jueves, 7 de marzo de 2019

El ahogado de Tristán Solarte o el mito del mal como paradoja moral de la conciencia moderna.


   
Por Rafael Ruiloba.

Tristán Solarte
El  mito del mal como símbolo, es el valor  interpretativo  de la novela de Tristán Solarte, porque  desde el título,   El Ahogado, el autor nos remite a una contradicción.  ¿Cuál ahogado?  Si el personaje de la novela fue asesinado a puñaladas.  La única referencia al ahogado es su relación con  la mitología panameña, el personaje es el hijo perdido de la Tulivieja, arrastrado desde épocas inmemoriales por el río del tiempo, que  ahora ha renacido como el mito del eterno retorno  en Bocas del Toro.  

   Para describir este misterio mítico sobre el origen del mal,  la narración presenta  indicios  premonitorios “ algo quedó rezagado en las islas. Algo muy podrido surca, la corriente sanguínea poblando los sueños de signos sin clave. Cualquier crimen hace surgir hasta de los hombres más sensatos, una horrenda sensación de culpabilidad, de complicidad”. Esta nueva tensión paradójica, indica que se ha caído la muralla del paraíso y es necesaria una  nueva conciencia de los contrarios, porque las polaridades de la cultura que dan origen a la conciencia del  mal han cambiado; se ha producido una nueva noción sobre  la existencia de la culpa y por lo tanto,  la del  culpable,  de esta manera  la novela   adquiere un sentido premonitorio,  en tiempos donde el crimen,  ya no es una violación de lo sagrado, ahora es  costumbre.   Porque al ser parte del espectáculo periodístico, el crimen se hace  cotidiano;  se convierte en parte  de la normalidad alterada donde el mal se esconde y se disfraza en lo cotidiano para  contaminar las conciencias con el relativismo moral,  lo cual es una tragedia. ¿Acaso por eso Tristán Solarte, deja como un aldabón para el lector la dualidad moral al elegir entre culpabilidad y complicidad? Acaso no comparten el punto de vista del narrador que desea asesinar con justa razón al poeta maldito.
 
Como recuerda Joseph  Cambell en El Héroe de las mil caras,  la conciencia como templo interior  o como el vientre de la ballena, aloja el mal y este solo puede ser sacado de la conciencia, eliminado por un  crimen en este caso real o deseado,  y esta es la paradoja de Tristán Solarte sobre la condición moral de la modernidad.   Cada personaje de la novela es seducido por el mal y al final el lector debe elegir si lo es o no como el narrador de la novela.   

  Cuando el novelista  describe el asesinato,  la victima sonríe, como el Minotauro de Borges, quien asume la muerte como una liberación. ¿Acaso porque su labor ya estaba realizada y el asesinato era su victoria?  Si  observamos, la paradoja  es una de las contantes  estéticas de la novela, y ella permite  que los hechos estén  descritos de tal manera que siempre queda el  umbral del misterio abierto, así  el narrador logra  tensión al relacionar  la pasión con  el sufrimiento;  logra que  la belleza del paisaje este en  tensión, con el crimen, la inmoralidad de la conciencia; la pasión de los personajes,  en tensión con la culpa;  el amor en contraste con la indiferencia;  la moral en tensión con el deseo ;  la pulcritud de la ingenuidad en tensión con la suciedad de la culpa escondida en la conciencia de todos los personajes.  Pero este florilegio de ambigüedades  como nos describe William Empson (1930 p. 240)  no son más que recursos  para evadir los hábitos de reticencia del lector, que a fin de cuentas es el personaje central de la novela.     

Hasta este punto la disposición narrativa de la novela sigue los patrones de la novela policíaca, convencional, de tal manera que  para que el crimen sea significativo, dice Raymond Chandler, la víctima debe ser una persona inocente. Y así lo presenta en la  introducción de la novela, ya que la víctima, el poeta adolescente,  es  el joven bueno, la persona  ideal, el ejemplo moral, un dechado de virtudes intelectuales,  por lo que su asesinato produce terror, concita el miedo y  constituye,  la  violación de uno de los  valores más sagrados de la sociedad humana, el derecho a la vida, por lo que es necesario para el lector, restituir el orden sagrado de la sociedad  Pero esta vez el orden se restaura porque al descubrir la personalidad secreta del muerto , se justifica el crimen. La pregunta se justifica el orden social por un crimen.   

   No obstante, la lectura, la cual se equipara con una investigación policiaca, degradará esta fórmula narrativa de la novela policial y  revelará al lector,  una paradoja  moral, propia del mito:       el poeta tiene un alma oscura, lleva en su belleza ideal una capacidad seductora que arrastra a todos a la lujuria inmoral, y  les saca  del alma lo peor de sí mismo. Por lo que al umbral del misterio se abre para que el lector comprenda  que el poeta, es el ahogado, el hijo de la tulivieja, perdido desde tiempos inmemoriales, por lo que su madre lo  asesa, con su presencia maligna, porque ella como todos los personajes de la novela desea lavar su culpa.    
          
El tema es uno de los más antiguos y universales de la cultura.  La Biblia concibe al hombre con una tendencia al mal, su culpabilidad innata (Gén, 6: 5, Gén, 8:21,  Deut, 31:21) Lo que significa por contraste que dominarla, es la empresa moral e  implica su capacidad para el bien. Pues el hombre ha de elegir entre estas dos opciones (Deut.  11, 26 28). Y esta es la elección de cada personaje, de la novela, pero en ella  todos quedan en la redes del mal, todos son seducidos por este;  su debilidad es el deseo y este les  transforma la conciencia porque pierden su inocencia,  una cualidad de lo  sagrado en el hombre.  

  Esta paradoja moral, según Eric Fromm ( 1991, p. 40) se debe que a que  la Biblia, considera que  ambas cualidades crecen en la conciencia humana  porque el hombre posee una cualidad básica; la imaginación. Y esta  sólo puede ser alimentada por la tendencia hacia el bien, aunque exista esa tendencia hacia el mal  porque si bien es cierto  el  hombre  tiene defectos  y valores negativos pero se reivindican.  Adán, nos recuerda Fromm, fue cobarde; Caín, asesino, fratricida; Noé, borracho y flojo ; Jacob, fraudulento; José, manipulador ; y el rey David, lujurioso y  criminal, pero eran ejemplos de que el hombre podía redimirse por el bien. Como vemos si antaño llovía hogaño no escampa. 

Esta dualidad paradójica de la moral fue una de las preocupaciones del Surrealismo, en particular era  la preocupación intelectual de Gorges Bataille. Mario Vargas Llosa en el prólogo del libro El Verdadero Barba Azul (1975, p 9) cita la tesis sobre la moral moderna de Bataille.  Hay en cada hombre un bestia camuflada,  un animal encerrado en una prisión como un esclavo, hay una puerta , si la abrimos el animal se escapa, entonces el hombre muere provisionalmente, y la bestia se conduce como una bestia, sin preocuparse por incitar la admiración poética del muerto.”      
    
 Y este es el drama del Ahogado, cada personaje de la novela  ha sido bestializado por el deseo y una de ellos dejó de preocuparse por “la admiración poética del muerto”. Entonces qué revela la investigación del doctor, su impotencia o su deseo de ser el criminal. Qué revela la confesión de los personajes, su hipocresía o  que su inautenticidad humana,  oculta la bestia inmoral, porque todos pudieron ser los asesinos.  Entonces  el objetivo de la novela degrada la búsqueda policial porque el autor quiere que el lector haga una elección moral.  El mito no es accesorio, porque en la novela de Solarte el  mito es el correlato, del eterno retorno de mal  que articula la significación de la novela para representar  el mal como esclavitud de la voluntad.        

  De tal manera,   que   el hombre desde siempre ha estado  sometido a las paradojas culturales de  esta contingencia, debido a la búsqueda solitaria de una identidad, o del sentido de la vida, el cual sin duda tiene un sentido moral.  Pero la falta de moral no es la llave que abre la puerta a la bestia, es la falsa moral, la hipocresía. La cual le da una coartada humana a la bestia.   Esto nos lleva a la clave estética de la novela, Solarte después de revelar la naturaleza malvada de la víctima pone al lector a elegir  como juez del proceso, si merecía ser asesinado o no. Lo cual relativiza el valor sagrado de la vida. Pero esa es la elección moral del lector. 

     Por eso  una de las funciones de la literatura como sustituta de la mitología, es  alimentar en la imaginación humana con la tendencia del hombre hacia el bien,  pero Solarte, nos advierte que la cultura, tiene una tendencia hacia el mal.  Por eso   dice  el psicólogo estadounidense Rollo May   (1991) en su libro La necesidad del Mito, (La influencia de los modelos culturales, en el mundo moderno) ( 1998 p 28)  que el mito encarna una tendencia hacia el bien,   y esto es lo que hace  la novela de Tristán Solarte  diferente, ya que  para hacer evidentes los fines del mito,  la novela de Solarte  representa  el mal como esclavitud de la voluntad.  

          Por eso el lector como juez tiene que elegir entre  las contradicciones generadas por las paradojas morales  de nuestra sociedad, si el crimen se justifica o no,  por eso la  novela va más allá de presentar una historia donde  la realización de la existencia está tocada por lo maligno, nos dice que  lo maligno tiene ahora otra máscara de belleza e hipocresía con la cual se  pretende ocultar, lo tumultuoso del hombre.  Estamos advertidos.      

         Bibliografía.
 Joseph Cambell. El héroe de las mil caras. 1949 . México Fondo de  Cultura Económica 2010  
Tristán Solarte , El Ahogado, ( 1954 ) Maferrer  Editores.  Panamá 1998.
  
Empsom, William . ( 1930  [ 2006 ]) Siete Clases de ambigüedad. Fondo de Cultura Económica, Mexico 2006.

Rollo May, La necesidad del Mito. (1992) Buenos Aires Argentina, Editorial Paidós.

 S . Swarthy . (  s.o.d.) [ 1939] Tratado de Mitología.  Buenos Aires Argentina. Editorial Araujo.

Erich Fromm (s.o.d.  ) [ 1991 ] Y seréis como Dioses. Barcelona España, Editorial Paidós, SAICF.  

Rafael Ruiloba

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