Carlos Fong
Tengo un nuevo desafío para mis lectores. Quiero que traten
de estar 24 horas sin leer nada. No hagan trampa, porque el reto implica no
leer nada, absolutamente nada. Ni un libro, ni un titular de periódico, ni un
mensaje de whatsapp, ni el correo, ni un informe, ni siquiera ese memo de
recursos humanos que te hace temblar; ni la receta de esa medicina nueva, ni
los subtítulos de esa serie que sigues hoy, ni el calendario que tienes en el
baño, ni las señales de tránsito, ni el letrero que te permite saber si debes
tirar o halar de la puerta; ni siquiera la factura que te dio el tipo de la
gasolinera, ni el horario de trabajo. Nada. Se trata de un día sin leer.
Estoy seguro de que acaban de pensar que perderán este
desafío. Para cualquiera persona que tenga el privilegio de conocer el alfabeto
y que sea capaz de decodificar el lenguaje escrito, no puede estar un día sin
leer algo, por muy pobre y simple que sea su vida. Leer es una práctica
sociocultural por su multiplicidad de dimensiones en que los sujetos la
entienden y la desarrollan desde sus propios espacios y situaciones sociales.
La lectura debe ser entendida desde las maneras reales en las que la gente la
asume y la entiende y la desarrolla en la vida cotidiana.
Solo la noción de lectura está en la vida de muchas formas:
se leen las constelaciones, las imágenes, el clima, los planos, las señales del
tránsito, el terreno, las cartas, los mensajes de la publicidad, la mano, el
iris del ojo, los instrumentos de navegación, las huellas en el tiempo, se leen
los sueños, las notas musicales, se leen las corrientes marinas, se lee el
pasado y la memoria. Por eso Alberto Manguel, en su hermoso libro Una historia
de la lectura, compara el poder del lector con el tamaño del universo.
Leer, como decía Jorge Luis Borges, es una forma de
felicidad, pero también es una necesidad. Sin embargo, la brecha de la
desigualdad en nuestros países se agranda cada día y son miles los niños fuera
de la escuela primaria, otros miles no la terminarán y otros miles se saldrán
antes de llegar a secundaria. Algunos milagrosamente aprenderán a leer, pero
serán analfabetas funcionales para el resto de sus vidas.
La responsabilidad de que todos tengan derecho a la lectura
no es solo del Estado. Es cierto que son las instituciones de educación las que
tienen el deber de alfabetizar; la adquisición de la lengua escrita es la
función de la escuela. Sin embargo, y en esto estoy totalmente convencido por
la experiencia trabajando en procesos culturales, la lectura debe ser un
instrumento de gestión cultural dentro de todas las instituciones, desde lo
privado y lo público. Esta articulación es indispensable para poder hablar de
democracia cultural.
La lectura debería estar presente como una herramienta de
construcción de la democracia y la ciudadanía en todos los sectores, no solo en
las escuelas o en la biblioteca. Estas son instituciones culturales donde la
lectura encuentra un significado especial casi poético; pero los espacios de la
lectura están en las tensiones de la vida cotidiana. Desde una sala de espera
en un centro de salud hasta la estación del metro. En los espacios y tiempos de
espera que nos ofrece la vida.
Daniel Cassany dice en un importante estudio “que la lectura
crítica contribuye a formar ciudadanos más respetuosos, autónomos y dialogantes
para una democracia más madura y justa”. Es por eso que la lectura sirve para
la inclusión social y el fomento de la diversidad, el sentido de pertenencia,
la valoración de las ideas éticas del cuidado; para reconstruir tejidos
heridos, es decir, para la cohesión social; para mejorar el capital social y el
entorno, para favorecer la formación, la investigación y el derecho a la
información; en resumidas palabras: para la construcción de ciudadanía.
Uno de los desafíos de la gestión cultural en el marco de
las políticas culturales es crear los flujos articulados que permitan que la
lectura sea visualizada como un derecho y eje transversal que cruza los
Objetivos del Desarrollo Sostenible. Nos conforta saber que en la reciente Ley
de Cultura, que actualmente se discute en varios foros ciudadanos, se incluye a
la lectura, el libro y las bibliotecas. Hay un camino aún que recorrer; lo
importante es empezar a caminar.
La Prensa, 08 feb 2020 - 12:00 AM