lunes, 4 de noviembre de 2019

Educación y pobreza*


Esta semana trabajamos desde el Ministerio de Cultura en la comarca Ngäbe Buglé en una asesoría pedagógica para docentes. Fuimos invitados por Fe y Alegría, una organización que trabaja educación popular integral y promoción social. Reconfirmamos algo que no es una novedad y que pasa todos los días: niños que caminan hasta tres horas para llegar a la escuela, muchos sin el desayuno.

En nuestro artículo pasado apelamos a la necesidad de políticas públicas de educación que se centren en un sistema de enseñanza basado en la ciencia y las humanidades y no sólo en la técnica con el propósito de que más niños puedan desarrollar sus capacidades cognitivas.

Sin embargo, los contextos de pobreza son un freno en la educación en comunidades que parecieran ser invisibles y olvidadas. Nos resultaba ridículo saber de escuelas a las que se les ha dotado con computadoras, pero no hay electricidad. Esto es un ejemplo de no tener una política coherente de desarrollo educacional.

Quiero citar una anécdota que me contó una amiga cuando ella era estudiante; ahora es una doctora. Ella estudió en una escuela privada de prestigio para señoritas gracias a una beca. La profesora de historia, que también enseñaba por la tarde en una escuela pública, hizo una suerte de experimento. Puso un examen sorpresa a los grupos de ambas escuelas; la misma prueba. Las calificaciones fueron diferentes: los de la escuela pública sacaron bajas notas.

Una estudiante de la escuela privada explicó a la profesora: “Nosotras llegamos a nuestras casas y encontramos comida, una buena cama, un lugar de estudio adecuado...”

Tal vez el laboratorio que hizo la profesora hace más de 50 años (mi amiga es una doctora jubilada) arrojó un indicador que viene operando desde hace muchos años: no se puede aprender con hambre. No importa cuántas horas dediquemos a la formación integral, a la lectura, a la ciencia y otros aprendizajes.

El experimento de la profesora no es una prueba de valor, ni un estudio científico, pero sirve para ilustrar que los niños de comunidades pobres siempre estarán en desventaja de los demás mientras su barriga esté rugiendo de hambre.

Carlos Fong, La Prensa, 26 de octubre de 2019.

* Más artículos en: Carlos Fong


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