En 2005 se celebró el Año Iberoamericano de Promoción de la
Lectura. Los países miembros del Cerlalc y la OIE, de los cuales Panamá forma
parte, se propusieron, como meta de 2005 a 2015, elaborar estrategias para
promover el libro y la lectura.
En 2005 el INAC elaboró un documento base para promover la
lectura: Leer para vivir Panamá 2005-2015, que comenzó a cumplir con los
programas al sumarse a una movilización regional en torno a la lectura como
herramienta de inclusión social y desarrollo.
En el mismo año se hizo el lanzamiento de una intensa
campaña de lectura y se logró la articulación de diversas instituciones. Se
creó el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, que redactará la Ley del
Libro, la Lectura y las Bibliotecas.
Los días 29, 30 y 31 de octubre de 2007, el INAC vuelve a
tomar la bandera y organiza el Foro Nacional del Libro y la Lectura de Panamá,
que reunió a organizaciones públicas y privadas que tenían que ver con el tema
de la lectura. Es así como nació el primer borrador del Plan Nacional de
Lectura: Para leer Panamá, que se formalizó más adelante en un documento que el
INAC publicó y presentó en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero, el
jueves 27 de diciembre de 2007.
Pero la historia de la lectura en Panamá tendría un giro
imprevisto.
El 20 de diciembre de 2013, Meduca presentó un nuevo plan de
lectura. Los medios publicaron: “A partir de hoy, viernes 20 de diciembre,
Panamá se suma a los países iberoamericanos que cuentan con un Plan Nacional de
Lectura y Escritura”. Esto falta a la historia que acabamos de relatar y en su
momento lo sustentamos en un documento de 113 páginas titulado Instrucciones
para no leer Panamá. Políticas de Lectura o una historia de articulaciones y
desarticulaciones, porque el plan de lectura de Meduca no reunía los
componentes de un plan.
A partir de la administración del presidente Ricardo
Martinelli, el Plan Nacional de Lectura: Para leer Panamá empezó a perder
terreno. Con el nuevo proyecto de Meduca, creado precipitadamente sin
diagnósticos, sin articulaciones, sin consultas, que consistía en 10 concursos
que fomentaban la lógica de la competencia y condicionan los actos de leer y
escribir; la lectura, como práctica sociocultural, quedó oscurecida.
Si algo bueno se puede rescatar del Planple fue que ayudó a
fortalecer la Red Nacional de Docentes de Español (Rednade), una loable
iniciativa que es el resultado del esfuerzo de los profesores de español que
nació en una mesa didáctica en el marco del IV Congreso de la Asociación de
Academias de la Lengua en 2011.
Urge que el nuevo gobierno le dé formalidad a la Oficina del
Plan Nacional de Lectura y volver a las articulaciones con el Meduca, la Red de
Bibliotecas Públicas y las instituciones y sujetos comprometidos con la
educación y la cultura. El plan de lectura necesita institucionalizarse y
elevarse a una secretaría u oficina como, en efecto, ocurre en otros países de
la región.
Carlos Fong, La Prensa, 29 de junio de 2019.