Por Rafael Ruiloba.
Tristán Solarte |
El mito del mal como símbolo, es
el valor interpretativo de la novela de Tristán Solarte, porque desde el título, El Ahogado, el autor nos remite a una
contradicción. ¿Cuál ahogado? Si el personaje de la novela fue asesinado a
puñaladas. La única referencia al
ahogado es su relación con la mitología panameña,
el personaje es el hijo perdido de la Tulivieja, arrastrado desde épocas
inmemoriales por el río del tiempo, que ahora
ha renacido como el mito del eterno retorno en Bocas del Toro.
Para describir
este misterio mítico sobre el origen del mal,
la narración presenta indicios
premonitorios “ algo quedó
rezagado en las islas. Algo muy podrido surca, la corriente sanguínea poblando
los sueños de signos sin clave. Cualquier crimen hace surgir hasta de los
hombres más sensatos, una horrenda sensación de culpabilidad, de complicidad”.
Esta nueva tensión paradójica, indica que se ha caído la muralla del paraíso y
es necesaria una nueva conciencia de los
contrarios, porque las polaridades de la cultura que dan origen a la conciencia
del mal han cambiado; se ha producido
una nueva noción sobre la existencia de la
culpa y por lo tanto, la del culpable, de esta manera la novela adquiere un sentido premonitorio, en tiempos donde el crimen, ya no es una violación de lo sagrado, ahora es
costumbre. Porque
al ser parte del espectáculo periodístico, el crimen se hace cotidiano; se convierte en parte de la normalidad alterada donde el mal se esconde
y se disfraza en lo cotidiano para contaminar las conciencias con el relativismo
moral, lo cual es una tragedia. ¿Acaso por
eso Tristán Solarte, deja como un aldabón para el lector la dualidad moral al
elegir entre culpabilidad y complicidad? Acaso no comparten el punto de vista
del narrador que desea asesinar con justa razón al poeta maldito.
Como recuerda
Joseph Cambell en El Héroe de las mil caras,
la conciencia como templo interior
o como el vientre de la ballena, aloja el mal y este solo puede ser
sacado de la conciencia, eliminado por un
crimen en este caso real o deseado,
y esta es la paradoja de Tristán Solarte sobre la condición moral de la
modernidad. Cada personaje de la novela
es seducido por el mal y al final el lector debe elegir si lo es o no como el
narrador de la novela.
Cuando el novelista describe el asesinato, la victima sonríe, como el Minotauro de
Borges, quien asume la muerte como una liberación. ¿Acaso porque su labor ya
estaba realizada y el asesinato era su victoria? Si observamos,
la paradoja es una de las contantes estéticas de la novela, y ella permite que los hechos estén descritos de tal manera que siempre queda
el umbral del misterio abierto, así el narrador logra tensión al relacionar la pasión con el sufrimiento; logra que la belleza del paisaje este en tensión, con el crimen, la inmoralidad de la
conciencia; la pasión de los personajes, en tensión con la culpa; el amor en contraste con la indiferencia; la moral en tensión con el deseo ; la pulcritud de la ingenuidad en tensión con
la suciedad de la culpa escondida en la conciencia de todos los personajes. Pero este florilegio de ambigüedades como nos describe William Empson (1930 p. 240)
no son más que recursos para evadir los hábitos de reticencia del
lector, que a fin de cuentas es el personaje central de la novela.
Hasta este punto
la disposición narrativa de la novela sigue los patrones de la novela policíaca,
convencional, de tal manera que para que
el crimen sea significativo, dice Raymond Chandler, la víctima debe ser una
persona inocente. Y así lo presenta en la
introducción de la novela, ya que la víctima, el poeta adolescente, es el
joven bueno, la persona ideal, el
ejemplo moral, un dechado de virtudes intelectuales, por lo que su asesinato produce terror,
concita el miedo y constituye, la violación de uno de los valores más sagrados de la sociedad humana, el
derecho a la vida, por lo que es necesario para el lector, restituir el orden sagrado
de la sociedad Pero esta vez el orden se
restaura porque al descubrir la personalidad secreta del muerto , se justifica
el crimen. La pregunta se justifica el orden social
por un crimen.
No obstante, la lectura, la cual se equipara
con una investigación policiaca, degradará esta fórmula narrativa de la novela
policial y revelará al lector, una paradoja moral, propia del mito: el poeta tiene un alma oscura, lleva en
su belleza ideal una capacidad seductora que arrastra a todos a la lujuria
inmoral, y les saca del alma lo peor de sí mismo. Por lo que al
umbral del misterio se abre para que el lector comprenda que el poeta, es el ahogado, el hijo de la
tulivieja, perdido desde tiempos inmemoriales, por lo que su madre lo asesa, con su presencia maligna, porque ella
como todos los personajes de la novela desea lavar su culpa.
El tema es uno
de los más antiguos y universales de la cultura. La Biblia concibe al hombre con una tendencia
al mal, su culpabilidad innata (Gén, 6: 5, Gén, 8:21, Deut, 31:21) Lo que significa por contraste
que dominarla, es la empresa moral e implica su capacidad para el bien. Pues el
hombre ha de elegir entre estas dos opciones (Deut. 11, 26 28). Y esta es la elección de cada
personaje, de la novela, pero en ella todos
quedan en la redes del mal, todos son seducidos por este; su debilidad es el deseo y este les transforma la conciencia porque pierden su
inocencia, una cualidad de lo sagrado en el hombre.
Esta
paradoja moral, según Eric Fromm ( 1991, p. 40) se debe que a que la Biblia, considera que ambas cualidades crecen en la conciencia
humana porque el hombre posee una
cualidad básica; la imaginación. Y esta sólo
puede ser alimentada por la tendencia hacia el bien, aunque exista esa
tendencia hacia el mal porque si bien es
cierto el hombre
tiene defectos y valores
negativos pero se reivindican. Adán, nos
recuerda Fromm, fue cobarde; Caín, asesino, fratricida; Noé, borracho y flojo ;
Jacob, fraudulento; José, manipulador ; y el rey David, lujurioso y criminal, pero eran ejemplos de que el hombre
podía redimirse por el bien. Como vemos si antaño llovía hogaño no escampa.
Esta dualidad
paradójica de la moral fue una de las preocupaciones del Surrealismo, en
particular era la preocupación
intelectual de Gorges Bataille. Mario Vargas Llosa en el prólogo del libro El Verdadero Barba Azul (1975, p 9) cita la
tesis sobre la moral moderna de Bataille. “ Hay en
cada hombre un bestia camuflada, un
animal encerrado en una prisión como un esclavo, hay una puerta , si la abrimos
el animal se escapa, entonces el hombre muere provisionalmente, y la bestia se
conduce como una bestia, sin preocuparse por incitar la admiración poética del
muerto.”
Y este es el drama del Ahogado, cada personaje
de la novela ha sido bestializado por el
deseo y una de ellos dejó de preocuparse por “la admiración poética del muerto”.
Entonces qué revela la investigación del doctor, su impotencia o su deseo de
ser el criminal. Qué revela la confesión de los personajes, su hipocresía
o que su inautenticidad humana, oculta la bestia inmoral, porque todos
pudieron ser los asesinos. Entonces el objetivo de la novela degrada la búsqueda
policial porque el autor quiere que el lector haga una elección moral. El mito no es accesorio, porque en la novela
de Solarte el mito es el correlato, del
eterno retorno de mal que articula la
significación de la novela para representar
el mal como esclavitud de la voluntad.
De tal
manera, que el hombre desde siempre ha estado sometido a las paradojas culturales de esta contingencia, debido a la búsqueda
solitaria de una identidad, o del sentido de la vida, el cual sin duda tiene un
sentido moral. Pero la falta de moral no
es la llave que abre la puerta a la bestia, es la falsa moral, la hipocresía.
La cual le da una coartada humana a la bestia.
Esto nos lleva a la clave estética de la novela, Solarte después de
revelar la naturaleza malvada de la víctima pone al lector a elegir como juez del proceso, si merecía ser
asesinado o no. Lo cual relativiza el valor sagrado de la vida. Pero esa es la
elección moral del lector.
Por eso una de las funciones de la literatura como
sustituta de la mitología, es alimentar en
la imaginación humana con la tendencia del hombre hacia el bien, pero Solarte, nos advierte que la cultura,
tiene una tendencia hacia el mal. Por
eso dice el psicólogo estadounidense Rollo May (1991)
en su libro La necesidad del Mito, (La influencia de los modelos culturales, en
el mundo moderno) ( 1998 p 28) que el
mito encarna una tendencia hacia el bien,
y esto es lo que hace la novela
de Tristán Solarte diferente, ya que para hacer evidentes los fines del mito, la novela de Solarte representa
el mal como esclavitud de la voluntad.
Por eso el lector como juez tiene que
elegir entre las contradicciones
generadas por las paradojas morales de
nuestra sociedad, si el crimen se justifica o no, por eso la novela va más allá de presentar una historia
donde la realización de la existencia está
tocada por lo maligno, nos dice que lo
maligno tiene ahora otra máscara de belleza e hipocresía con la cual se pretende ocultar, lo tumultuoso del hombre. Estamos advertidos.
Bibliografía.
Joseph Cambell. El héroe de las mil caras.
1949 . México Fondo de Cultura Económica
2010
Tristán Solarte , El Ahogado, (
1954 ) Maferrer Editores. Panamá 1998.
Empsom, William . ( 1930 [ 2006 ]) Siete Clases de ambigüedad. Fondo
de Cultura Económica, Mexico 2006.
Rollo May, La necesidad del Mito.
(1992) Buenos Aires Argentina, Editorial Paidós.
S . Swarthy . ( s.o.d.) [ 1939] Tratado de Mitología. Buenos Aires Argentina. Editorial Araujo.
Erich Fromm (s.o.d. ) [ 1991 ] Y seréis como Dioses.
Barcelona España, Editorial Paidós, SAICF.
Rafael Ruiloba |
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