sábado, 22 de octubre de 2022

Cartas para Hena González de Zachrisson



Querida Hena: No estoy seguro de que sea una idea brillante escribir una carta a alguien que no la va a poder leer. Supongo que escribimos cartas póstumas para que sean leídas por alguien que aún sigue soportando el peso de días de tedio y noches de desesperanzas. Sospecho que es una excusa para escribir cosas que queremos decir y para compartirlas con otros, o para fortalecernos y animarnos con un prójimo anónimo que lee una carta que no es para él, pero con la que se identifica con algunas palabras o ideas porque aún cree en las cosas bellas del mundo o, al menos, comparte algunas ilusiones parecidas.

Hena, aquí estoy. Tratando de recordar la última vez que trabajamos juntos. No lo recuerdo. Fueron acciones donde compartimos juntos en espacios distintos, muchas veces vulnerables que animamos juntos. Sin embargo, mi memoria se aferra a un pasado de más de 30 años, cuando te conocí. Eras una mujer demasiado pequeña y frágil para hacer tantas cosas. Me enseñaste la importancia de la literatura infantil y, sobre todo, cómo conquistar a los niños con el maravilloso mundo de los cuentos. Yo no sabía que se podían hacer tantas cosas divertidas y creativas con la imaginación. Hacías que una página blanca se poblara de colores y palabras como en tu cuento Guacamayo.

Contigo conocí a Gianni Rodari, Laura Devetach, Graciela Montes, Ana María Machado y a muchos otros autores de literatura infantil que me ayudaron a acercarme al imaginario infantil. Sin embargo, más que las lecturas, aprendí contigo en los talleres de creatividad literaria para niños, donde muchas veces fui tu asistente, tu pupilo, tu pequeño saltamontes.

¿Recuerdas aquel taller con niños del barrio de El Chorrillo? Después de leer un cuento de monstruos, los niños dibujaron su propio monstruo. Algunos tenían pistolas. Eran monstruos pistoleros. Yo quedé petrificado. Sin embargo, tú lograste que nacieran otros monstruos con flores en las manos en vez de pistolas.

Henna González de Zachrisson, es verdad que fuiste una destacada autora del istmo panameño que escribió obras de literatura infantil; que fuiste la bandera de Piali en Panamá; es cierto que fuiste objeto de homenajes, que recibiste el Premio Cervantes Chico y muchos otros reconocimientos. Sin embargo, nada de esto te convirtió en una persona egocéntrica o narcisista, todo lo contario. Siempre humilde y dedicada para llevarle alegría y esperanza a los niños.

Yo era feliz viendo cómo trabajabas con los niños y hacías que su imaginación volara. Como cuando les enseñabas a construir adivinanzas o coplitas. Aún utilizo esos recursos para estimular la creatividad en los niños. Para algunos están pasados de moda o son anticuados. Pero, ¿cómo puede pasar de moda algo que ayuda a sembrar semillas de esperanza? Semillas, como el nombre de ese suplemento cultural que me regalaste y que aún conservo.

De todos los ejercicios que aprendí, las cartas han sido siempre mis favoritas. Los niños le escribían cartas al Canal de Panamá, al mar, al río, a las ruinas de Panamá Viejo o a algún personaje de un cuento. Por eso yo te escribo ahora está carta. Porque fuiste mi hada en un cuento que aún no termina para mí.

En estos días he trabajado con niños de varios centros educativos y hemos leído tus cuentos. Quise que te conocieran. Hablamos de ti con entusiasmo. Ellos también escribieron cartas. No te imaginas a quién van dirigidas. Escogí algunas y estoy seguro de que te hubieran gustado. Hubieras llorado al leerlas como yo lo hice. Las comparto para que las leas desde las alturas celestiales:

Querida Hena:

Sé que estás en el cielo. Pero en el día 18/10/22 creo que leí el mejor cuento. Se llama Guacamayo y me encantó mucho. Quisiera leer más cuentos de ti porque me gustaron mucho, de verdad.

De tu amiga Joseline

Carta para Hena:

Cuando leí tu cuento, me gustó mucho y me gustó cuando el guacamayo tenía todos los colores del arcoiris, y me gustó más cuando le regaló la banana al buscapleito.

Ingrid

Querida Hena:

Escuché tu cuento Guacamayo y me pareció muy divertido y gracias a los cuentos estoy alegre por las palabras importantes. Por eso te hago esta carta. Por eso digo siempre: sé feliz y que nada arruine tu vida. Yo saldré adelante por ti.

Gracias por todos tus cuentos

Cristal

Querida Hena:

Tu cuento estaba muy hermoso. Alguien me contó sobre usted. Carlos Fong me contó que usted le enseñó bastantes cosas sobre niños. Él nos da clase los lunes. Él nos trae un libro para leer.

Esta cartita no fue firmada. Es de una niña. Los niños son de la escuela de Altos de San Francisco de La Chorrera y el centro escolar Martín Luther King de Cerro Cocobolo en San Miguelito. Te hubiera gustado estar allí leyendo cuentos y escribiendo adivinanzas con ellos. Estoy feliz de poder seguir tu legado. Soy una de tus semillas y espero vivir con dignidad como lo hiciste tú.


La Prensa, 22 de octubre de 2022

viernes, 14 de octubre de 2022

Comienzos de cuentos (segunda parte)

Un cuento puede iniciar con la presentación del personaje a través de un monólogo, como sucede en el cuento El corazón delator de Edgar Allan Poe: “¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. Pero, ¿por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia”.

Algunos cuentos inician de manera más coloquial y se valen de los parlamentos donde uno de los personajes puede ser demasiado sarcástico, como pasa en La ventana abierta, de Saki, donde prácticamente el personaje se vale de la narración oral que funciona como un intertexto pero que solo es un artificio del escritor para crear tensión dramática:

- Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto, debe hacer lo posible por soportarme. Otros diálogos son más dramáticos para reflejar la situación existencial de los personajes y el contexto social histórico. En Diles que no me maten, de Juan Rufo, vemos un ejemplo:

 

- ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

- No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

- Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

- No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

- Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

En el arte de escribir cuentos, el poder de fabulación lleva a los autores a crear personajes que dan inicio a las historias donde los personajes no necesariamente son humanos, como ese magistral cuento de Clarice Lispector que se llama Una gallina, que inicia así: “Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo”.

El tema de la identidad se presenta de muchas formas en los cuentos. Hay veces en que, más allá de ser un tema, es un recurso para presentar a los personajes y trascender en su esencia. Flannery O’Connor nos muestra en La buena gente del campo un comienzo donde cierta duplicidad de la identidad de su personaje abre la historia: “Aparte de la expresión neutral que tenía cuando estaba sola, la señora Freeman tenía otras dos, una ansiosa y, la otra, contrariada, que usaba en todas sus relaciones humanas”.

Las descripciones en un buen cuento no deben abusar de la paciencia del lector. Sin embargo, hay cuentos donde las descripciones son magistrales, como esta en el cuento Bola de Sebo, de Guy de Maupassant. Es una descripción donde se hace una radiografía de un colectivo, no solo a una persona: “Durante muchos días consecutivos pasaron por la ciudad restos del ejército derrotado. Más que tropas regulares, en dispersión. Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina. Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o de tomar una resolución; andaban sólo por costumbre y caían muertos de fatiga en cuanto separaban”.


La muerte es uno de los temas de muchos cuentos. A veces aparece de manera sorpresiva y otras de manera gradual, incluso es el personaje principal. Con William Faulkner en Una rosa para Emily, la muerte aparece desde las primeras líneas: “Cuando murió la señorita Emily Grierson, todo nuestro pueblo asistió a su entierro; los hombres por una especie de afecto respetuoso hacia un monumento caído, las mujeres sobre todo por curiosidad de ver su casa por dentro, que no había visto nadie en los últimos diez años excepto un viejo criado -una combinación de jardinero y cocinero”.

Enrique Anderson Imbert, en esta pieza de oro de la cuentística que se llama El leve Pedro, la muerte aparece como una enfermedad liviana, sin peso: “Durante dos meses se asomó a la muerte. El médico refunfuñaba que la enfermedad de Pedro era nueva, que no había modo de tratarse y que él no sabía qué hacer... Por suerte el enfermo, solito, se fue curando. No había perdido su buen humor, su oronda calma provinciana. Demasiado flaco y eso era todo. Pero al levantarse después de varias semanas de convalecencia se sintió sin peso”.

Estos son algunos de los comienzos de cuentos preferidos que me han cautivado. Desde luego que hay cientos de cuentos que sería imposible citar. Esta es una selección personal y casi arbitraria. Nos queda pendiente hacer un artículo de los comienzos de cuentos panameños, incluso, de novelas que vale el esfuerzo rescatar.

La Prensa, 15 de octubre de 2022

viernes, 7 de octubre de 2022

Comienzos de cuentos (primera parte)

Carlos Fong


Leer cuentos es una de las cosas que más me apasionan aparte de una buena hamaca o una buena comida. Encuentro en la lectura de cuentos una forma de confrontar distintas condiciones de la vida humana como la soledad, el desarraigo, la frustración, el miedo, pero también para tener encuentros con la felicidad, la voluntad, la ilusión y la esperanza. Es inevitable leer una buena historia y no quedar con ese sentimiento a veces de incertidumbre o de asombro que nos hace mirar las cosas de la vida de otra forma.

Un cuento bien escrito debe desde las primeras líneas cautivar. Es esa frase gancho como en los cuentos de niños que comienzan con Había una vez… Entonces se firma un contrato tácito entre el lector y el escritor para seguir leyendo. Desde que me gusta leer cuentos me ha llamado la atención la forma magistral de algunos relatos. Ya con el tiempo, como buen aguafiestas, los estudios literarios lo llevan a uno a tipificar o a categorizar ciertos tipos de inicios. Algo bastante baladí porque seguramente los escritores no se sientan a escribir pensando en algo como: “Voy a empezar esta historia con una descripción atmosférica cerrada…”

Ningún escritor, creo yo, se sienta a trabajar con esa actitud, pero, seguramente, sí se preocupa porque el comienzo de su historia tenga un poder de persuasión y sea un buen comienzo. En los años que llevo leyendo cuentos es imposible recordarlos todos, pero podría citar algunos comienzos de cuentos que me han parecido magistrales y que nos sirven, a los aguafiestas que hacemos crítica literaria, para hablar de tipos de cuentos y para invitar al lector a leer cuentos.

Existen cuentos que inician con tipos de comienzos como un diálogo, una prosopopeya, que apelan a la memoria, una pregunta, una descripción lúgubre de un paisaje, una afirmación, una sospecha, una descripción de un espacio, una escena erótica, un sueño, una imagen, una carta, un desdoblamiento de la identidad, una metamorfosis, y podríamos seguir porque existen cientos de estrategias textuales para iniciar un cuento.  Cualquiera que sea el tipo de comienzo debe contener elementos que hagan referencia a la historia que sigue sin precipitarse y con un nivel de persuasión interesante.

En Mi vida con la ola, Octavio Paz, inicia con una personificación o prosopopeya: “Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando.” Mientras que Jorge Luis Borges inicia Tlön, Uqbar, Orbis Tertius con un objeto que despierta intriga: `Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía…”

Cuentistas como Horacio Quiroga prefieren la acción dramática sobre el personaje. Es el caso de su cuento A la deriva: “El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque”. Otra forma de acción dramática sobre el personaje es a través de una transformación y es el caso de La metamorfosis, de Franz Kafka, un relato que para algunos es un cuento y para otros una novela corta, yo prefiero la opción del cuento: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.

Otros cuentos inician con una acción hiperbólica sobre el personaje como lo hace Ray Bradbury En la noche: La señora Navarrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada cuarto, y nadie pudo dormir”. Hay cuentos que inician de forma lúdica para desafiar al lector e invitarlo a jugar como hace Gianni Rodari en A enredar los cuentos: “-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla…”

En lo personal me gustan los cuentos que inician con descripciones. No cualquier descripción. Esas descripciones preparan al lector porque lo que se va relatar será perturbador. Edgar Allan Poe fue un maestro en este tipo de inicios en La caída de la Casa Usher nos da un ejemplo de una descripción de ambientación atmosférica que prepara al lector: “Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher”.

En la literatura de corte fantástico hay muchos autores de este género que es difícil escoger un cuento con un inicio magistral. De hecho, ya cité a Kafka y a Borges, pero no me perdonarían los lectores si no citamos a Julio Cortázar. De tantas piezas con inicios grandiosos de este autor quiero citar un cuento que inicia con un desdoblamiento de la identidad y lo vemos en el cuento Axolotl: Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl”.

La Prensa, 8 de octubre de 2022

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

El otro lado de la realidad


Carlos Fong


A veces tengo la percepción de que los panameños vivimos en mundos paralelos. Esa clase de realidad cuántica donde suceden cosas que contradicen otra realidad. Según la realidad que nos toca vivir, puede ser una pesadilla o un dulce sueño. Por un lado, un mundo donde la razón favorece la condición humana y posibilita mejores condiciones para la vida y, por otro lado, un mundo distópico e indigno, donde gobierna la estupidez y la ignorancia que impiden los proyectos de vida.

El Programa Iberoamericano de Bibliotecas Públicas, Iberbibliotecas, presentó la Guía para estudios de valor en las bibliotecas, un documento diseñado para el fomento del desarrollo de las bibliotecas en la región, que permitirá brindar herramientas prácticas a las personas que trabajan por las bibliotecas, para medir el valor social y económico de estos equipamientos culturales. Mientras sucedía eso en otro universo, en el universo panameño se daba la noticia de que 9,059 obras de la biblioteca escolar del Instituto Nacional habían terminado en el vertedero de cerro Patacón.

Para la guía se tomó como soporte principal la experiencia de un estudio de valor económico y social del 2021, que fue publicado por el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, Colombia. Este estudio es un referente de cómo se pueden medir los productos positivos sobre el valor y el impacto de las bibliotecas. Tal vez en el país vecino, las cosas, en términos de política, no sean las mejores; seguramente, ellos también tienen sus mundos paralelos. Sin embargo, comparado con nuestro país, nos hace falta definir el sentido y propósito de las bibliotecas.

No es que no haya un camino andado. De hecho, la última vez que se habló de bibliotecas en el país fue desde dos propuestas: en el Pacto del Bicentenario, que fue una serie de acuerdos construidos desde la ciudadanía para ayudar a cerrar las principales brechas socioculturales, y en el proyecto de ley 755, que establece el marco jurídico de las bibliotecas públicas en la República de Panamá. Quiere decir que lo que hace falta es que nos pongamos de acuerdo en problematizar el tema del futuro de las bibliotecas de una vez por todas.

Si hay algo en que no nos hemos puesto de acuerdo los panameños es en la importancia que tienen la lectura, el libro y las bibliotecas. Esto es evidente si vemos el estado general de las bibliotecas públicas y escolares. La biblioteca del Instituto Nacional era emblemática, con un patrimonio de memoria muy valioso. El destino que corrieron los libros es injustificable e imperdonable. Las autoridades que tomaron la decisión de arrojar los libros al vertedero se defienden diciendo que los libros tenían ácaros y polillas. 

Esta justificación evidencia que los libros del Instituto Nacional no se cuidaron por mucho tiempo. También demuestra que no había un trabajo bibliotecario con una estrategia y objetivo, un acompañamiento cariñoso con un diseño de política institucional para cuidar los libros. Finalmente, también demuestra la ignorancia, porque hay formas de curar los libros cuando aún las polillas no los han destruido. Es imposible creer que tantos libros estaban devorados por los bichos.

Sea como sea, este hecho debería de ser un referente para que las bibliotecas escolares y las públicas merezcan ser atendidas. Es triste saber que en nuestras instituciones escolares y de cultura, los servidores públicos desconocen el valor social de las bibliotecas. Hay sujetos que argumentan que las bibliotecas ya pasaron de moda, que ahora tenemos el internet. Esa mentalidad no es la de una persona moderna; es la de una persona salvaje. Basta con recordar que en los países desarrollados, las bibliotecas son instituciones relevantes que impactan en la calidad de vida de la gente.

Retomando el tema de la guía para estudios de valor en las bibliotecas, es urgente que en Panamá se hagan estos estudios de valor, porque son una herramienta fundamental para que las bibliotecas públicas se valoren desde su esencial función en la sociedad. Estos estudios, dicen los expertos, proporcionan información relevante que permite conocer la forma en que los ciudadanos perciben las bibliotecas, de qué forma las disfrutan, se las apropian o las prefieren y les conceden un papel importante en sus vidas. 

No deberíamos sorprendernos si en una encuesta nacional, la percepción ciudadana fuera negativa hacia las bibliotecas. Como sociedad, hemos ido perdiendo el valor por las cosas que realmente importan. Pensamos que una computadora, el wifi o el celular pueden reemplazar lo que da un libro.

Hemos olvidado que el libro ha sido, desde su creación, el invento que ha servido a la humanidad para conquistar la libertad. Es el libro el que ha sido perseguido por dictaduras y tiranos, porque es el único objeto más antiguo capaz de despertar en el ser humano el principio de incertidumbre que es el detonador del espíritu crítico.

Tengo la opinión de que un país que no cuida a sus niños, su educación, su cultura y sus bibliotecas, es un país ciego condenado a vivir de ese lado de la realidad cuántica, donde la mediocridad, la violencia y la insensibilidad son cosas normalizadas. Tal vez cuando tengamos líderes políticos en cada institución y líderes cívicos en cada comunidad, capaces de apreciar el valor de una biblioteca, solo tal vez podamos empezar a vivir del lado de una realidad donde los libros no terminen en la basura.

La Prensa, 01 de octubre de 2022

Rogelio Guerra Ávila: modelo para narrar la identidad

  Rogelio Guerra Ávila La XLVI Semana de la Literatura Panameña, Rodrigo Miró Grimaldo, que organiza el Departamento y Escuela de Español de...