Carlos Fong
En tiempos de crisis, ¿es posible que la lectura, como
instrumento de transmisión cultural, pueda ayudar a confrontar los problemas
que nos agobian? ¿Puede la lectura ayudar a reactivar y dar movimiento a las
acciones ciudadanas adormecidas por las trampas del poder institucionalizado?
¿Puede la lectura, como práctica de colaboración y articulación, ser útil para
tejer relaciones que permitan tomar decisiones solidarias? ¿Es importante saber
leer en tiempos de incertidumbre?
Opinamos firmemente que la lectura ha tomado una importancia
relevante en el escenario de la crisis. En su libro El arte de leer en tiempos
de crisis, Michèle Petit nos describe un concepto de crisis social: “una crisis
surge cuando, debido a cambios de carácter brusco […] o debido a una violencia
continua y generalizada, los esquemas de regulación, tanto sociales como
síquicos, hasta entonces vigentes, se vuelven inoperantes”. En este panorama,
la lectura crítica es un componente decisivo para entender lo que pasa en la
sociedad, más allá de las acciones de quemar llantas y tirar piedras o
perdigones.
Si una crisis social tiene que ver con el deterioro de los
indicadores básicos de una sociedad cuya merma afecta la calidad de vida de las
personas en los distintos sectores mayoritarios más vulnerables, quiere decir
que en el fondo de todo esto hay numerosos discursos que se manifiestan desde
distintos ámbitos, espacios, tiempos y, desde luego, diferentes sujetos, y eso
implica maneras de leer diversas.
En la actualidad, la comunidad se enfrenta a una
efervescencia de lecturas que van desde decretos, actas, informes, cartas,
comunicados, manifiestos, resoluciones, artículos, opiniones, noticias,
proclamas, anuncios, fake news, memes, etc., que requieren de una mirada crítica
para percibir las actitudes, puntos de vista, intenciones, conceptos,
interpretaciones, juicios, valoraciones y falsedades de un universo de lecturas
en el contexto de crisis.
Necesitamos recordar que la lectura es una práctica
sociocultural y que un texto (no solo el formato de libro) es un instrumento de
socialización, por lo cual es a través de la lectura que conocemos el mundo y
su realidad, organizamos su imagen y su presentación que tratamos de
comprender. Por eso la lectura es una carta de presentación del mundo, para
usar una metáfora como lo hace Michèle Petit en sus estudios sobre cómo las
crisis pueden afectar los ámbitos, los deseos y reactivar el pensamiento.
En otro estudio de Petit titulado Sentir y transmitir: el
arte de los mediadores de lectura en contextos de crisis, la autora indaga en
la experiencia y la conexión de la lectura con la creatividad y la posibilidad
de construir un pensamiento ciudadano: “Ahí donde la lectura nos habla de lo
más hondo de la experiencia humana en forma condensada y estética, donde la
esclarece, donde despierta el deseo y el pensamiento (…)”.
La experiencia de la lectura en tiempos de crisis nos lleva
a transitar por distintos espacios para abrirnos los ojos y reconocer las
amenazas implícitas en los diversos discursos. Es por eso que Alberto Manguel
nos recuerda los poderes que tenemos los lectores: “La verdad es que nuestro
poder, como lectores, es universal, y es universalmente temido, porque se sabe
que la lectura puede, en el mejor de los casos, convertir a dóciles ciudadanos
en seres racionales, capaces de oponerse a la injusticia, a la miseria, al
abuso de quienes nos gobiernan”.
Daniel Cassany nos dice que leer con formación crítica
contribuye a formar ciudadanos más respetuosos, autónomos y dialogantes para
una democracia más madura y justa. Es por eso que, al leer -más allá de la
comprensión del contenido superficial- las ideas principales, el tema, las
inferencias, hay que leer para “asumir que cualquier escrito tiene ideología,
reconocer y entender esa ideología en los escritos y en sus contextos, y
respetarla, reaccionar de manera constructiva a esa ideología, elaborar opiniones
propias, coherentes con las creencias y los intereses personales, coincidan o
no con las ideologías de los escritos”.
Cassany defiende que la democracia requiere una ciudadanía
implicada en el ejercicio de la libertad de expresión. En este sentido, la lectura
y la escritura son componentes esenciales de la libertad que están vinculados
al desarrollo social, cognitivo, comercial y económico, además de otros
aspectos de la democracia. La lectura está contenida en todas las zonas de la
vida humana y es indispensable para el diálogo y la convivencia entre los seres
humanos cuando hay una crisis.
La lectura y la escritura son un canal para resolver
conflictos. A través de la escritura se elaboran acuerdos y se firman convenios
que implican una lectura previa, revisión y discusiones, lo que genera un
diálogo que deviene en consenso para encontrar de manera conjunta respuestas a
la realidad en su complejidad.
La experiencia de la crisis interna que acabamos de vivir y
los acuerdos logrados en términos de educación, deberían de orientar a los
protagonistas del conflicto a una reflexión de la importancia de la lectura
crítica en la educación. Una lectura, como advierte Cassany, que vaya más allá
de buscar la idea principal, el resumen, la memoria, la repetición, la pregunta
aséptica, sino que apunte a interrogar la realidad, a conectarse con el mundo y
su complejidad; que respete la diversidad de opiniones, aunque no estemos de
acuerdo, porque tenemos nuestras propias ideas que defendemos, pero que al
final nos ayude a ser comprometidos con la sociedad para lograr negociaciones.
La Prensa, 05 de agosto de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario