Esta semana trabajamos desde el Ministerio de Cultura
en la comarca Ngäbe Buglé en una asesoría pedagógica para docentes. Fuimos
invitados por Fe y Alegría, una organización que trabaja educación popular
integral y promoción social. Reconfirmamos algo que no es una novedad y que
pasa todos los días: niños que caminan hasta tres horas para llegar a la
escuela, muchos sin el desayuno.
En nuestro artículo pasado apelamos a la necesidad de
políticas públicas de educación que se centren en un sistema de enseñanza
basado en la ciencia y las humanidades y no sólo en la técnica con el propósito
de que más niños puedan desarrollar sus capacidades cognitivas.
Sin embargo, los contextos de pobreza son un freno en la
educación en comunidades que parecieran ser invisibles y olvidadas. Nos
resultaba ridículo saber de escuelas a las que se les ha dotado con
computadoras, pero no hay electricidad. Esto es un ejemplo de no tener una
política coherente de desarrollo educacional.
Quiero citar una anécdota que me contó una amiga cuando ella
era estudiante; ahora es una doctora. Ella estudió en una escuela privada de
prestigio para señoritas gracias a una beca. La profesora de historia, que
también enseñaba por la tarde en una escuela pública, hizo una suerte de
experimento. Puso un examen sorpresa a los grupos de ambas escuelas; la misma
prueba. Las calificaciones fueron diferentes: los de la escuela pública sacaron
bajas notas.
Una estudiante de la escuela privada explicó a la profesora:
“Nosotras llegamos a nuestras casas y encontramos comida, una buena cama, un
lugar de estudio adecuado...”
Tal vez el laboratorio que hizo la profesora hace más de 50
años (mi amiga es una doctora jubilada) arrojó un indicador que viene operando
desde hace muchos años: no se puede aprender con hambre. No importa cuántas
horas dediquemos a la formación integral, a la lectura, a la ciencia y otros
aprendizajes.
El experimento de la profesora no es una prueba de valor, ni
un estudio científico, pero sirve para ilustrar que los niños de comunidades
pobres siempre estarán en desventaja de los demás mientras su barriga esté
rugiendo de hambre.
Carlos Fong, La Prensa, 26 de octubre de 2019.
* Más artículos en: Carlos Fong
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