Carlos Fong
Leer cuentos es una de las cosas que más me apasionan aparte de una buena hamaca o una buena comida. Encuentro en la lectura de cuentos una forma de confrontar distintas condiciones de la vida humana como la soledad, el desarraigo, la frustración, el miedo, pero también para tener encuentros con la felicidad, la voluntad, la ilusión y la esperanza. Es inevitable leer una buena historia y no quedar con ese sentimiento a veces de incertidumbre o de asombro que nos hace mirar las cosas de la vida de otra forma.
Un cuento bien escrito debe desde
las primeras líneas cautivar. Es esa frase gancho como en los cuentos de niños
que comienzan con Había una vez… Entonces se firma un contrato tácito entre el
lector y el escritor para seguir leyendo. Desde que me gusta leer cuentos me ha
llamado la atención la forma magistral de algunos relatos. Ya con el tiempo,
como buen aguafiestas, los estudios literarios lo llevan a uno a tipificar o a
categorizar ciertos tipos de inicios. Algo bastante baladí porque seguramente
los escritores no se sientan a escribir pensando en algo como: “Voy a empezar
esta historia con una descripción atmosférica cerrada…”
Ningún escritor, creo yo, se
sienta a trabajar con esa actitud, pero, seguramente, sí se preocupa porque el
comienzo de su historia tenga un poder de persuasión y sea un buen comienzo. En
los años que llevo leyendo cuentos es imposible recordarlos todos, pero podría
citar algunos comienzos de cuentos que me han parecido magistrales y que nos
sirven, a los aguafiestas que hacemos crítica literaria, para hablar de tipos
de cuentos y para invitar al lector a leer cuentos.
Existen cuentos que inician con
tipos de comienzos como un diálogo, una prosopopeya, que apelan a la memoria,
una pregunta, una descripción lúgubre de un paisaje, una afirmación, una
sospecha, una descripción de un espacio, una escena erótica, un sueño, una
imagen, una carta, un desdoblamiento de la identidad, una metamorfosis, y
podríamos seguir porque existen cientos de estrategias textuales para iniciar
un cuento. Cualquiera que sea el tipo de comienzo debe contener elementos
que hagan referencia a la historia que sigue sin precipitarse y con un nivel de
persuasión interesante.
En Mi vida con la ola,
Octavio Paz, inicia con una personificación o prosopopeya: “Cuando dejé
aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de
los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de
mi brazo y se fue conmigo saltando.” Mientras que Jorge Luis Borges inicia Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius con un objeto que despierta intriga: `Debo a la
conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El
espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en
Ramos Mejía…”
Cuentistas como Horacio Quiroga
prefieren la acción dramática sobre el personaje. Es el caso de su cuento A
la deriva: “El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la
mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú
que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque”. Otra forma de acción
dramática sobre el personaje es a través de una transformación y es el caso de La
metamorfosis, de Franz Kafka, un relato que para algunos es un cuento y
para otros una novela corta, yo prefiero la opción del cuento: “Cuando
Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se
encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
Otros cuentos inician con una
acción hiperbólica sobre el personaje como lo hace Ray Bradbury En la noche:
“La señora Navarrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus
gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada
cuarto, y nadie pudo dormir”. Hay cuentos que inician de forma lúdica para
desafiar al lector e invitarlo a jugar como hace Gianni Rodari en A enredar
los cuentos: “-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla…”
En lo personal me gustan los
cuentos que inician con descripciones. No cualquier descripción. Esas descripciones
preparan al lector porque lo que se va relatar será perturbador. Edgar Allan
Poe fue un maestro en este tipo de inicios en La caída de la Casa Usher nos
da un ejemplo de una descripción de ambientación atmosférica que prepara al
lector: “Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando
las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una
región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de
la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher”.
En la literatura de corte
fantástico hay muchos autores de este género que es difícil escoger un cuento
con un inicio magistral. De hecho, ya cité a Kafka y a Borges, pero no me
perdonarían los lectores si no citamos a Julio Cortázar. De tantas piezas con
inicios grandiosos de este autor quiero citar un cuento que inicia con un
desdoblamiento de la identidad y lo vemos en el cuento Axolotl: “Hubo
un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del
Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad,
sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario