“La democracia, esa
forma de gobierno a la cual todos apostamos, demanda, requiere, exige
individuos alfabetizados. El ejercicio pleno de la democracia es incompatible
con el analfabetismo de los ciudadanos. La democracia plena es imposible sin
niveles de alfabetización por encima del mínimo del deletreo y la firma. No es
posible seguir apostando a la democracia sin hacer los esfuerzos necesarios
para aumentar el número de lectores [lectores plenos, no descifradores]”.
Ilustración de Miguel Tanco |
Quise abrir este artículo citando a la doctora Emilia
Ferreiro, una de mis investigadoras favoritas en temas de lecto-escritura, y de
la cual me voy a ayudar en estas notas. Hace poco Meduca anunció los resultados
de las Pruebas Crecer, las cuales sacaron a la luz que los niños panameños llegan
al tercer grado sin saber leer ni escribir.
Esto no es algo nuevo ni una sorpresa para nosotros, pero es
bueno e interesante que las actuales autoridades muestren preocupación por el
tema. Ya en el verano de 2017 un grupo de profesionales contratados por Meduca
dictó un seminario como parte del programa “Aprende al Máximo”, y en ese taller
se tocó el problema de la lectura, aunque no existía una evaluación censal que
permitiera tomar decisiones. Ahora existe.
Quiero reflexionar sobre la lectura desde algunas
observaciones generales. Hay tres grandes problemas:
1) El modo de apropiación de la lectura y la escritura desde
la primera infancia. No podemos seguir aislando al niño para evaluarlo como
sujeto del aprendizaje sin revisar el método de enseñanza.
2) El entorno empobrecido y desigual de los niños (sobre
todo en las comarcas) es hostil culturalmente. El niño, aunque aprenda a
decodificar, no tiene acceso a materiales de lectura en la escuela ni tiene
bibliotecas en esas comunidades.
3) No se tiene conciencia del valor sociocultural de la
lectura institucionalmente. Esto es consecuencia del segundo problema.
Un plan nacional de lectura debe partir desde la primera
infancia como clave de un proceso donde el niño tenga contacto con un lector y
una experiencia lectora. Cito a Emilia Ferreiro: “si el niño ha estado en
contacto con lectores antes de entrar a la escuela aprenderá más fácilmente a
escribir y leer que aquellos niños que no han tenido contacto con lectores”. De
allí la importancia de la lectura oral en el aula. Los cuentos, la rimas, la
poesía, la oralidad son importantes para hacer conexiones.
Por ejemplo, la taxonomía del cuento. Un niño de tercer
grado no será capaz de tener destrezas como la literalidad, secuencia,
retención, inferencia, organización, interpretación, causas y efectos,
reordenamiento, comparaciones; ni siquiera será capaz de organizar los
elementos y las relaciones esenciales en un texto, porque ese niño creció sin
una relación estrecha con la lectura oral que lo marcó. Urge crear guías de
lectura y oralidad.
Todo lo que sabemos sobre la conciencia fonológica, el
principio alfabético, la conciencia del texto impreso, la comprensión de texto,
la ruta léxica, la escritura y la creatividad no servirá de nada si los niños
no tienen una experiencia previa con la literatura y la lectura. Por eso es
preciso una estrategia de lectura comprensiva que haga conexión con un
currículu coherente, porque nuestra escuela pública no es coherente.
Hay que tomar conciencia de que estar alfabetizado es un
hecho complejo e histórico para poder evaluar nuestra propia realidad histórica
y no solo al niño como víctima de esa realidad.
Cierro con Emilia Ferreiro: “Hay niños que ingresan a la
lengua escrita a través de la magia [una magia cognitivamente desafiante] y
niños que entran a la lengua escrita a través de un entrenamiento consistente
en [habilidades básicas]. En general, los primeros se convierten en lectores;
los otros tienen un destino incierto”.
Carlos Fong | La Prensa, 16 nov 2019 - 00:00h.
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