Carlos Fong
¿No deberían estos años de calamidad y crisis habernos
dejado al menos una enseñanza de un relato que nos cuenta el origen de estos
días malos, porque hemos sido nosotros los que hemos provocado la ira del
planeta que no hemos sabido cuidar en vez de destruir? ¿No han bastado las
lecciones históricas para esclarecer los problemas de la democracia, las crisis
económicas y el racismo que, en vez de haberse condenado y sepultado, parece que
ha resurgido con más fuerza?
¿No debería de ser una responsabilidad de cada uno de
nosotros trabajar para que el país “que es nuestro hogar” tenga los elementos
necesarios para que todos podamos reconocer los derechos que la humanidad ha
ganado hasta el momento? ¿No debería de ser necesario integrar esfuerzos para
crear propuestas que contribuyan a disminuir las desigualdades sociales, la
pobreza y la injusticia general que ahoga a muchos sectores del país?
¿No deberían de ser las prácticas culturales que expresan
nuestra admiración por la belleza como la danza, la pintura, la música, el cine
y la literatura, un medio para transformar la vida de las personas en cualquier
comunidad y ser la materia prima de las instituciones locales que aspiran a
generar servicios que mejoren la calidad de vida y a construir una ciudadanía
más sensible?
¿Acaso es posible pensar que la gente no solo necesita
servicios sociales de calidad como centros de salud, acueductos y escuelas,
sino también servicios culturales que constituyen un recurso puntual para
nutrir el pensamiento y generar ideas que devengan en proyectos de subsistencia
que revaloren la noción de vida?
¿No debería de ser el desafío de nuestro tiempo recuperar el
diálogo con la naturaleza y trabajar por una forma de alfabetización ecológica
que, como especie humana, nos dignifique? ¿No debería de recordarnos nuestro
propio relato que nunca nuestra especie había llegado tan lejos y que tal vez
ya no podremos seguir caminando porque hemos destruido la casa que habitamos?
¿Y el relato de los derechos humanos, desde los tiempos
antiguos cuando un hombre eligió tomar la cicuta por no renunciar a su verdad,
pasando por la declaración de derechos del hombre y el ciudadano en 1789, hasta
la declaración universal de derechos humanos en 1948 y todos los derechos
colectivos que conocemos, que nos permiten hablar más allá de una noción de
derechos individuales? ¿Acaso no debería ser suficiente para no ver a miles de
humanos movilizarse por las fronteras porque huyen de su patria buscando una
mejor vida, o para dejar de hacer la guerra a otros países?
¿Será posible que hemos perdido de vista todo lo que hemos logrado hasta el momento en materia de derechos humanos? ¿No será que hemos permitido que la ignorancia y la insensibilidad nos hayan cegado para no entender los elementos fundamentales de nuestra realidad, que radican en el conocimiento de derechos humanos, fundamentales para la igualdad y vivir en armonía?
¿Por qué, después de tantos años de colonialismo, que ha
sido el origen de muchos males, no hemos aprendido nada de los pensamientos de
un Andrés Bello, de un Simón Bolívar, de un José Martí, un Raúl Leis o una
Reina Torres de Aráuz, si ellos y muchas almas similares escudriñaron como un
minero en la antropología humana para dejarnos un mundo menos ignorante y
libre?
¿Por qué históricamente, pero más en la actualidad, vivimos
bajo otras formas de colonización política, secuestrados por la política
partidista, la mediocridad de sectores que controlan nuestra voluntad con
dádivas y migajas, mientras les llevamos ofrendas a la hora de ir a las urnas
como un ritual pagano que se repite cada cinco años y los ayudamos a tener el
poder para tomar las decisiones que los benefician solo a ellos, mientras la
población ignora los referentes positivos que realmente les hace falta?
¿Podemos esforzarnos por comprender que la búsqueda de una
verdadera comunicación radica en saber leer y escribir y que los libros son tan
importantes como el pan y el agua? ¿Será posible entender que la lectura es una
herramienta multiusos o el instrumento básico de transmisión cultural en la
sociedad del siglo XXI, que permite que cualquier sociedad pueda presumir de
ser desarrollada y sostenible? ¿Qué hace falta para entender que la lectura
tiene hoy un papel central en la historia porque se ha constituido en un
elemento coadyuvante para asumir las necesidades básicas que permiten a la
gente descubrir sus derechos y asumir lo como sujetos de derecho?
¿Será que aún estamos a tiempo de recuperar y defender los
derechos civiles y políticos, los sociales y económicos y un abanico de
derechos culturales que defienden las identidades y otras ideas, otras miradas,
pero que, al final, nos permiten vivir en convivencia? ¿Será que aún hay tiempo
de entender que no solo bastan invenciones creativas y políticas que favorecen
la inversión y el desarrollo por el desarrollo, sino que hace falta cambiar el
chip de nuestra ética para construir nuevos hábitos que no nos destruyan como
lo han venido haciendo?
La Prensa, 07 de enero de 2023
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