Carlos Fong
Cada vez que una crisis golpea una sociedad, los escenarios,
en todos los sectores, son afectados y se producen cambios. La cultura no es
una excepción y, tal vez, es uno de los escenarios en los que se dan más
cambios, porque está implícita en todo: en la economía, en la salud, en la
educación y en la misma cultura, cuando pensamos en el arte o las tradiciones.
Hace poco, como parte de mi trabajo en el Ministerio de
Cultura, tuve la maravillosa experiencia de ser parte de un programa llamado
Proyecto madrina y padrino de enseñanza virtual, del Centro de Atención
Integral Fundación Chilibre Panamá. El centro, ubicado en Tocumen, es un
albergue para niños y adolescentes en riesgo social por abandono, discapacidad,
violencia sexual, maltrato físico, entre otros problemas. El espacio cuida
niños y adolescentes de todas las provincias de Panamá, incluso migrantes sin acompañamiento.
Hablamos con los administradores del centro y acordamos
organizar un círculo de lectura virtual. Al principio dude mucho, porque
desconfío de los beneficios de la tecnología en algunos casos. Por ejemplo, en
el tema de los círculos de lectura, encuentro fricciones entre los atributos de
socializar la palabra cara a cara en una reunión que hacerlo por webinar.
Podríamos pensar a favor de la tecnología que, en efecto, se llega a más gente
sin frontera; sin embargo, hay acciones culturales que pierden mucho cuando se
transmiten por video y creo que lo mismo puede estar pasando en otros espacios
culturales, como las artes escénicas y el teatro, por ejemplo.
Volviendo al Centro de Atención Integral Fundación Chilibre
Panamá, la idea de crear un círculo de lectura virtual tuvo un efecto altamente
positivo. Debemos recordar que los niños de este albergue han estado en
cuarentena siempre desde antes de la Covid-19. Están aislados y la crisis los
obligó a dar las clases virtualmente, como el resto de los niños del país. Pero
había algo que estos niños no habían experimentado nunca y fue el hecho de
poder interactuar con la literatura en un círculo de lectura virtual. Y este
hecho me hizo reflexionar sobre cómo podemos habilitar nuevos espacios culturales.
Algunos expertos ya han dicho que la digitalización mata la
realidad y afecta el concepto de la cultura como resistencia. Me parece que es
cierto, pero en algunos casos, en los que las brechas socioculturales son el
pan de cada día, parece que lo digital posibilita algunas experiencias de
transmisión cultural que deben ser analizadas.
En el caso de la lectura, Gustavo Bombini nos habla de la
noción de escena de lectura, que es la unidad de práctica/de intervención y de
análisis que se define como un evento de cultura escrita (de oralidad, de
lectura, de escritura) situada en un contexto institucional y sociocultural
determinado y llevado adelante por diversidad de sujetos posibles.
En este sentido, me parece que la actual crisis ha destacado
nuevos escenarios, nuevas situaciones de transmisión cultural; que en realidad
no son acciones novedosas en sí mismas. Una reunión virtual no es algo nuevo;
ver un concierto por youtube, tampoco. Lo que es nuevo, me parece, es la forma
de apropiación de estos momentos de parte de los sujetos. Vuelvo al caso del
Centro de Atención de la Fundación Chilibre. Aquí los chicos tuvieron una
experiencia con la literatura que por primera vez se transmitía de forma
virtual y habilitamos una conversación que ni siquiera yo pensé que podría
generar buenos resultados, porque, ya lo dije, un círculo de lectura funciona
mejor cuando las personas socializan la experiencia de leer en un espacio
físico.
Entonces, creo que a los gestores culturales y otros
mediadores nos toca discutir algunas cosas generales post pandemia. Y una de
las preguntas clave creo que será cómo hemos habilitado nuevos espacios y
momentos de conversación y de interacción cultural sin haberle restado valor al
arte, sino todo lo contrario.
Hasta el momento hemos visto muchas acciones culturales en
la modalidad webinar (conversatorios, seminarios de formación, lectura de
poemas y cuentos, entre otros). Hay que destacar que un webinar es un espacio
en internet donde puedes conversar y compartir entre varios, a diferencia del
webcast que es una conferencia en la que el conferenciante es el que habla y
los demás solo escuchan, según encontramos en internet.
En el caso de la lectura y la escritura, que es el escenario
cultural donde me muevo, creo que es importante que reflexionemos en esto:
¿Dónde la lectura, la oralidad y la escritura son imprescindibles como espacios
de convivencia en estos tiempos de incertidumbre y qué posibilidad de generar
otros espacios de apropiación se están dando que nos permiten habilitar nuevas
conversaciones sin desprestigiar la dimensión estética de la literatura? Las
dimensiones estética y social de la literatura son más que un discurso en estos
momentos. Y la lectura, como práctica sociocultural, lo confirma.
Publicado en La Prensa; 30 de mayo de 2020
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