sábado, 27 de mayo de 2023

Blas Petit o la mirada profunda de la realidad

Carlos Fong

En su libro La pintura artística panameña, Etanislao Arias Peña (1952 2003), arquitecto y artista plástico panameño, anotó la siguiente reflexión: “El arte es una actividad humana social y por lo tanto su organización y los principios de su funcionamiento están condicionados por las disposiciones sociales en las que surgió y se desarrolló. Nace como una vía para expresar actividades humanas, espirituales, subjetivas y emocionales, es decir, la preservación y transición de la riqueza cultural de la sociedad y la expansión de las existencias teóricas por medio de la reflexión crítica y el enriquecimiento con nuevas ideas”.

Para Etanislao, el arte pictórico interviene en la sociedad de manera significativa y es generador de mediación cultural porque dinamiza la sociedad de la cual es parte. Para el pintor, es vital la extensión del quehacer artístico en la vida cotidiana. Hay una pregunta que nos hace el artista originario de Pesé que, en cierta forma, es una constante en todas las ramas del arte: ¿cuál es el papel del artista panameño en los albores de un nuevo siglo, en un mundo en proceso de cambio y transformación?

Tal vez la respuesta también sea otra invariable en la vida creativa: el papel del artista consiste en presentar y orientar a la sociedad a aprehender la esencia de los elementos fundamentales del mundo. 

Hace más de 40 años, María Bernal, escribió en su libro El pintor panameño ante la sociedad, algo que sigue siendo fundamental en la vida artística de un pintor: “El pintor es el misionero capaz de combinar en un todo, el conocimiento intuitivo e intelectual, en una forma visible y conceptual, transmitiéndola como enseñanza a los demás miembros de su comunidad”. Esta parece ser una idea firme en la obra del maestro José Blas Petit Pinillo, de quien me ocuparé hoy, porque la buena pintura es una forma de leer el mundo. La buena pintura es un relato que nos cuenta también una buena historia. 

El maestro Blas Petit es panameño y nació en 1963. Contemporáneo con otros pintores como César Arboleda Abrego, Roosevelt Díaz, Roy Arcia, José Inocente Duarte, Carlos Rodaniche, Eduardo Navarro, Rodolfo Justine, Ana Garuz, Viviana Rivera y Oswaldo De León Kantule, entre otros, Petit es un artista que ha logrado relatar los elementos esenciales del mundo panameño y, sobre todo, recorrer a la mujer desde todo su cuerpo y su mirada.

Blas Petit estudió comunicación en México y artes plásticas en Panamá. Es profesor de dibujo y pintura. Ha ganado importantes reconocimientos en concursos como el Premio Nacional de Artes Visuales Roberto Lewis. Ha representado a Panamá en congresos dentro y fuera del país como en Beijing, China, según fuentes que hemos consultado. Para Petit, merecen su respeto grandes pintores como Alfredo Sinclair, Mayo Hassán y Chong Neto. Un maestro para él fue Luis Aguilar Ponce (1943-2015), que también incursionó en el estudio del cuerpo de la mujer desde el arte. 

La obra de Blas está matizada por un universo de objetos herramientas que utiliza para hacer impresiones manuales, detalles, efectos sobre el lienzo que permiten darles identidad a sus personajes. La bibliografía consultada coincide en que Blas es un pintor figurativo con un buen dominio del color y una temática que abarca lo religioso, lo costumbrista, bodegones y la pintura de personajes caracterizados por un solo ojo. Son miradas femeninas que parecen explorar el cosmos de una relación con las cosas desde una mirada profunda.

Quiero resaltar una serie en especial donde el maestro Blas ha dedicado su paleta a la etnia negra resaltando la identidad nacional y el aporte de afroantillano a la cultura nacional. Paisajes urbanos con chivas y balcones que rescatan el Panamá de ayer, reinas congo y bailes que le dan ritmo y color a su lienzo; rostros de mujeres negras, y como siempre, el símbolo del ojo. Ojos grandes que hiperbólicamente sobresalen en el rostro de la mujer provocando sensaciones diversas. La pintura de Blas Petit no solo se puede ver; también se puede saborear y escuchar desde la mirada de sus personajes; es visual, pero también textual porque deja leer un relato de la identidad.

La obra de Petit nos orienta hacia una profunda comprensión de lo humano social histórico, porque el artista se ha preocupado por investigar y crear un lenguaje que comunica un profundo mensaje de raza fugitiva en el tiempo. Es un lenguaje cargado de un cromatismo que se mueve ante nuestros ojos y que, al mismo tiempo, nos relata la historia social de los pueblos afroantillanos. La pintura del maestro Blas Petit, ya lo dije, orienta, pero también persuade, crea, comunica y añade naturaleza a la realidad que muchas veces pasa inadvertida ante nuestra mirada. Petit es el pintor de la mirada profunda.

La Prensa, 27 de mayo de 2023








martes, 9 de mayo de 2023

Una cucarachita para toda la vida

Carlos Fong

La semana pasada tuve el placer de ir al Teatro Nacional para ver al Ballet Nacional de Panamá, quien ponía en escena la obra La Cucarachita Mandinga, la adaptación musical de Gonzalo Brenes Candanedo, con libreto de Rogelio Sinán y versión musicalizada por Roque Cordero. Ese día confirmé algo que he pensado muchas veces: la profunda relación que existe entre el cuerpo y la literatura. Además, comprobé que la narración oral y los cuentos son un relato para toda la vida.

En un texto que se pierde en los tiempos de Federico Tuñón, titulado A propósito de La Cucarachita Mandinga, el autor apunta que la obra fue ensayada como teatro mínimo en 1937. El impacto que causó la obra en aquella época, por su “coro de grillos, radios, autoparlantes, silbido de sirenas, automóviles, etc., que daban a la historia rural un tono urbano…”, sin duda una versión moderna con matices de panameñidad, es muy posible que haya colocado la adaptación de Sinán en la historia de la literatura nacional.

A manera de docencia, hay que recordar que La Cucarachita Mandinga no es una obra original de Rogelio Sinán, ni tampoco es una obra nacional. Es una fábula o farsa que tiene muchas versiones en todo el continente, incluso en Portugal y España. Existe un estudio de la Yolanda Hackshaw titulado La Cucarachita Mandinga: narración transcultural, publicado en el 2020 por la Editorial de la Universidad de Panamá. Es el estudio más importante que conozco sobre el tema, hecho por una investigadora panameña, pese a que otros autores también han escrito.

 En este trabajo, publicado también en la revista Tareas (núm. 165, pp. 69-88, 2020), Hackshaw nos acerca al origen de la farsa que Sinán popularizó y nos revela en su investigación que el cuento no tiene sus raíces en América ni en África, pese a la palabra “mandinga”. Es un cuento que ha viajado en el tiempo desde la oralidad. Incluso, autores como Charles Perrault parece que intentaron rescatar la historia. Perrault escribe La ratita presumida, cuyo argumento es espejo del relato de La Cucarachita, donde el autor casa a la ratoncita con otro ratón, señala Hackshaw.

Además, nos dice la profesora, Fernán Caballero en sus Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares, publicado póstumamente en 1921, contiene el cuento La hormiguita, que narra la historia de una hormiga que se casa con un ratón. La profesora Yolanda sigue el rastro que llega hasta México donde, basado en el texto de Caballero, se publicó en la colección Chapulín la obra La Cucarachita Mandinga y el Ratón Pérez. Para la investigadora, es el proceso transcultural el que permite que este cuento haya sobrevivido a los tiempos, porque presenta una situación universal y humana de impacto para cada ser vivo: el encuentro de la pareja ideal.

Otro dato de suma importancia que nos regala el estudio de Hackshaw es que solo en Panamá existen seis versiones de la cucarachita: tres de Sinán, una de Federico Escobar, una versión ilustrada de Eudoro Silvera y una de Joaquina Padilla. Curiosamente, es la versión de Sinán la que se ha dado a conocer. He pensado que esto se da por la magistral intervención de Gonzalo Brenes y Roque Cordero, porque supieron elaborar una pieza musical adaptada a la danza y para el ballet nacional que hasta hoy sigue llenando de felicidad a niños y adultos. Es lo que vivimos todos los que fuimos al Teatro Nacional.

 En el ensayo de Federico Tuñón, anota el autor al inicio: “En verdad, es necesario cultivar la fantasía de los niños, como quien enseña a soñar cosas bellas; poner al alcance de sus manos, mundos frágiles y encantados; llenar el recipiente de su imaginación con gotas de miel y leche, que su tierna edad hará más dulces y más cándidas; saturar su ambiente espiritual de fragancias, como un escudo contra miasmas referirles cuentos, que os inundar el alma de bien y de belleza”. También añade unas palabras de Eca de Queiros que no puedo dejar de citar: “La ilusión es tan útil como la realidad; y en la formación de todo espíritu, para que sea completa, deben entrar tanto los cuentos de hadas, como los teoremas de Euclides”.

Esto está muy acorde con lo que hicieron los artistas panameños: Sinán, Brenes y Cordero. Colocaron la belleza de una historia a través de los sentidos, la música y el cuerpo. Visualizaron una escena romántica transcultural y postmoderna que desde el cuerpo y el movimiento le dan vida a un libreto que solo la imaginación y la ilusión pueden crear desde las artes escénicas, el poder la literatura y la magia de la danza.

No me resta más que felicitar al Ballet Nacional y a la Orquesta Sinfónica Nacional por este hermoso regalo. Al maestro Ricardo Risco y la directora ejecutiva del ballet, Gloria Barrios; a los coreógrafos Graciela Guillén, Juan Carlos Costoya, María Elena Jiménez, José Villamil, Alexa Gutiérrez, Diguar Sapi y Pilar Vega. Gracias especiales al elenco de la cucarachita, a los ratones, grillos, toros, caballos, cerdos, patos y sapos que nos llevaron a soñar y a reafirmar que sólo la imaginación es tan poderosa que puede vencer la realidad.

La Prensa, 06 de mayo de 2023

A los 20 años de Redplanes

La Red Iberoamericana de Responsables de Políticas y Planes de Lectura - Redplanes, cumplió 20 años. Redplanes es una red conformada por los...