viernes, 10 de julio de 2020

Aprendiendo un poco sobre el cuento y su misterio


Carlos Fong

Algunos amigos me reclamaron algo en mi artículo anterior. Me dijeron que había aclarado qué no era un cuento, pero que no había dicho qué era un cuento. En realidad, sí lo hice, pero creo que no fui muy preciso. Ese artículo apelaba a una relación más estrecha de mi vida con el cuento. Ahora quisiera navegar por otro afluente del río de los cuentos. 

Un cuento es una ficción. Eso significa que es una mentira. Una mentira que nos ayuda a tener una relación especial con la realidad. También es una mentira que nos habla de la realidad (quiero eludir la palabra verdad) desde otro enfoque: desde la imaginación. La imaginación no es lo que algunos piensan. Algo que es solo útil al artista o a la persona que vive de la creatividad. La imaginación es muy útil para todos.

Vuelvo al cuento como hecho estético. Un cuento es una mentira que deja una impresión de la realidad. Una mentira que falsea la realidad para descubrirla o reinventar otra realidad, no menos impresionante de lo que conocemos como realidad. Con esa mentira, con esa recreación le damos un sentido nuevo al mundo y no solo lo hacemos más interesante; también más significativo. Al hacer verosímil lo dudoso e imposible, estamos dándole sentido a los hechos de la vida.

Una vez una amiga muy querida, maestra, algo de historiadora y socióloga, me dijo que ella no leía cuentos ni novelas. Las ficciones no eran precisamente algo que la ayudaban a entender la realidad, porque estaban construidas de la imaginación y la fantasía no se lleva con las ciencias sociales. A mí me pareció asombroso esta lógica y, en vez de confrontarla, decidí dedicarme a estudiar las ficciones como un hecho social. 

En mi modesta biblioteca tengo muchos libros de cuentos y sobre teoría del cuento; pero también atesoro libros de antropología, filosofía, sociología y de historia. Los de historia panameña son mis favoritos, pero también leo estudios literarios y culturales. Estás lecturas me ayudaron a descubrir que mi amiga, que es una extraordinaria docente e investigadora, estaba equivocada, pero sin su ayuda y la ayuda de los libros de no ficción, yo no hubiera podido ahora entender todo lo que los cuentos pueden hacer.

Podría hablar de las ficciones en general, pero quiero detenerme en los cuentos. Tal vez otro día hable de la novela o la poesía, cuyas propiedades son igual de maravillosas. Los cuentos son un registro o lectura de la realidad. Leemos la realidad y la recreamos. Algo curioso es que el escritor de cuentos recrea la realidad y el lector también lo hace. Y es esto lo que me lleva a pensar que el universo existe porque lo estamos contando constantemente. Algo que el científico podría refutar fácilmente, pero si observamos bien también las ecuaciones son una forma de narrar el universo.

El cuento es una síntesis de la realidad, correcto. Pero es una sinopsis que nos brinda una concepción más general del mundo. Necesito dar un ejemplo: hace algunos años leí un cuento de Ryunosuke Akutagawa; se llama Rashomon. El cuento me deslumbró por su lenguaje y la precisión estética de las palabras, pero luego entendí que el valor de ese cuento era una serie de referentes importantes: un marco social, un tiempo, un espacio, y que los personajes me llevaban por una circunstancia existencial histórica que yo nunca habría percibido leyendo un tratado de historia japonesa.

Ese cuento data de 1915 y fue una historia que inspiró a Akira Kurosawa a hacer una película que le mereció muchos premios. Akutagawa vivió solo 35 años; se quitó la vida como muchos grandes autores lo han hecho. A mí me bastó leer uno de sus cuentos para fortalecer muchas nociones de la literatura que hoy me sirven para trabajar y resistir. Porque leer es una forma de resistencia. Es una forma de conocimiento que puede servir para tomar decisiones.

El cuento, como lectura del mundo, es capaz de problematizar la realidad y ponerla a disposición de otros. Las situaciones dramáticas por las que atraviesan los personajes y sus posibilidades en los cuentos pueden contrastar con nuestra experiencia y también reflejarnos nuestra imagen.

Flannery O’Connor dijo que un cuento tiene que ver con la realidad. Afirmaba que la escritura de ficción no tiene que ver con decir cosas; tiene que ver con mostrar cosas. Es lo que hacen los cuentos a diferencia de las ciencias de la comunicación. Para mí los cuentos son una forma de la creación, pero tienen su ciencia. Darle una acción dramática completa y compleja a un personaje para que gravite y tenga vida en un universo en particular es algo que necesita de cierta ciencia. Tal vez esa ciencia no es una técnica, tal vez es un misterio. Uno que involucra el misterio de la personalidad, como decía Flannery O’Connor.

La Prensa, 20 junio de 2020

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