“El hombre,
romántico, habla con su amada. Se confiesa. Se disculpa. Le dice que la ama. Un
silencio. Lágrimas. El hombre se desnuda y abraza la lápida donde ella reposa”.
Rey Barría 1951-2019. |
El texto que inicia mi artículo en esta ocasión es un
minicuento de Rey Barría. Se llama Íntimo. Es tan breve que parece un epígrafe.
Deja una sensación casi erótica y macabra; y su silencio es hermoso. Rey Barría
se especializaba en escribir cuentos cortos. Este sábado 15 de junio
despertamos con la triste noticia de que Rey había muerto.
Los escritores escribimos historias para resistir la muerte,
para postergarla. No podemos escondernos de la muerte, pero podemos prorrogar
nuestra existencia a través de las historias. La gente muere y con ella muere,
no solo su cuerpo; mueren sus problemas, sus alegrías, sus tristezas, sus
soledades, sus deseos y sus memorias; pero no mueren sus historias.
Rey Barría era uno de esos amigos que nos ayudaba a
relatarnos. Su solidaridad y camaradería eran formas de enseñarnos que la vida
es un relato corto, pero con grandes historias. Si pensamos la vida como una
imagen, como una anécdota, podríamos decir que Rey le daba posibilidad a esa
imagen y hacía que la anécdota fuera una fábula hermosa.
Sus cuentos brotaban de la experiencia con las cosas cotidianas.
Yo no lo conocí en un recital de cuentos ni en una tertulia literaria. Lo
conocí en una cantina, El Volcán, donde aprendí que la vida es un cuento y hay
que vivirla de la misma forma en que se escribe una historia: con inicio, nudo
y desenlace. Eran los tiempos en que nadie se distraía con el celular y nos
convocábamos para conversar.
Encantador, de barriga ancha de cervecero y una voz de
locutor, Rey me parecía demasiado galán para estar entre botellas de cervezas y
olores de pescado frito. No entendí, hasta ahora, que eran momentos de
compañerismo que nos enseñaban que la vida es tan breve como un cuento y que es
prioridad saber vivir.
Carlos Fong |La Prensa, 22 junio de 2019.
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