viernes, 27 de octubre de 2017

El Miró no es para cinta amarilla.

El Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró se creó en 1942. Es un certamen que representa a la sociedad desde distintas  prácticas culturales. Tenemos un Miró que a partir de lo social se inserta  para darnos una radiografía de la problemática nacional; un Miró que desde la filosofía reflexiona sobre el ser panameño; un Miró que históricamente recupera la memoria; un Miró que desde la antropología y la identidad nos revela quienes somos; un Miró que asume lo estético y el imaginario para reinventar la realidad.

En estos 75 años el Concurso Ricardo Miró ha hecho, orgánicamente, una lectura del entramado de la cotidianidad, la identidad y la historia. El Miró también es una institución pedagógica que se inserta desde la lectura como un proceso de subjetividad. El sentido de lo que somos, lo que contamos como individuos y como colectividad queda moldeado en las obras que sucesivamente van formando el acervo cultural del premio. Los premios Miró relatan la sociedad, lo que ella es y lo que podemos ser.

La experiencia de la lectura de las obras de la colección del Ricardo Miró es un encuentro con la diversidad, pero sobre todo con la otredad. El aporte del premio es un alivio que ha permitido durante décadas construir nuestro patrimonio cultural intelectual. El Miró es un relato que va tejiendo incertidumbres y certezas, y que postula nuevas lecturas cada año como un salvamento social que permite la reflexión y propicia la posibilidad de repensar lo que podemos hacer como país.

Desde la compleja trama social que se encuentra resentida por las constantes tensiones de la realidad, la lectura de obras literarias viene a contribuir para fortalecer las relaciones de los miembros de una comunidad. La obra literaria es un hecho estético que debe reunir una serie de elementos básicos. Una obra literaria es una pieza de arte cuya propuesta está enmarcada en un discurso estético y social muy puntual.

La lectura de una obra literaria es una actividad cultual de socialización que permite la sensibilización de los ciudadanos y la construcción de sentidos. Cuando leemos confrontamos nuestros problemas y fortalecemos la noción de la realidad con la imaginación. Imaginar nos permite ser creativos y cuando somos creativos pensamos en soluciones. Una obra literaria tiene esa misión implícita.

Escribir es una tarea sistemática y sostenida que un escritor serio, y que respeta el oficio, ejerce desarrollando un trabajo duro.

He hecho esta larga reflexión solo para aportar mi opinión como autor (que no como servidor público) en torno al reciente fallo del Premio Ricardo Miró en la sección novela que quedó desierto. He leído todos los artículos de opinión y los post en las redes para poder reunir y aclarar mis ideas.

De salida dejo mi postura clara en torno al fallo del jurado el cual defiendo. Los jurados de esta versión fueron todos de altura. Novelistas y docentes, conocedores del arte de escribir. No es justo juzgar de inexperto al cuerpo de jurado. Todos sabemos que las bases del Miró dicen que el fallo es inapelable, y aunque sorprende que de 30 obras no haya habido ganador eso solo permite reflexionar que algo pasa en el sector.

Muchas personas que escriben (que aún no son escritores, pero lo quieren creer), que participan en el concurso, son principiantes. Comparando, el Miró es como un torneo de karate para cintas negras, no para cintas amarillas. Aunque en la historia del concurso han ganado en varias ocasiones escritores primerizos, eso solo indica que son personas con mucho talento, no son experimentos. El Ricardo Miró no es una lotería ni un laboratorio.

Nuestro concurso Ricardo Miró se ha debatido en todos los escenarios de la evolución del progreso en 75 años de concurso. No podemos premiar donde no hay talento. Una novela no es un anecdotario o un diario de emociones. Una novela se escribe con disciplina, se revisa y se revisa hasta que haya una historia digna de merecer entrar en el corpus de la literatura panameña.

Es cierto que es imperioso el trabajo en políticas de lectura que acerquen a las personas a las obras del Ricardo Miró en todos los espacios y que hacen falta estrategias para propiciar nuevas relaciones con los autores y la comunidad. Es verdad que son más reconocidos los de la selección de futbol que nuestros escritores, pero eso pasa aquí, en España y en cualquier parte del mundo.

Es cierto que el fomento de la lectura es un espacio de la gestión cultural tan importante como la gestión del patrimonio o las artes escénicas y es significativo para el desarrollo cultural. Los mismos procesos de la gestión cultural son impensables sin la práctica de la lectura.

Es cierto que es sustancial que la buena lectura se apropie y posicione en los nuevos espacios y que sea una bandera de la gestión cultural, que se lleve a las comunidades, a las escuelas y a otras instituciones. Y es por eso, precisamente por eso, que es importante que tengamos obras de calidad para que los estudiantes no lean libros malos (si algún día el INAC y el MEDUCA deciden articularse para que esto pase). Hacer arte no es una responsabilidad de ningún gobierno; es una responsabilidad del artista.


Carlos Fong

domingo, 15 de octubre de 2017

La cultura es incertidumbre

Palabras por los ganadores del los premios Ipel  en rueda de prensa el miércoles 11 de octubre, hotel Wyndham.




Su Excelencia Luis Ernesto Carles, Ministro de Trabajo y Desarrollo Laboral

Director del IPEL, señor Gerardo Guerrell, director del Instituto de Estudios Laborales.
Amigos organizadores de los premios IPEL: Dixiela Arrocha, Noel Pinzón, Fidel Cajar, Rodrigo Moreno y todo el equipo.
Amigos periodistas.
Camaradas artistas.

Damas y caballeros:

Se me ha solicitado el honor de dar unas palabras a nombre de los 27 galardonados de los premios Ipel de esta versión del 2017. Debo admitir que estoy muy honrado y feliz de poder hacerlo. Primero quiero felicitar a Instituto Panameño de Estudios Laborales por organizar y mantener este concurso que es uno de los más importantes del país desde 1977.

La categoría con la que gané fue el cuento. Soy un escritor y podría estar hablando sobre los atributos de la lectura y los libros por mucho tiempo porque ese es mi trabajo. Pero por respeto a los demás amigos artistas  ganadores en las categorías de artesanía,  corto metraje, décima,  escultura, fotografía, pintura, poesía y prensa escrita, quisiera hacer una breve reflexión sobre una palabra que nos vincula y nos hermana a todos: la cultura.

La mayoría de ustedes estarán de acuerdo en que la cultura es el espacio donde se dan los consensos y se crean alianzas, por eso se habla de que la cultura sana los tejidos de la sociedad. Pero yo voy a hacer un poco temerario y diré que la cultura también es el lugar donde se generan conflictos,  tensiones y resistencias, porque la cultura no es algo que sólo genera certezas, también crea incertidumbres.

Estas incertidumbres nos ayudan a cuestionar la realidad y a dudar de ella. La cultura es el lugar donde los artistas interrogamos al mundo a través de lo que hacemos. Esta interrogación es nuestra forma de resistir los problemas, los abusos, las injusticias, los flagelos y todos los males que amenazan a la democracia, mejor dicho, a la libertad.

Carlos Fong
Quiero anotar algo muy importante que he dicho en otras ocasiones en mis talleres, conferencias o charlas que la mayoría de las veces van dirigidas a los jóvenes, esa especie tan frágil y vulnerable de la vida humana. Y me refiero a ellos porque son los que más me preocupan en este mundo que cada día está más convulsionado y amenazado no solo por las bombas y la violencia callejera; también está amenazado por la carencia de los valores más nobles; ciertas ausencias son todavía más peligrosas.

A los jóvenes les digo cada vez que puedo que la cultura no es la vacuna ni el remedio ni la panacea para curar los males de la sociedad. No es la cultura más importante que la ciencia o la tecnología.  Los que hacemos cultura no somos magos con una varita mágica, aunque algunos parezcamos gurus o chamanes.

No, la cultura no nos salvará de la destrucción inminente. Pero la cultura tiene una misión que no tienen otras esferas del conocimiento: la cultura nos ayuda a persuadirnos de que el mundo puede ser mejor. Nos sensibiliza y nos permite tener una mirada de otros mundos posibles. Y cuando algo puede ser posible la esperanza se fortalece. Y cuando hay esperanza nacen las ideas y las ideas traen proyectos de vida. Creo que esa es la misión de la cultura.

Muchas cosas que nos están pasando se deben a que vivimos un presente empobrecido desde la cultura. Si una persona tira un bulto de basura al río, o ensucia una parada de bus o daña una escuela; si las personas se agarran a golpes en la calle o se dicen las cosas más feas del mundo; quiere decir que viven una realidad empobrecida y vacía de sensibilidad, de empatía, de valores, de pertenencia, de identidad, en suma: una ausencia de cultura. Su realidad es frívola y mediocre porque lo más seguro es que su entorno carece de cultura.


Los artistas soñamos con un país donde la cultura sea prioridad del Estado. Que en la agenda de los que toman las decisiones políticas la cultura estuviera en primer lugar. Porque la cultura trae la educación, la salud, la ciencia, la tecnología, la investigación y muchas cosas más. Eso es lo que soñamos los artistas. Que en vez de cantinas y bodegas tuviéramos equipamientos culturales. Que en vez de acortar, se incrementara el presupuesto para la cultura. Pero no es así. Es todo lo contrario y eso nos entristece. Por esa razón el artista sufre y le duele su país. Por eso desde nuestro arte siempre estaremos sufriendo, pero también resistiendo y enseñando a resistir.

Quiero terminar con una breve reflexión que me inspiró un libro que me obsequió mi amigo Guillermo Castro, un hombre noble y brillante que se preocupa por pensar a los panameños. El libro se titula “Analfabetismo ecológico: el conocimiento en tiempos de crisis” y es de Rodrigo Tarté, otra persona brillante que dejó de estar con nosotros en el 2011. En ese libro Tarté nos habla de que hace mucho tiempo el hombre rompió su diálogo con la naturaleza y nos dice que es importante retomar ese diálogo. Le llama analfabetismo ecológico.

Pienso que lo mismo nos está pasando con la cultura. Tal vez no tan grave como con la naturaleza porque aún podemos sentir la cultura en las fiestas, en los festivales, en las comunidades y en concursos como el IPEL. Pero pienso que los artistas debemos gestionar nuevas formas de articulación y de cooperación que nos ayuden a llamar la atención de quienes toman las decisiones. Pienso que debemos apostar por una nueva ecología de la cultura que nos permita retomar el diálogo entre la cultura y la ciudadanía. De no hacerlo, muy pronto, tal vez más rápido de lo que imaginamos, tendremos un país lleno de mentes empobrecidas. Un país entristecido



Buenos días

Carlos Fong
Primer lugar categoría cuento

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