jueves, 9 de mayo de 2013

La vida que recuerdo

Este miércoles 8 de mayo estuvimos en la Librería Exedra Books en la presentación del libro La vida que recuerdo del arquitecto, urbanista y planificador familiar Jorge Ricardo Riba. El libro es un ameno relato que nos hace navegar desde la memoria fresca y los recuerdos felices por la radiografía de una vida familiar. El autor usó como soporte filosófico una idea de Gabriel García Márquez:   “Lo importante no es lo que has vivido, sino lo que recuerdas para poder contar”. De esta forma el escritor nos lleva por un camino que relata desde muchos enfoques nuestra identidad y cómo su vida ha sido un gran aporte a la vivienda de interés social. La obra fue presentada por sus propios familiares, un gesto de humildad y amor que demuestra el rigor de la familia como institución. Los parientes destacaron las cualidades humanísticas de don Jorge Riba e hicieron una aproximación a la vida del autor desde las anécdotas personales. Mirada de Nuchu felicita a don Jorge Ricardo Riba por este nuevo libro y los invita a todos a leerlo como una forma de fortalecer los valores de la familia y tener una visión más esperanzadora para el país.

Jorge Ricardo Riba y su nueva obra La vida que recuerdo.
También es autor de Pensamiento sobre la ciudad,
 Urbanismo: Proyectos y otros escritos y Memorias de urbanismo.





martes, 9 de abril de 2013

ADIÓS A. GONZÁLEZ PALOMINO


La del pintor panameño Carlos Alberto Palomino deja un gran vacío en el arte nacional. Para nosotros fue el poeta social del lienzo. Sus cuadros, esculturas y murales registran la condición existencial del ser panameño. Fue un buen amigo, un extraordinario maestro y un gran pintor. Nada de lo que escribamos podría ni siquiera diseñar un boceto del perfil trascendente de un artista como lo fue Palomino. Por eso Mirada de Nuchu rinde homenaje a su memoria con estas palabras del poeta Dimas Lidio Pitty, uno de sus amigos de conversaciones míticas llenas de arte y poesía, escritas desde las lejanas tierras chiricanas. Adiós compañero de las artes. Y como dijo el poeta Li Po, juramos  “encontrarnos en el Río de Plata de los cielos”... algún día.

C.F.


ADIÓS A. GONZÁLEZ PALOMINO

Su orgullo mayor era provenir de El Chorrillo y de Santa Ana, de los patios comunales, de las entrañas del pueblo. Si hubiera sido músico, habría fusionado algarabías y silencios en frases y compases henchidos de gritos, pesares y lágrimas, como las viejas noches del Terraplén, de Plaza Amador, de los zaguanes y de las cantinas legendarias de sus barrios. Pero no era músico, sino pintor. Por eso combinaba líneas, colores, esencias, huellas y rostros, en flujo interminable de vida en ebullición, trabajo y desventura, mezclada con furias, anhelos y promesas de pueblo que no se resigna a la opresión y al infortunio y se yergue sobre sus pies, para que todos sepan que en esta tierra la gente ostenta coraje y dignidad, por más que todavía la historia y la suerte se empecinen en serle adversas.
Carlos Alberto Palomino,
descansa en paz viejo amigo. 

          Carlos Alberto González Palomino era carne y espíritu de pueblo. Los barrios de El Chorrillo y de Santa Ana lo hicieron y lo nutrieron de sus esencias, de su aire, de sus días. Luego la vida lo llevó a otras latitudes, del sur y del norte, del este y del oeste, donde encontró estímulos y alicientes, coronados por el amor de la mexicana Tota, con la cual tuvo dos hijos; pero sus raíces siempre permanecieron en Calle 14, en Malambo, en la playa, en El Granillo, en el parque de mítines, misas y campanas, en el Cine Hispano, en el Café Cocacola, en la Aurora, en la Trocadero, en La Concha, en la Nueva Ciudad de Verona, en Ambos Mundos, en El Cielo, en la Chalet, cantinas donde las penas y los sueños alternaban con musas, fantasmas, personajes literarios, altercados y blasfemias.

          En la década de 1960, Palomino comenzó a proyectar su arte más allá del barrio. En una exposición que organizaron los estudiantes del grupo Columna Cultural, en el paraninfo de la Universidad de Panamá, Palomino expuso un cuadro en que figuraba un billete de a dólar, genuino, y alguien, seguramente más interesado en el dinero que en la pintura, se llevó el dólar. Pero ese hecho no desanimó al artista. Palomino siguió pintando y su obra trascendió las apetencias y fronteras bajamente mercantiles y llegó a ser apreciada dentro y fuera de Panamá.

          Vinculado a las inquietudes sociales y patrióticas, el arte de Palomino se hizo combativo, hasta bordear la estridencia y el panfleto, en ciertos casos. Pero nunca perdió vigor, emoción, el empuje de la sangre palpitante, de la vida de los barrios. Muestras de esa fidelidad a sus orígenes, a la tierra y a las realidades de su gente, son sus murales patrióticos y sus cuadros evocadores, siempre llenos de motivos hondos, sugerentes, plenos de vitalidad y trascendencia.

          Alguna vez, en la cantina Nueva Brisas de Ancón, donde se dice que Demetrio Korsi escribió su recordado “Nocturno en gris”, con los poetas Ramón Oviero, José Bayard Lerma, José Antonio Córdova y quien pergeña estas líneas, por la época en que pintaba unas obras en el Centro Escolar Manuel Amador Guerrero, en la Avenida de los Poetas, Palomino expuso, delante de varias jarras de cerveza, las coordenadas de su arte. Quizás por la cerveza, o por la mezcla de ésta con los conceptos estéticos, llegamos a una conclusión taxativa y simple: lo que Palomino buscaba poner en sus obras no era arte, era vida. Y eso fue lo que logró en sus mejores momentos. Se puede comprobar aquí, en Perú, en Chile, en Europa, en México… en todas partes donde dejó sus huellas de santanero profundo y desvelado.

          Ahora, desde las faldas del Barú, le envío el abrazo postrero a quien supo, en todas las circunstancias, aun en las más adversas, ser humano, ser amigo, ser artista y ser hijo de su pueblo.

          Adiós, Palomo, seguimos en la línea.

Dimas Lidio Pitty
Potrerillos, 9 de abril de 2013


Para conocer al artista: http://www.carlospalomino.net/index.html

jueves, 4 de abril de 2013

Diablos Rojos y Cultura


Los diablos rojos, para el conocimiento de los no nacionales, constituyeron el medio de transporte de los panameños en la capital de Panamá por muchos años. Con el nuevo sistema del MetroBus los diablos rojos desaparecen, dejando atrás dos pasados: uno de amargura y desorden, y otro que tiene que ver con la identidad urbana de la ciudad. Estos carros fueron Arte Urbano en ruedas. Los pioneros del graffitti se forjaron en las latas blancas de estos buses. Queda en la memoria aquellas caras de familiares y artistas que adornaban la puerta trasera de la salida de emergencia; pinturas donde el imaginario social cotidiano de los panameños friccionaba con la violencia, la sensualidad, el amor filial; una lectura de la vida urbana.  Parece ahora contradictorio que algo que trajo dolor y angustia  a muchos panameños, también tenía algo que ver con su existencia desde la cultura.

Muchas personas del sector cultura han sugerido que algunos de estos carros no deberían convertirse en chatarra, si no en casas de arte rodantes, bibliotecas (bibliobuses), escuelas itinerantes de arte que podrían entrar en los barrios y llevar propuestas culturales de intervención comunitaria, porque todo lo malo puede florecer si se le añade la chispa adecuada, como dice la canción de Héroes del Silencio. En algún momento pasado escribimos que la Cárcel Modelo debió convertirse en un centro para hacer arte para los mismos chorrilleros; criticamos la destrucción de la antigua embajada de USA que bien pudo ser un museo de la nacionalidad o un espacio para los artistas. En Italia un antiguo manicomio fue transformado en casa para artistas; un matadero en España se convirtió en un observatorio para la promoción y estudio de la lectura; en Puebla, México, una vieja estación de tren es ahora un espacio para gestionar acciones culturales. ¿Por qué será que nosotros todo los desaparecemos y destruimos?  ¿Será que el  apetito capitalista por la destrucción  es más fuerte que la creatividad de los panameños?
C.F.


Las fotos son de María Pittí tomadas de: https://www.facebook.com/diabloarte.movimiento

jueves, 28 de marzo de 2013

La práctica sociocultural de la lectura como (re)valoración ética de las ideas*



Nos gustaría empezar esta reflexión partiendo de una pregunta: ¿Qué es una idea? Sin menospreciar la etimología histórica de la palabra y sus principales pioneros como Platón, quien escindió la realidad en un mundo visible y un mundo inteligible para explicar que una idea es la esencia de aquello por lo que una cosa es lo que es; entidades que poseen una existencia real e independiente; sobre todo que las ideas son el objeto del concepto y no el concepto. Sin necesidad de subestimar los conceptos arquetipos que encontramos en los diccionarios que dicen que una idea es la representación abstracta de una cosa real o irreal que se forma en la mente de una persona; la imagen que queda en el alma del objeto percibido;  la opinión o juicio que una persona tiene formada en su mente acerca de otra persona o cosa;  la intención o ánimo de alguna persona de ejecutar un proyecto o plan para hacer una cosa. Sin menoscabar ninguno de estos conceptos, queremos quedarnos con el más simple, tal vez,  de todos ellos: una idea es el conocimiento elemental que se tiene de una cosa, la suma de experiencias que tenemos de la realidad para entender esa realidad.

Una idea es todo lo que mencionamos arriba, pero más que nada es la capacidad y la posibilidad del pensamiento de combinar saberes antiguos con los nuevos; poder vincular elementos y componentes diversos de manera que podamos construir, combinar, relacionar, yuxtaponer, sintetizar y asociar diversas entidades que nos permiten tener una idea menos estrecha y más general del mundo, del progreso, de la historia, de la política; incluso de las cosas más sensibles como los valores, los sentimientos, la belleza, el mal, el amor, la libertad, la esperanza.

En la actualidad parece que el valor de las ideas tiene más importancia en el sector de las industrias culturales, en el universo de la publicidad y de las empresas que sobreviven de la creatividad. Se habla de creatividad también en contextos educativos. Los pedagogos hablan de una educación para el pensamiento creativo. Ser creativo implica tener buenas ideas. Ideas que permitan al ser humano vivir mejor y disfrutar de muchas cosas basadas en buenas ideas. Pero, ¿Qué ha pasado con la valoración de las ideas sobre la esencia o la presunta naturaleza humana, la relación del hombre con la naturaleza, el Estado, la política, la educación, ser ciudadano, la pareja humana, la familia, la patria, la identidad, la cultura, la solidaridad, incluso la idea de Dios? Aquí pedimos permiso para insertar una idea de la lectura como revaloración de las ideas éticas. Y lo haremos a través de otra pregunta: ¿Estamos enseñando a leer a nuestros niños y jóvenes de modo que sean capaces de construir sus ideas y valores desde su propio imaginario?

Nosotros pensamos que la lectura como práctica sociocultural puede ayudar a que revaloremos el mundo de las ideas para construir una mejor sociedad. Necesitamos primero aclarar la idea de la lectura como practica sociocultural y para eso nos ayudaremos de Gustavo Bombini, el prestigioso investigador argentino, quien ha propuesto una nueva construcción epistemológica y metodología que permita abordar las prácticas de la lectura como práctica sociocultural apoyada en los aportes de la sociología, de la cultura, la antropología cultural, la etnografía; nosotros añadiremos la filosofía, la historia y todo el resto de las humanidades. Bombini apuesta por una nueva problematización que permita dar una nueva mirada a las categorías tradicionales con el objetivo de construir una teoría de la lectura en contextos pedagógicos.

Según Bombini, si le damos una mirada a la lectura desde los distintos espacios públicos y privados, institucionales y civiles, donde se mueven los sujetos, podemos advertir que existen muchos nichos desde donde la lectura se practica. Desde los sujetos se puede decir que leemos todos los que conocemos el alfabeto: el niño, el adulto, el jubilado, el profesional, el joven, el funcionario, el hombre, la mujer, el inmigrante, el artista, el obrero, el maestro hasta el bien-cuidao.

Desde los propósitos leemos para informarnos, para formarnos, para encontrarle sentido a la vida, para entender, para entretenerse, por placer, para descubrir. Desde los distintos espacios o ámbitos leemos desde la escuela, la universidad, la biblioteca, el centro cultural, el auto, en la oficina, en el hogar, en la cárcel, en el barrio. Desde lo temporal leemos desde lo privado y lo público, en el tiempo de ocio, en el tiempo del currículum, en un tiempo programado, en un tiempo de espera, en un tiempo asistemático e inconstante, anota Bombini.

Hay que reconocer que la lectura debe ser entendida desde las maneras reales en las que la gente la asume, la entiende y la desarrolla. Los sujetos leen desde distintas situaciones sociales: Desde situaciones problemáticas y difíciles: un barrio con altos grados de vulnerabilidad, la cárcel, una región en conflicto, el hospital, localidades marginadas. Desde situaciones placenteras para ocupar el ocio: un círculo de lectura o una reunión social, un recital de literatura. Desde situaciones institucionales de formación de los sujetos: la escuela, la universidad, el seminario o el taller.

Planteada la lectura como una práctica cultural los mediadores podemos decidir qué tipo de acciones y técnicas ejecutaremos para construir en los momentos y espacios donde los sujetos conviven a través de la lectura. Es vital revisar los distintos discursos y representaciones que se tiene de la lectura, sus dimensiones socioculturales. Existe una dimensión ética donde el lector encuentra un componente importante de formación, la lectura como enseñanza de valores, lo que el escritor quiso comunicar. Existe una dimensión estética donde la lectura se instala como placer y goce estético, se disfruta de cada metáfora y se hacen juicios de valoración. Una dimensión ciudadana donde la lectura es un medio de comunicación que permite tener sujetos informados; la escolarización es un mediador en este proceso que permite el ejercicio de la ciudadanía. También existe una dimensión cultural que hace una lectura de la realidad y del mundo en que vivimos, admite pensar en proyectos y programas desde la cultura. Y una dimensión identitaria que permite la construcción de la subjetividad y de la identidad nacional.

Todas estas dimensiones nos están diciendo que la lectura debe ser entendida de muchas maneras reales en que las personas la entienden y la desarrollan desde sus propios espacios poéticos. Nuestra propuesta es que ya no podemos seguir leyendo de manera lineal, vertical, autoritaria; la lectura obligatoria debe dar paso a otra forma de leer. Apostamos por la apropiación social de la lectura. Lo que la lectura significa y representa está en el propio imaginario social e histórico que los sujetos construyen a diario. Debemos trascender los modos de leer propios de la escuela. Enseñamos a decodificar el abecedario y los niños aprenden a leer; pero finalmente los sometemos a modos tiránicos de lectura. ¿Por qué no les enseñamos a discutir sentidos, a apropiarse de la lectura, a negociar con ella? ¿Por qué no les enseñamos a cuestionar y dudar de la realidad? La educación es el movimiento desde la oscuridad hacia la luz, escribió Allan Bloom en ese valioso libro titulado: La decadencia de la cultura. Significa que las opiniones falsas, aludiendo a las sombras de Platón en La República, pueden ser corregidas, porque sus contradicciones internas impulsan a los hombres de pensamiento a buscar la verdad. La lectura es movimiento. Pero ese movimiento no puede tener una sola dirección. Leemos en la diversidad y en la diversidad de saberes destruimos las sombras y caminamos hacia la luz.

Todas estas ideas que estamos vertiendo no son nuevas. Desde la década de los 80 se han venido discutiendo y ya en el siglo XXI muchos investigadores, teóricos del lenguaje  y antropólogos parecen estar de acuerdo en que la lectura debe ser inicialmente enseñada desde los programas curriculares, pero el pensamiento creativo sólo nace cuando leemos desde cierta libertad que respete el valor que cada individuo le da a la lectura desde su propia imaginación e interpretación. La práctica sociocultural de la lectura está en la medida en que construimos ciudadanía. De nada sirve hablar del derecho de leer del ciudadano si no le damos el derecho a opinar y disentir con sus propias ideas. De esta forma se acerca a una idea de las cosas y su verdad, si es que existe esa verdad.

¿Estamos sugiriendo con todo esto un exceso de libertad que va en contra del cannon? No. De hecho, estamos en contra de la eliminación de materias relacionadas con nuestra identidad histórica y con la eliminación de libros canónicos de la literatura panameña. Nuestro acervo cultural no puede ser de ninguna manera sustituido. Debe permanecer para siempre. Apelamos es a una nueva forma de acercarnos al conocimiento desde la dimensión cultural de la lectura. Es aquí donde entra en juego el mundo de la ideas. Los chicos, sencillamente, no encuentran ninguna relación entre la realidad del Mio Cid, una obra que tiene mucho que decirnos, y la suya; es por eso que la rechazan y la encuentran aburrida. Si logramos encontrar esa relación otorgándole sentido entre ambas realidades culturales, quizás logremos un nuevo tipo de acercamiento a los textos. Como dice la investigadora Carolina Cuesta, alumna de Gustavo Bombini, hay que volver a pensar la lectura en la escuela. Y añade: “Leer es comprender y disfrutar, es reconocer y degustar, es identificar y entender, es analizar, responder, hipotetizar, inferir e interpretar y opinar, estudiar y vivenciar, saber y rememorar”. Debemos repensar cada uno de estos verbos y darles sentido a la hora de leer con los chicos. Debemos intentar que los lectores se coloquen en medio de la dimensión estética (“me gusta”) y la dimensión cultural de la comprensión lectora (“lo entendí”).

Quisiéramos fortalecer nuestras ideas con tres teorías: la teoría del lobo en el bosque de Graciela Montes; la teoría del encuentro con los posibles de Michéle Petit y la teoría de la caverna de Platón. Las tres guardan una estrecha relación con el universo imaginario desde donde la construcción de sentidos se aborda por los procesos de producción de escritura y lectura; relación para nosotros sin la cual no tendría sentido leer.

“Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está…” El bosque nos hace falta, dice Graciela Montes. En la ronda que todos de seguro recordamos, lo diferente, lo desconocido, lo inquietante está escondido en el bosque. Cuando finalmente sale el lobo todos corren, luego, de seguro, anochece, el juego termina y mañana habrá que preguntar otra vez qué está haciendo el lobo. Este principio de incertidumbre es una de las bases de la creación para niños, según Montes: lo importante no son las certezas sino las incertidumbres de saber qué hay en el bosque; qué se esconde en los cuentos que leemos; qué pasará en la siguiente página. Yo quisiera ir más allá del hecho creativo. Ese principio de incertidumbre también es aplicado a la lectura. Debemos aprender a cuestionar la realidad a través de la lectura; leer las certezas con mirada crítica; dudar de la realidad y preguntarnos por dónde saldrá el lobo.

Michéle Petit, al referirse del encuentro de los jóvenes con la lectura, dice que el encuentro con algo más, con lo otro, es el encuentro con lo posible. Lo extraño, lo lejano, lo otro, no son negaciones sino posibilidades. Todo lo que nos permite soñar, nos permite pensar. Todo lo que nos permite imaginar, nos permite construir. Es por eso que un espejo mágico, un agujero en el jardín que lleva a otro mundo, un sapo que se convierte en príncipe son criaturas y situaciones donde la virtud de lo desconocido y lo extraño despiertan tanta fascinación en los niños; incluso en los adultos a través de las peripecias de los personajes de una novela, por ejemplo. Imagínese usted las posibilidades que podemos encontrar al leer al Quijote si tan sólo aprendiéramos y ensenáramos a leer con significados.

Hace unos minutos cité a Platón y su alegoría de las sombras; regreso a sus sombras. En el mito de la Caverna de Platón, en el principio el hombre estaba confinado a la oscuridad; vivía en una caverna. Pero este mundo de sombras lo impulsó a buscar la luz. La sed de explicarse la realidad de las cosas lo llevó a la contemplación de las ideas. Así descubrió que el mundo era más complejo y enigmático que su limitada realidad de caverna. En la actualidad el hombre parece confinado a una caverna: percibe las sombras y apariencias y se pregunta qué es lo real. Acaso la lectura tiene mucho que decirnos de ese mundo, a disipar las sombras, aun así tengamos que sortear y confrontar criaturas fantásticos, en el caso de las ficciones,  para decirnos, no la verdad, sino que la imagen del mundo puede ser otra.

Si lo importante no son las certezas sino la incertidumbre de saber qué hay en el bosque; si lo inquietante nos permite imaginar y construir; si todo lo que nos permite soñar, nos permite pensar; si es posible disipar las sombrar y caminar hacia la luz a través de las ideas, entonces hay que revalorar la ética de las ideas desde una dimensión de la cultura que nos ayude a adoptar una nueva concepción de la ecología humana, como ha dicho Ken Robinson. Hay que fomentar el pensamiento creativo desde los nuevos códigos que están desafiando la lectura pasiva y lineal. Hay que leer de forma creativa para que, a la vez,  el proceso de generar ideas creativas con valor nos ayude  a vivir mejor la vida.

* Trabajo leído en el marco de la Semana de la Filosofía, el 13 de noviembre de 2012. Auditorio Isaías García. Universidad de Panamá.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Materia para no olvidar


Como nuestro aporte para recordar los lamentables sucesos del 20 de diciembre de 1989, cuando el Ejército de los Estados Unidos invadió nuestro país, Mirada de Nuchu publica un texto que no conocíamos de Milcíades Pinzón Rodríguez. El testimonio, que ha circulado por los correos electrónicos, queda en este blog registrado. Como el propio autor ha escrito no es un texto que relata la invasión desde una mirada de la  zona de tránsito…sino sobre la experiencia que se vivió en la región de Azuero, en la Provincia de Los Santos, para ser más preciso”. El testimoni data de enero de  1990 y, aunque relata las patéticas imágenes de un pueblo enajenado e ingenuo que aplaudía a los soldados gringos a su paso, también es una crítica que ahora muchos deberían reflexionar.

Otro testimonio con pinceladas de una crónica es un texto del escritor Rafael Ruiloba que es, a la vez, una reflexión sobre los sucesos del 20 de diciembre. También inédita y que queremos rescatar.

También publicamos dos poemas. Uno de Dimas Lidio Pitty. El poema, Nuevamente la muerte, fue escrito en México el 22 de diciembre de 1989. Es un breve inventario desgarrador donde el hablante lírico se rasga las ropas a través de un recorrido que sintetiza este hecho histórico en donde la bota yanqui ha dejado sólo dolor y miseria. El otro poema es de la autoría de Pedro Rivera, Ojo de tigre, un texto que rescata la imagen de la mujer y la enmarca como un protagonista clave en la tragedia del 20 de diciembre. Tal vez el poema más conmovedor que hemos leído donde la mujer es héroe.

Por último, hacemos una breve compilación de algunos enlaces que hemos recibido en estos días sobre el tema de la Invasión y otros que hemos navegado en la red por ser muy valiosos. Hay mucho más, lo sabemos, pero es una muestra representativa que brinda la posibilidad para investigar, sobre todo para los estudiantes y, desde luego, para todos los investigadores.

CF
LA INVASIÓN EN AZUERO
Hace poco visité la ciudad de Panamá. Por algún recóndito motivo me negaba, quizás inconscientemente, a presenciar lo que quedaba del lugar que Amelia Denis de Icaza dijera que "al pisarlo un extraño se secó". Mientras el "Inazún" recorría el puente de Las Américas, meditaba sobre esa otra parte de Panamá que es Azuero.
Pienso que, como a otros panameños, nos han quedado huellas imborrables de aquel funesto 20 de diciembre. Y es que todos, en una u otra forma, hemos pasado por el trauma de la invasión. Por acá, por este interior de techos de tejas mustias y campanarios blancos, los sucesos no tuvieron el dramatismo de El Chorrillo; no obstante, vivimos hechos denigrantes como los que te voy a relatar.
Fue en uno de esos pueblitos nuestros que duermen su siesta de siglos. En aquella ocasión, después de la invasión, conducía mi vehículo y me disponía a realizar unas visitas. Cerca, a pocos menos de seis kilómetros, divisé un avión gigante, de esos que ya nos estábamos acostumbrando a verlos merodeando por los suelos azuerenses. Reduje la velocidad y pude mirar algunos helicópteros volando en círculo sobre el poblado. Y, entonces, en la entrada del pueblo, decenas de soldados vestidos de verde olivo, rostros pintados y moderno arsenal bélico, se movían con sus ridículos camuflajes por las cunetas de las calles.
En el silencio de ese mediodía nefasto, el pisar insistente de las botas se mezclaba con el sonido de las hojas secas de los árboles de teca. Detuve el auto y por un instante pensé que estaba frente a la pantalla chica viendo Misión del deber (Tour of Duty). No, me equivocaba, estaba en presencia de la versión panameña de "Just Cause". Realmente lo que tenía frente a mí no eran vietnamitas, sino orejanos en masa aplaudiendo el paso de los "triunfadores", de una invasión que en Azuero no tuvo contendores. Recorrí el poblado y presencié el mismo espectáculo denigrante de una nación donde sus hijos aplauden el paso de un ejército que no es el suyo. Esas cosas nunca se olvidarán; como se mantendrá fiel en mi memoria lo que presencié esa noche, aunque con distintos actores.
Todo sucedió frente a un establecimiento comercial donde algunos paisanos, para obsequiar a los insólitos visitantes, compraban cartones de cigarrillos y litros y litros de Coca-Cola. Recordé a la Malinche y a Anayansi. Y allí, ante mis ojos desorbitados, debajo de un frondoso árbol, la gente rodeaba a un gringo, como se observa a un mono en un circo, como podría extrañarse un terrícola frente a un desconocido habitante de un planeta ignoto. Sí, la turba aplaudía el más mínimo gesto del Cantinflas del Tío Sam; porque el increíble gringo no era otra cosa que un enajenado puertorriqueño; es decir, un latinoamericano enviado a matar a sus hermanos.
Vi a gente de todo tipo: educadores, agricultores, amas de casa, niños, jóvenes y ancianos disfrutando de la nueva atracción de nuestro Macondo provincial. Fueron los mismos habitantes que corrieron al estadio distrital para ver bajar y subir helicópteros en una noche con un cielo lleno de estrellas. De todo se presenció; desde las salomas y gritos campesinos, hasta el parroquiano que introdujo su camión de transporte de reses para ver, desde las alturas de la carrocería, la llegada de los dioses que descendían del Olimpo.
Fue un espectáculo digno de la mejor novela de García Márquez. Como en el caso de aquéllos que, en el clímax de la enajenación, izaron la bandera de la barra y las estrellas sobre un árbol cercano al lugar en donde la noche anterior presenciamos las imágenes de realismo mágico que ya te narré. Desde entonces, ocasionalmente, los helicópteros se detenían o daban vueltas sobre la copa del árbol para ver flamear su emblema nacional sobre las áridas tierras de la región más productora de tomate.
Así fueron las cosas sobre nuestros soleados campos azuerenses. Nosotros no tuvimos un Chorrillo, pero sí la certeza de que algunos panameños, de la ciudad o del campo, hace ya largo tiempo fueron invadidos con la más perniciosa de todas las invasiones: la de sus mentes. Hombre y mujeres que se niegan a sí mismos e ingenuamente siguen pensando que hicieron lo correcto. Por eso, una gran tarea se impone para las próximas décadas; a saber, la valoración de nuestra cultura y el fortalecimiento del Estado Nación. Y no se trata de que uno sea antinada, o posea tendencias xenofóbicas. Se trata, simplemente, de que se es panameño. Así de sencillo.


Hace 23 años
Testimonio del escritor Rafael Ruiloba

Hace 23 años fui capturado como prisionero de guerra, en Gamboa, donde vivía.  Lo trágico es que esa es la metáfora de nuestra historia, y ese es él baldón oscuro de nuestra modernidad. Ese día comprendí la profunda división de la sociedad panameña, incubada desde 1903. Escribí un libro de cuentos para representar esos hechos Vienen de Panamá (Un verso de Lope de Vega) Y una novela MANOSANTA. Por suerte aún conservo fotos de los tanques del US ARMY rodeando mi casa. También recuerdo el llanto de mi vecina porque por culpa nuestra su familia podía morir ametrallada, como era la costumbre del ejército invasor.  Desde un gimnasio donde estaba detenido observé una batería de morteros atacar la ciudad, (eran 25) y pensé en  los muertos que podían causar cada bomba. Cuando salí vi en el cementerio de en la ex Zona del Canal, todavía bajo la jurisdicción de  USA,  varias fosas comunes abiertas por una pala mecánica para enterrar  muchos cuerpos envueltos en una sabana blanca o metidos en cajetas de cartón. En esa sabana blanca y en esas cajetas aún está enterrada nuestra conciencia nacional. Muchos celebraban la victoria del US Army como su victoria, porque muchos confundieron la dictadura con la nación, y la muerte de miles de panameños con la esencia de su victoria. Otros se sintieron justificados por las tropelías que cometieron durante la dictadura, porque el fin violento del régimen los justificaba o ocultó parte de su responsabilidad en los hechos.  Por eso  yo no miro el pasado, sino los efectos que tiene  ese trance histórico, en el presente,  del cual salió  un modelo de democracia corrupta porque aún seguimos teniendo La Constitución y el Modelo Social de esa época,  porque cada facción de la oligarquía nacional, cada tribu económica, cuando llegan al poder son Noriegas  civiles, sin parecerse a él y sin correr el riesgo de su predecesor. Otros de los efectos fue borrar de la conciencia nuestra unidad nacional, porque el ciudadano padece el síndrome del Chorrillo, el barrio  mártir,  nadie quiere ser como él, en ese época las barriadas se armaron para que los de la resistencia no entraran a sus barrios por temor a ser bombardeados  o destruidos como el Chorrillo. Las armas de las Fuerzas de Defensa que quedaron formaron  la delincuencia actual o fueron comerciadas hacia Colombia, etcétera, etcétera, por el eso el 20 de diciembre no es la tragedia del pasado, sino la del presente.


LA MUERTE

Por Dimas Lidio Pitty
                                                           A la memoria de mi madre, Tomasa,
                                                           que nació un día como hoy
Nuevamente la muerte está en mi casa
Con fusiles y tanques
                            nuevamente
Con aviones y rockets
                            nuevamente
Sus manos pálidas
sus ojos turbios
ensucian lo que tocan o miran
Sus pies de hierro
abren cráteres en las calles
y la noche tiembla y se incendia
Los niños mueren gritando
los ancianos en silencio
las mujeres en el punto
donde la ternura se detiene
El cielo es como fango ahora
el mar no es azul
y la vida es una pústula en el alba
en el día
en la larga noche de las bombas
¿Quién cae
quién llora maldice y se levanta
aferrado a su patria
a su ciudad
al humo
a la sangre
a las ganas de vivir
para arrebatarle a la muerte otra victoria?
Las tierras de México
de Cuba
de Nicaragua
de Haití
de Dominicana
y de Granada
han sabido de esto
Y en la mía no se borra el pasado
ni el presente
ni el futuro
Un tiempo y otro están allí
una piel y otra están allí
una mano y otra están allí
en el centro de América
en mi casa
donde la muerte no puede contra la vida.
                                    
México, 22 de diciembre de 1989




OJO DE TIGRE
Por Pedro Rivera

Esta mujer vive intensamente las noticias familiares
las noticias que sus amigos le transmiten por teléfono
la gota de agua que escapa de los grifos
los ruidos de carcacha de su auto eternamente roto
la pérdida del diente de un sobrino suyo, el asma ajena,
las precipitadas caídas al infierno cotidiano.
Egoísta, impredecible (en eso se parece mucho al mar)
y como el mar hermosamente humana y solitaria.

Alguna vez,
el tiempo nos atrapa a los dos en una esquina de diciembre
azota nuestros rostros hasta congelarnos la sonrisa.
El planeta se llena de negatividad, de desamparo, de noticias tristes.
 De pronto el mundo se llena de ruidos extraños:
de aviones, obuses, aves que escalan montañas
(los vecinos señalan con el dedo
al paso de las tropas extranjeras).
La utopía -vino añejado en bodegas crepusculares-
escapa de la botella. (También la bestia del zoológico
rompen los candados que la aherrojan al proyecto humano).

 Sin embargo, todo lo comparte conmigo esta mujer, todo,
la carta que nunca escribo, su casa tomada por espejos,
los viajes al fondo de la sangre, a la verdad de anguila,
la que de tanto repetirse se gastó en la almohada.

El día que los pájaros del amor dejan de volar,
y cavan túneles debajo de la tierra
para anidar polluelos de miedo en las tumbas colectivas
está conmigo para compartir
la poca muerte que nos queda por morir.
Compartir los centavos, el miedo al miedo,
la luna de queso en una fonda del camino
la macintosh, el microsoft word y el pagemaker
los marañones licuados con las yemas del dolor.

Esta mujer comparte conmigo hasta el hijo que no tuvimos nunca,
la soledad, la muerte, la guerra de las guerras,
el sonido lejano de aviones y helicópteros
bombardeando las casas de madera,
los paisajes de mi infancia en la bahía,
los sueños amputados con ferocidad imperial
los recuerdos de arena arrastrados por olas de violencia,
la copa de odio derramada en la patria que amo.

A nadie en el mundo amo más que a esta mujer.
Ella es una y todas las mujeres, síntesis
de defectos y virtudes, la suma infinita
de génesis e historia, de beso y argamasa,
la fe que nunca tuve, el miedo que tutela mi honra,
el capítulo final de una novela de misterio
un poema como lluvia o rocío metálico
que tiene ganas de océano y maremoto.
Más que mujer amada: amada compañera.
Mejor que esposa o madre,
o lo que es lo mismo: creadora de diminutos universos
y sueños de nunca nunca, de medievales infortunios
trotando en la cabalgadura de un Quijote elemental.





Mural en calle 25 de El Chorrillo por los grafiteros: Cas, Sinless y Sole.
Algunos enlaces sobre la invasión:
Blog Piel de de tigre de José Luis Rodríguez Pitti, La invasión o el rito del dolor.
Vínculo:
http://www.pieldetigre.com/2009/12/la-invasion-o-el-rito-del-dolor.html
Cortesía de José Luis Rodríguez Pitti
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Cortesía de Luis Pulido Ritter
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Del US Center of Military History (CMH) del ejército de los Estados Unidos: "Operation Just Cause: The Incursion into Panama" (Operación Causa Justa: La Incursión a Panamá" escrito por el Sr. Cody Phillips. Este es un texto, completamente en idioma inglés. Está dirigido a los estudiantes del ejército norteamericano, por lo cual es un texto de estudio, acompañado de mapas y fotografías desde el punto de vista meramente operativo. Por supuesto, el contenido muestra la visión que el ejército norteamericano tiene de la operación, no una visión holística incluyente. El enlace está abajo (1) seguido del enlace directo al documento (2):
Cortesía de Katti Ososrio
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Poemas y testimonio de la escritora Moravia Ochoa.
Estudio del libro de cuentos: Un milagro bastante raro(Premio Ricardo Miró, sección cuento, 2008) de Víctor Manuel Rodríguez.
Estudio: Los planos de la realidad identitaria del discurso narrativo en tres cuentos de El otro lado del sueño de Pedro Luis Prados(Premio Ricardo Miró, Sección Cuento, 2002), publicado en la revista virtual Letras Salvajes.
El tema de la invasión en la literatura panameña, publicado en el Panamá América el 20 de diciembre de 2009.
Cortesía de Carlos Fong
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Blog: Café de las especias de Edilberto González Trejos.
En este vínculo una compilación de otros enlaces sobre la Invasión.
Poema de Eduardo Soto
Cortesía de Edilberto González Trejos
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La Invasión Norteamericana a Panamá del 20 de Diciembre de 1989. Publicado por Belisario Rodríguez Garibaldoel 30 Junio 2009en Sociopolítica, en El Libre pensador.
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Panamá: Los muertos no se olvidan. En Otraameérica.
http://otramerica.com/temas/panama-los-muertos-no-se-olvidan/1062


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Del sitio de Adela Coriat, Me lo dijo Adelita, A 23 años los muertos siguen siendo un misterio.



El ascenso de la decadencia

Carlos Fong El ascenso de Donald Trump al poder no representa el ascenso de la democracia ni el progreso para Estados Unidos de Norte Amér...