domingo, 2 de febrero de 2020

Cuando contamos cuentos


Cuando contamos cuentos
Carlos Fong

24 ene 2020 - 11:00 PM
El 22 de enero de 2020, el diario ABC de España publicó una noticia en la que se muestra por primera vez los beneficios para el cerebro de leer a los niños frente al daño que causan las pantallas. En efecto, la nota dice: “Dejar a un lado las pantallas y leer libros a los niños durante los cinco primeros años de vida aumenta el desarrollo del cerebro, de acuerdo con los primeros estudios en proporcionar evidencia neurobiológica de los beneficios potenciales de la lectura frente a los posibles daños causados por el tiempo que pasan frente a las pantallas”.

La investigación fue llevada a cabo por el Centro de Lectura y Alfabetización del Hospital de Niños de Cincinnati, en Estados Unidos. Sin la menor intención de menoscabar el aporte de la ciencia, esto es algo que ya sabíamos los que contamos y escribimos cuentos, pero no teníamos una forma objetiva de probarlo y la contribución que hace este estudio es importante porque sustenta el discurso que desde la cultura de la oralidad nosotros venimos defendiendo: escuchar cuentos favorece el complejo proceso cognitivo desde la primera infancia. Que lo afirme un cuentero, puede ser trivial, pero que lo diga ahora la ciencia, es algo de peso.

Las diversas teorías del lenguaje, por mucho que friccionen entre sí, parecen afluentes del mismo río: el lenguaje oral es un instrumento de codificación del pensamiento que permite que el ser humano organice los símbolos de su entorno y el mundo. Alexander Luria, discípulo de Vygotsky, afirmó: “El lenguaje tiene la finalidad de dar forma final al pensamiento; de prepararlo para la actividad intelectual, a la vez que indica la naturaleza social de la actividad intelectual del hombre, hecho que le distingue radicalmente del animal”.

Todos los estudios, desde las ciencias de la lingüística y la neurociencia, son fascinantes y contribuyen mucho a lo que conocemos en torno al lenguaje oral y su relación con el desarrollo cognitivo, pero, para esta nota, voy a ser más susceptible y para fortalecer estos logros científicos quisiera valerme de algunas ideas de maestros de la narración oral, algunos con los cuales ya he tenido el honor de contar cuentos en el mismo espacio poético donde hemos coincidido.

Para Roberto Moscoloni, por ejemplo, los relatos populares van más allá de las historias oficiales, mantienen viva la memoria de las distintas comunidades. Esto me parece importante, porque la cultura de la memoria es algo que no tenemos los panameños. Las historias que narramos son la valoración de esa memoria colectiva y sus atributos. Nicolás Buenaventura Vidal afirma que “…el contar es otra forma de conocimiento que reúne, junta las partes rotas, vincula, establece asociaciones, construye puentes, teje vínculos”. Es decir, que al escuchar cuentos se crean lazos invisibles que sanan el tejido social y crean conexiones cívicas que fortalecen la cohesión social.

Nuestra querida Mayra Navarro, narradora cubana que recientemente tomó ese camino sin retorno, nos dejó esta reflexión: “Los cuentos escuchados durante la infancia permanecen latentes en la memoria de manera inconsciente; gracias a ellos, la palabra hablada, mediante la impresión producida por el despliegue integral de lo expresivo oral, con las modulaciones de la voz y lo gestual, favorecen la apropiación, ampliación y perfeccionamiento del vocabulario y el enriquecimiento del lenguaje”.

Y esta apropiación del mundo simbólico es también una adjudicación del mundo real que se transfiere a través de la cultura de la oralidad y la lectura. Nunca antes había necesitado tanto la humanidad de las historias, de esas ficciones maravillosas, capaces de despertarnos para confrontar la realidad; esos mitos, fábulas, cuentos y leyendas que nos ayudan a volver a conversar en un mundo cada vez más solitario y egoísta.

Los cuentos nos enseñan a ser empáticos, solidarios, cooperativos; a pensar más en lo que nos parecemos que en lo que nos diferencia. Incluso, al hablar de diferencias, la narración oral es una conversación dimensionada con el otro. Cuando contamos cuentos nos estamos encontrando con la otredad; narramos nuestra identidad y la de los demás; para asombrarnos y extrañarnos, para fortalecer el sentido de pertenencia, de bienestar y de identidad; jamás para destruirnos y discriminarnos. La narración oral beneficia a los niños desde la primera infancia para adquirir el lenguaje y el pensamiento y a los adultos para devolvernos el valor social de la palabra.

El autor es escritor y encargado de la Oficina de Promoción de la Lectura Micultura

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