Portada de la última obra de Manuel Orestes Nieto,
El cristal entre la luz, que reúne 40 años de ejercicio poético.
La primera vez que Manuel Orestes Nieto (Panamá, 1951) compiló su obra fue con motivo de los veinte años de ejercicio poético en una modesta edición titulada Rendición de cuentas (1991), donde Rogelio Sinán acuñó en la solapa estas palabras: “Manuel Orestes Nieto es, sin duda, la novedad literaria más importante de nuestra poesía”. Sinán no estaba equivocado; la obra poética de Manuel Orestes Nieto es una de las más importantes en el parnaso literario panameño. Es uno de los poetas más relevantes de una generación que ha marcado historia.
Dueño de un discurso que se sitúa entre lo lírico y lo épico, el poeta nos deja ahora su legado de 40 años reunido en un lujoso volumen titulado: El cristal entre la luz: obra poética 1968-2008 (Ediciones Literarias La Rama Dorada, 2008). El título corresponde a uno de los cuadernos rescatados. Con un inteligente prólogo del poeta Pablo Menacho y una hermosa pintura del artista santeño Adonai Rivera que adorna la portada, Orestes nos lleva de la mano por todos lo universos por donde ha navegado con un lenguaje que va desde lo lírico, lo coloquial, lo lúdico, lo contestario y lo identitario.
La obra de 511 páginas inicia con su último libro: Ardor en la memoria (2008); lo que significa que si el lector lee la obra a partir del final irá viajando por lo primeros poemas que escribió el poeta desde Poemas al hombre de la Calle (1968-1970); pasando por Reconstrucción de los hechos (1973); Dar la cara (1975); Diminuto país de gigantes crímenes (1976); Los muertos dolerán de otra manera (1979); He vuelto a la madera (1980-1982); Panamá en la memoria de los mares (1984); No me permito llorar (1984); Entre la palabra y la palabra (1985); Poeta de utilidad pública (1985); Piedra de cielo (1987); Ala grabada en blanco (1987); Noticias de pájaros (1987); El cristal entre la luz (1988); Sangre vidriada (1991); El mar de los Sargazos (1997); Este lugar oscuro del planeta (1988); El país iluminado (2001); Nadie llegará mañana (2002); Carta de otoño (2005); hasta llegar a Ardor en la memoria (2008).
El discurso poético de Orestes encierra una serie de constantes que se pueden ir descubriendo en la lectura cuidadosa. Algunos temas y elementos recurrentes permiten percibir una preocupación decidida: el tema de la identidad, la libertad, la infancia, la historia y la memoria; los elementos como el agua, la ciudad y el amor filial están presentes en muchos de los cuadernos. El libro que inicia la antología, Ardor en la memoria (2008), se terminó de escribir en febrero de 2008. Podemos detectar los elementos que hemos señalado: la ciudad como espacio y posibilidad; el agua como metáfora de la patria y la familia como posibilidad de rescatar la memoria y el amor.
Mirada de Nuchu quiere dedicar este espacio a una muestra de este hermoso poemario que nos dejará, sin duda alguna, un fresco ardor en la memoria.
C.F.
1.
FOTOGRAMA DE LLUVIAS
Llueve en mayo sobre la ciudad
y en la ventana de la casa de zinc
hay un niño que escucha a una vieja hablar sola,
como para sí:
“En el Darién hay veces
en que no deja de llover por tres días
y el río se vuelve un animal.”
La cortina de agua chorrea
por las cariátides de bronce del Instituto Nacional
como una serpiente líquida
que se desplaza viva por la pendiente de la calle.
Y ella continúa:
“En el nacimiento del río
hay una maldad que duerme
y a veces se despierta;
por eso la tierra se mueve cuando viene el aguaje.
El niño, sin entender sus palabras, le pide:
“Abuela, déjeme bañar en el aguacero.”
“No -le contesta ella-
porque el agua lluvia enferma
y cuando estés grande
no podrás tener un hijo así como tú.”
Y, ambos, sin hablar, permanecen, allí,
como flotando en una escama de pez,
en esta diminuta esquina del mundo,
asomados en la ventana
que se abre al aire gris y húmedo
de esta ciudad de lluvias interminables
y silencios largos,
viendo transcurrir la tarde empapada
desde el cielo hasta la tierra.
2.
AQUEL PAIS EN SU MEMORIA
Ella me hablaba del lugar donde nació,
caliente, húmedo y fluvial,
como quien cuenta el naufragio de un país.
Al oírle, daba la impresión de que esa patria selvática,
que describía hasta en los sonidos de las aves
y el temor a las jaurías de animales de ojos violáceos,
quedaba demasiado lejos.
Sus historias quedaban truncas,
abatidas por un silencio ardiente y melancólico,
hijo de una lejanía.
Siempre sentí temor cuando repetía que los huracanes aparecían de pronto
como gigantes sin rumbo que todo lo arrasaban.
Pero me contaba de su país de montañas
desde donde se miraban dos mares a la vez,
página a página,
rugido a rugido,
como los vientos abruptos y los aguajes
que
cuarteaban las orillas de los esteros.
Cuando la lluvia nos encerraba en casa
y no podíamos salir,
le pedía que me dijera cómo era aquel lugar
de árboles tan altos como el cielo
y de escarabajos de color lapislázuli.
Y, entonces, su país era una bruma alegre en sus ojos.
Su inolvidable país donde el sol era una fiesta roja
que teñía el océano,
manojos de sal y espuma en las noches fosforescentes
donde las estrellas fugaces se contaban por cientos.
El país que a fuerza de remembranzas
permaneció inalterable en su corazón de cristal
y en su memoria fresca
y que, de cuando en cuando, abría
para verlo flotar en un mar de lágrimas.
5.
NIDO DE AGUILAS
Cuando salieron por la puerta principal del colegio,
la abuela se limitó a murmurar
que esas cosas siempre traen problemas.
El grupo de estudiantes,
con sus camisas blancas,
sus banderas y sus estandartes,
avanzó cantando por la calle,
cuesta abajo.
Unas horas después, ya nada fue lo mismo;
la patria maltratada corría para todos lados,
en los pies de hombres y mujeres,
de niñas y ancianas,
de heridos y aterrados por el ruido de las balas
que llovían como fuegos de color naranja y azul
sobre los techos de zinc.
Entre los pliegues de la noche
el mar enervado se derramó por las avenidas
que parecían ríos de espuma teñidos con sangre.
Al amanecer de aquella noche de enero,
sin escuchar noticias,
como si ya lo hubiese vivido, la abuela nos dijo:
“Tengan cuidado,
mataron a una niña de un balazo
en la cabeza
por los lados de los multifamiliares
y del otro lado de la cerca
siguen disparando.”
“No se preocupe, abuela, no vamos a salir de la casa contesté-
sin saber a ciencia cierta qué estaba pasando,
cómo fue que todo comenzó
y por qué el luto fue tan grande
como una ola negra y maligna,
derramada en una playa blanca
de cuerpos inocentes e inertes.
6.
EL INCENDIO
Fue tan voraz el incendio -tan fulminante y cruel-
que la casa ardió hasta sus cimientos.
Allí en la acera, perplejo ante el
desastre,
sin comprender la pérdida de mis juguetes
y mis ilusiones,
con un golpe de yunque en la cabeza,
vi hacerse cenizas toda nuestra vida,
como un despreciable regalo en llamas
que no merecíamos.
La abuela,
sin mover un solo músculo del rostro,
como si la desgracia no existiese,
nos dijo:
“El que llore le entro a correazos.
Nos vamos de aquí ahora mismo,
con su madre,
y métanselo en la cabeza,
nosotros volveremos a tener otra casa.”
8.
OLOR A ALCANFOR
¿Quién fuiste, realmente,
Baldomera Espinosa, viuda de Muñoz?
¿La abuela descalza que llegó desde la selva?
¿La mirada fija de un cóndor?
¿La sombra que deambulaba
por entre los cuartos en la madrugada?
¿Un olor a alcanfor y a inciensos?
¿Una vela, un vaso de agua,
cuatro centavos?
¿La magia de tus manos en alcohol
para conjurar la fiebre?
¿La que presentía las duras desgracias?
¿La que lloraba a solas?
¿Quién fuiste, abuela?
¿Una mariposa grabada en el aire,
un largo viaje por las arterias rosadas del tiempo,
la resonancia sin igual de un caracol esmaltado,
una hoja de sábila,
la canela olorosa de tu piel,
tus manos ásperas y tiernas,
una lágrima redonda como los recuerdos
o, acaso, esta indescriptible desolación
al verte ahora,
como un colibrí que cae vencido entre mis manos,
y atravesado, sin razón,
por una brutal espada?
9.
MEDIODIA SIN ADIOS
Si alguna vez te preguntan por el dolor,
si alguna vez te preguntan por la dureza de la ausencia,
diles que en el centro del mediodía,
en este hospital público,
en este cuarto blanco y en este sopor,
ya vencida,
con las caderas rotas,
disgustada y con rabia,
hablando en la lengua de sus ancestros,
chorreando goterones de sudor por las manos,
y con la frente acerada,
ella te miró por última vez desde la vida que se le iba,
y al cruzar a la muerte,
volvió a mirarte desde el maldito frío
de los que parten sin decir una palabra.
Manuel Orestes Nieto
Nació en la ciudad de Panamá en 1951. Licenciado en Filosofía y Letras. Diplomático, ha sido Embajador de Panamá en Cuba y en la República de Argentina. Director de la Biblioteca Nacional. Subdirector del Instituto Nacional de Cultura de Panamá.
Premio Nacional de Literatura "Ricardo Miró" de poesía en cuatro ocasiones: 1972, 1983, 1996 y 2002, con sus libros Reconstrucción de los Hechos, Panamá en la Memoria de los Mares, El Mar de los Sargazos y Nadie llegará mañana.
Premio "Casa de las Américas" 1975 de poesía con su libro: Dar la Cara.
Ostenta la Medalla Gabriela Mistral, otorgada por el gobierno de Chile en ocasión del 50° Aniversario del Premio Nobel de Literatura a la escritora chilena (1996). Finalista a optar por el premio Juan Boscán de Literatura, Barcelona, España, en 1973, con su cuaderno: Los nombres personales. Alta Mención Honorífica del Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, poesía, 1999, con su poemario: Este lugar oscuro del planeta. Premio Nacional de Literatura “Pedro Correa”, 2000, a la excelencia literaria por el conjunto de su obra publicada.
Además de los libros premiados ya señalados, es autor de: Poemas al hombre de la Calle (1970), Enemigo Común (1974), Diminuto país de gigantes crímenes (1975), Oratorio para Victoriano Lorenzo (1976), Poeta de Utilidad Pública (1990) y la antología Rendición de Cuentas (1991) que recoge veinte años de su producción poética. El imperecedero fulgor (1996); El legado de Omar Torrijos, Panamá (1997 y 1999); El país iluminado (2001, 2003); Ala grabada en blanco (2001, 2003). El cristal entre la luz (Obra poética/ 1968-2008).
Ya sus textos circulan profusamente en Internet. Por ejemplo, su libro: El Mar de los Sargazos, está publicado en el sitio web español, badosa.com, desde finales de 1998 y en webescritores.com.ar de Argentina. El cuaderno No me permito llorar está también disponible en badosa.com. Librosenred.com de Argentina oferta sus poemarios El país iluminado y El Mar de los Sargazos, siendo los dos primeros libros digitales de autor panameño en Internet. Poeta de Utilidad Pública está editado en elcalamo.com de México, en Artes Poéticas de librodenotas.com. y en Letralia. Noticias de Pájaros y Ala grabada en blanco están publicados en el sitio mundopoesía.com. Cuando aún vives (selección de cuentos) y el cuaderno poético Atardecer de añil aparecen en el sitio letralia.com desde el 2004.
Poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, ruso, húngaro, checo y polaco. Aparece en importantes antologías de la poesía panameña y latinoamericana contemporánea. Forma parte de la Antología de Salamanca (Cumbre Poética Iberoamericana), publicada en Salamanca, España, 2005.
Ha dirigido páginas periódicas y publicaciones literarias, entre ellas: Prisma y Extensión; la página literaria del diario Panamá América, Trastienda y Crítica-Arte del diario Crítica.
Fue colaborador columnista del diario panameño El Universal y Miembro del Consejo Editorial del suplemento literario y cultural Tragaluz.
3 comentarios:
Manuel Orestes Nieto es, sin duda, el mejor y más completo poeta panameño contemporáneo. Su poesía coloquial, tamizada en una criba sedosa y fina, deja en la superficie la palabra limpia, transparente y decidora que revela nuestra identidad como hijos de una patria maltratada y doliente.
Esa difícil sencillez poética, transparenta el alma sencilla del hombre y la mujer panameños, con su cargamento de sueños, ilusiones rotas, pero siempre fuertes, llenos de esperanza. Albricias por este libro.
Carlos,
Gracias por ocuparte de este gran poeta panameño!
Considero imperioso difundir estudios como aquel hecho por ERASTO ESPINO BARAHONA sobre el poeta MANUEL ORESTES NIETO.
Saludos!
Leer las letras de Manuel Orestes Nieto es como dar un paseo por la historia patria. Gracias Carlos; es grandioso el trabajo que haces para que las generaciones, actuales y futuras, conoscan el inventario poético de personajes como Manuel Orestes, Jose Franco, Consuelo y muchos que aportaron y siguen aportando a la cultura universal de las letras.
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