asombró por ver por vez primera al escritor vivo, a la estela
luminosa cuyo nombre es Bernardo Domínguez Alba. Al poeta predestinado que cambió
el curso de la literatura de nuestro país.
Sinán
trajo las novedades y noticias del otro lado del mar Atlántico. Él y Roque Javier Laurenza, desataron un
impulso de la poesía panameña: el vanguardismo irrumpió con vigor en Panamá y su
poemario Onda, de 1929, es la pieza clave de ese salto.
El
Maestro Rogelio Sinán es el escritor más completo e importante que ha producido
la nación panameña.
Con
medio siglo que mediaba entre ambos, fui su amigo en la poesía y en vida.
Señoras y señores:
Nuestra
literatura está hecha de eslabones que brillan en un hilo de plata que une a
todos los escritores de Panamá, desde sus orígenes, en generaciones sucesivas,
hasta hoy.
Allí
está la hermosa legión, elegida y digna que ha escrito los versos inmortales,
los libros que nunca morirán, las páginas con sus plumas, sus máquinas, sus
computadoras. Creadores de mundos. Manuel
María Ayala, José María Alemán, Gil Colunge, Tomás Martín Feuillet, Amelia
Denis, Ricardo Miró, Demetrio Korsi, Demetrio Herrera Sevillano, Gaspar Octavio
Hernández, Esther María Osses, Elsie Alvarado de Ricord, José de Jesús
Martínez, Pedro Rivera, y los jóvenes de hoy.
La
poesía es una comunión de múltiples seres, nacimientos y resurrecciones, es la suma
de hechos ardientes de la vida misma.
En 1990 publiqué Poeta de utilidad pública. Es un verso prestado
del Premio Nobel chileno de literatura Pablo Neruda.
La utilidad pública de la poesía se basa en la fuerza y la ternura, para
servir a otros, curar heridas, dar aliento y no perder la esperanza. Sin esas calidades, la poesía suena pero no
canta.
Escribo obsesionado sobre un tema recurrente: la memoria que anida
en nuestro ser y los pigmentos centelleantes de nuestra identidad nacional.
Para escribir han sido inspiradores los
hechos que ocurrieron, las sangres que se mezclaron, la sagrada de la matriz
que nos formó.
Ello es, la placenta de la panameñeidad. Es un intento que no cesa: saber quiénes
somos y cómo nos atrevimos a vivir. Cómo
se gestó, de qué sentimientos está hecha la nación panameña
Escribirle a la patria, sobre sus años duros
y los de su esplendor, sobre su vértigo geográfico, sobre el abuso por quienes
le ocuparon, ha sido una motivación poética, incluyendo la transustanciación
poética con aquellos seres anónimos, invisibles, sencillos, que han hecho este
país, que lo han amado y que han muerto por él.
En suma, es la poética de la memoria. Ese
registro de lo que vieron las pupilas de nuestros ancestros, la marcha de una
caravana humana y cuya historia está escrita en la piel y las espumas de los
mares que nos circundan.
El mar es nuestro infalible testigo. El
deslumbrante mar que nos hizo.
El borde de los océanos es nuestro hogar. Los panameños somos el caracol y su laberinto
sonoro. Aquí oramos y blasfemamos, con
los ojos inyectados de esperas, soledades y alegrías encendidas.
Panamá es una tierra dulce y de agua salada,
es nuestro alero. Panamá es el
estrecho, las aguas que estaban unidas y se separaron al emerger un muñón de
tierra con costras, piedras y huesos; el puente del continente americano y que
volvería a abrirse excavándolo con máquinas y colosales trabajadores. Cruzar entre
los mares fue un milagro de imaginación y persistencia. La proeza titánica. Hacer aquí en la
angostura el Canal, el lago y el portentoso río que lo alimenta de agua dulce.
La epopeya que nos legó la interoceanidad
como un supra valor geográfico, que conecta pueblos y acorta distancias.
En el tercio selvático -El Darién- está el
cuerpo inerte del conquistador como Vasco Núñez de Balboa, sigue allí de pie ante
un mar desconocido. Pero por paradojas
de la historia allí lo decapitaron.
Fueron siglos sin libertad y sin independencia. Los estandartes ajenos fueron los de las
consecutivas colonias.
La nación, titánica, se fue armando y emergió pese a todo. Se ha ido
forjando contra todo pronóstico, multicolor, pluriétnica, diversa,
entremezclada, politonal, danzarina veloz, fusión de rostros, manos y pisadas. Fue aquí, ante el agua, el sol oblicuo y el
sopor ambarino de estas costas, nacimos crujiendo como langostas y cangrejos en
el dolor de nuestro parto.
Señoras y señores
Escribir en un país fracturado en su geografía,
no fue fácil. No
fue fácil crecer y vivir junto a los ocupantes, consciente del sesgo físico, en
la herida quemada de la tierra dividida, en la confusa cotidianeidad de no
tener lo que te pertenece.
La posesión foránea del Canal y sus bases militares. Un pabellón extranjero
enclavado en nuestro suelo que laceró nuestros ojos. Este es otro
de los núcleos donde ha bebido mi poética:
La ausente y la anhelada soberanía sobre nuestra tierra.
En esa curva del tiempo y la historia escribí con tristezas y rabias, pero
ocurrió que las costillas telúricas de la patria fueron recuperadas.
Y también pude cantar al maravilloso día del siglo XX en que la
multitud entró a tomar posesión del Canal, cuando toda la tierra de la patria
fue una y nuestra y ellos se fueron de aquí para siempre.
Señor Presidente y
amigos todos:
La poesía es también ciudadana y tiene
cédula de identidad. Pero hay algo desconocido sobre el oficio. Tenemos horizontes luminosos y mucho sabemos
del interior de nuestra sociedad. Pero a
veces una humareda se cierne sobre nosotros.
Por ello permítanme expresar lo siguiente:
La nación panameña ha llegado hasta aquí,
con esfuerzos enormes y exclusiones, no murió en el intento. Pero no todos llegamos de la misma manera ni
del mismo tamaño. Somos uno de los
países más desiguales del mundo. Esa
brecha lacera y daña vidas. Unos mueren
de gula y otros de hambre. No creo que
ese sea un ideal de país para nadie. Ni
para la conciencia de nadie.
Es con la educación con la que se hace una
sociedad. Ese es el secreto más público de todos los secretos. ¿Cuál educación? Aquella que pueda revolucionar nuestras vidas.
Aquella que sea herramienta transformadora.
Aquella que sea semilla, plancton, que crea conocimiento e
inteligencias. La que tiene como prioridad
el desarrollo humano de Panamá.
Un sistema educativo con acceso es lo que
dignifica a la persona. Una educación
integral, solidaria, humanista, en el aula, en la ciudad, en la cordillera y en
tierras remotas. Este es el camino. Por allí la inequidad puede ser extirpada y
ser un país más humano.
En ese proceso, quiero subrayar el valor que
tiene el libro -porque a través de él se educa; es el que transporta nuestra
literatura; el libro impreso y el libro digital, el audiolibro y los libros
infantiles con su poderosa magia- para el estudiante, los ciudadanos y para
quienes los escribimos.
Se que no estamos en el kilómetro cero. La Ley General de Cultura contiene las
herramientas para dar un salto cultural y ello incluye a la lectura desde la
niñez. Tener un Plan Nacional para el Fomento del
Libro y la Lectura, generará frutos asombrosos.
Debe procurarse su expansión por todo el país.
Hacer literatura es un privilegio. Y también implica un deber con la
sociedad donde ha nacido.
Es todo lo contrario al estigma de que los artistas y escritores se
inventan mundos imaginarios. No puede
ser que hoy en las aulas, los estudiantes desconozcan quiénes son sus
escritores. Si no somos leídos es igual
a que no existiéramos. Mientras no
lleguemos al aula no existiremos.
El libro leído es la constancia de la función útil de la
literatura. Ser un país casi sin editoriales
no es nada agradable. Dejar atrás los
libros de los autores que ya no están y no se vuelven a publicar nunca, es muy
incómodo.
La edición contemporánea de libros de autor tiene recursos técnicos
para que Panamá tenga una bibliografía abundante, ya sea en papel, en digital,
bajo demanda, en alta calidad y belleza.
La cultura, las artes y la literatura, son esencias de esta nación y
ellas tienen que construir orgullo, estima y respeto en nuestro pueblo. Nacen en ese pueblo y funcionan como la
sangre en el corazón.
Yo les pido mirarnos en la historia de esta tierra llamada Panamá con
gallardía.
Escribamos las páginas que testifiquen que somos la nación que ha
sabido vencer adversidades, altiva y con una historia de dignidad que los
panameños del futuro agradecerán.
Vendrá un tiempo para arribar a los puertos que hemos anhelado, a la
casa merecida, a los mares sin heridas, a una sociedad más fraterna y sin
fratricidas. Para ello hay que remar con
fuerza.
Vendrán los tiempos de las emancipaciones y las anfictionías. Como una
capital del universo.
Por derecho propio, ístmico, telúrico y porque estamos aquí, en este
lugar que es techo y morada permanente, y no la fugacidad efímera.
Panamá es una decantación histórica, llamada a tomar su papel en este
epicentro, en este eje terráqueo.
Llegarán otros hijos y vendrán las madres de otras madres. En los ojos de las aves marinas vendrá el
tiempo de lo justo.
Pude hacer la poesía. Pude tocar la intensidad humana. Insistí e insisto en la palabra, cumpliendo
sus leyes infinitas, con amor al país y a los que conmigo viven.
Gracias. Muchísimas gracias por
este día. Por todo el afecto que recibo y por cada palabra pronunciada aquí, que
es aliento vital.
Panamá.
Ésta fue, es y será por siempre nuestra patria
sagrada.
MUCHAS GRACIAS
Panamá, 22 de abril de 2022
Teatro Nacional