viernes, 5 de agosto de 2022

La lectura en tiempos de crisis


Carlos Fong

En tiempos de crisis, ¿es posible que la lectura, como instrumento de transmisión cultural, pueda ayudar a confrontar los problemas que nos agobian? ¿Puede la lectura ayudar a reactivar y dar movimiento a las acciones ciudadanas adormecidas por las trampas del poder institucionalizado? ¿Puede la lectura, como práctica de colaboración y articulación, ser útil para tejer relaciones que permitan tomar decisiones solidarias? ¿Es importante saber leer en tiempos de incertidumbre?

Opinamos firmemente que la lectura ha tomado una importancia relevante en el escenario de la crisis. En su libro El arte de leer en tiempos de crisis, Michèle Petit nos describe un concepto de crisis social: “una crisis surge cuando, debido a cambios de carácter brusco […] o debido a una violencia continua y generalizada, los esquemas de regulación, tanto sociales como síquicos, hasta entonces vigentes, se vuelven inoperantes”. En este panorama, la lectura crítica es un componente decisivo para entender lo que pasa en la sociedad, más allá de las acciones de quemar llantas y tirar piedras o perdigones.

Si una crisis social tiene que ver con el deterioro de los indicadores básicos de una sociedad cuya merma afecta la calidad de vida de las personas en los distintos sectores mayoritarios más vulnerables, quiere decir que en el fondo de todo esto hay numerosos discursos que se manifiestan desde distintos ámbitos, espacios, tiempos y, desde luego, diferentes sujetos, y eso implica maneras de leer diversas.

En la actualidad, la comunidad se enfrenta a una efervescencia de lecturas que van desde decretos, actas, informes, cartas, comunicados, manifiestos, resoluciones, artículos, opiniones, noticias, proclamas, anuncios, fake news, memes, etc., que requieren de una mirada crítica para percibir las actitudes, puntos de vista, intenciones, conceptos, interpretaciones, juicios, valoraciones y falsedades de un universo de lecturas en el contexto de crisis.

Necesitamos recordar que la lectura es una práctica sociocultural y que un texto (no solo el formato de libro) es un instrumento de socialización, por lo cual es a través de la lectura que conocemos el mundo y su realidad, organizamos su imagen y su presentación que tratamos de comprender. Por eso la lectura es una carta de presentación del mundo, para usar una metáfora como lo hace Michèle Petit en sus estudios sobre cómo las crisis pueden afectar los ámbitos, los deseos y reactivar el pensamiento.

En otro estudio de Petit titulado Sentir y transmitir: el arte de los mediadores de lectura en contextos de crisis, la autora indaga en la experiencia y la conexión de la lectura con la creatividad y la posibilidad de construir un pensamiento ciudadano: “Ahí donde la lectura nos habla de lo más hondo de la experiencia humana en forma condensada y estética, donde la esclarece, donde despierta el deseo y el pensamiento (…)”.

La experiencia de la lectura en tiempos de crisis nos lleva a transitar por distintos espacios para abrirnos los ojos y reconocer las amenazas implícitas en los diversos discursos. Es por eso que Alberto Manguel nos recuerda los poderes que tenemos los lectores: “La verdad es que nuestro poder, como lectores, es universal, y es universalmente temido, porque se sabe que la lectura puede, en el mejor de los casos, convertir a dóciles ciudadanos en seres racionales, capaces de oponerse a la injusticia, a la miseria, al abuso de quienes nos gobiernan”.

Daniel Cassany nos dice que leer con formación crítica contribuye a formar ciudadanos más respetuosos, autónomos y dialogantes para una democracia más madura y justa. Es por eso que, al leer -más allá de la comprensión del contenido superficial- las ideas principales, el tema, las inferencias, hay que leer para “asumir que cualquier escrito tiene ideología, reconocer y entender esa ideología en los escritos y en sus contextos, y respetarla, reaccionar de manera constructiva a esa ideología, elaborar opiniones propias, coherentes con las creencias y los intereses personales, coincidan o no con las ideologías de los escritos”.

Cassany defiende que la democracia requiere una ciudadanía implicada en el ejercicio de la libertad de expresión. En este sentido, la lectura y la escritura son componentes esenciales de la libertad que están vinculados al desarrollo social, cognitivo, comercial y económico, además de otros aspectos de la democracia. La lectura está contenida en todas las zonas de la vida humana y es indispensable para el diálogo y la convivencia entre los seres humanos cuando hay una crisis.

La lectura y la escritura son un canal para resolver conflictos. A través de la escritura se elaboran acuerdos y se firman convenios que implican una lectura previa, revisión y discusiones, lo que genera un diálogo que deviene en consenso para encontrar de manera conjunta respuestas a la realidad en su complejidad.

La experiencia de la crisis interna que acabamos de vivir y los acuerdos logrados en términos de educación, deberían de orientar a los protagonistas del conflicto a una reflexión de la importancia de la lectura crítica en la educación. Una lectura, como advierte Cassany, que vaya más allá de buscar la idea principal, el resumen, la memoria, la repetición, la pregunta aséptica, sino que apunte a interrogar la realidad, a conectarse con el mundo y su complejidad; que respete la diversidad de opiniones, aunque no estemos de acuerdo, porque tenemos nuestras propias ideas que defendemos, pero que al final nos ayude a ser comprometidos con la sociedad para lograr negociaciones.

La Prensa, 05 de agosto de 2022

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