Nos gustaría empezar esta
reflexión partiendo de una pregunta: ¿Qué es una idea? Sin menospreciar la
etimología histórica de la palabra y sus principales pioneros como Platón,
quien escindió la realidad en un mundo visible y un mundo inteligible para
explicar que una idea es la esencia de aquello por lo que una cosa es lo que
es; entidades que poseen una existencia real e independiente; sobre todo que
las ideas son el objeto del concepto y no el concepto. Sin necesidad de
subestimar los conceptos arquetipos que encontramos en los diccionarios que
dicen que una idea es la representación abstracta de una cosa real o irreal que
se forma en la mente de una persona; la imagen que queda en el alma del objeto
percibido; la opinión o juicio que una
persona tiene formada en su mente acerca de otra persona o cosa; la intención o ánimo de alguna persona de
ejecutar un proyecto o plan para hacer una cosa. Sin menoscabar ninguno de
estos conceptos, queremos quedarnos con el más simple, tal vez, de todos ellos: una idea es el conocimiento
elemental que se tiene de una cosa, la suma de experiencias que tenemos de la
realidad para entender esa realidad.
Una idea es todo lo que
mencionamos arriba, pero más que nada es la capacidad y la posibilidad del
pensamiento de combinar saberes antiguos con los nuevos; poder vincular
elementos y componentes diversos de manera que podamos construir, combinar,
relacionar, yuxtaponer, sintetizar y asociar diversas entidades que nos
permiten tener una idea menos estrecha y más general del mundo, del progreso,
de la historia, de la política; incluso de las cosas más sensibles como los
valores, los sentimientos, la belleza, el mal, el amor, la libertad, la
esperanza.
En la actualidad
parece que el valor de las ideas tiene más importancia en el sector de las
industrias culturales, en el universo de la publicidad y de las empresas que
sobreviven de la creatividad. Se habla de creatividad también en contextos
educativos. Los pedagogos hablan de una educación para el pensamiento creativo.
Ser creativo implica tener buenas ideas. Ideas que permitan al ser humano vivir
mejor y disfrutar de muchas cosas basadas en buenas ideas. Pero, ¿Qué ha pasado
con la valoración de las ideas sobre la esencia o la presunta naturaleza
humana, la relación del hombre con la naturaleza, el Estado, la política, la
educación, ser ciudadano, la pareja humana, la familia, la patria, la
identidad, la cultura, la solidaridad, incluso la idea de Dios? Aquí pedimos
permiso para insertar una idea de la lectura como revaloración de las ideas
éticas. Y lo haremos a través de otra pregunta: ¿Estamos enseñando a leer a
nuestros niños y jóvenes de modo que sean capaces de construir sus ideas y valores
desde su propio imaginario?
Nosotros pensamos que la
lectura como práctica sociocultural puede ayudar a que revaloremos el mundo de
las ideas para construir una mejor sociedad. Necesitamos primero aclarar la
idea de la lectura como practica sociocultural y para eso nos ayudaremos de Gustavo
Bombini, el prestigioso investigador argentino, quien ha propuesto una nueva
construcción epistemológica y metodología que permita abordar las prácticas de
la lectura como práctica sociocultural apoyada en los aportes de la sociología,
de la cultura, la antropología cultural, la etnografía; nosotros añadiremos la
filosofía, la historia y todo el resto de las humanidades. Bombini apuesta por
una nueva problematización que permita dar una nueva mirada a las categorías
tradicionales con el objetivo de construir una teoría de la lectura en
contextos pedagógicos.
Según Bombini, si le
damos una mirada a la lectura desde los distintos espacios públicos y privados,
institucionales y civiles, donde se mueven los sujetos, podemos advertir que
existen muchos nichos desde donde la lectura se practica. Desde los sujetos se
puede decir que leemos todos los que conocemos el alfabeto: el niño, el adulto,
el jubilado, el profesional, el joven, el funcionario, el hombre, la mujer, el
inmigrante, el artista, el obrero, el maestro hasta el bien-cuidao.
Desde los propósitos
leemos para informarnos, para formarnos, para encontrarle sentido a la vida,
para entender, para entretenerse, por placer, para descubrir. Desde los distintos espacios o
ámbitos leemos desde la escuela, la universidad, la biblioteca, el centro
cultural, el auto, en la oficina, en el hogar, en la cárcel, en el barrio. Desde
lo temporal leemos desde lo privado y lo público, en el tiempo de ocio, en el
tiempo del currículum, en un tiempo programado, en un tiempo de espera, en un
tiempo asistemático e inconstante, anota Bombini.
Hay que reconocer que la
lectura debe ser entendida desde las maneras reales en las que la gente la
asume, la entiende y la desarrolla. Los sujetos leen desde distintas
situaciones sociales: Desde
situaciones problemáticas y difíciles: un barrio con altos grados de
vulnerabilidad, la cárcel, una región en conflicto, el hospital, localidades
marginadas. Desde
situaciones placenteras para ocupar el ocio: un círculo de lectura o una reunión
social, un recital de literatura. Desde situaciones institucionales de formación de los
sujetos: la escuela, la universidad, el seminario o el taller.
Planteada la lectura como
una práctica cultural los mediadores podemos decidir qué tipo de acciones y técnicas
ejecutaremos para construir en los momentos y espacios donde los sujetos
conviven a través de la lectura. Es vital revisar los distintos discursos y
representaciones que se tiene de la lectura, sus dimensiones socioculturales.
Existe una dimensión ética donde el
lector encuentra un componente importante de formación, la lectura como
enseñanza de valores, lo que el escritor quiso comunicar. Existe una dimensión estética donde la lectura se
instala como placer y goce estético, se disfruta de cada metáfora y se hacen
juicios de valoración. Una dimensión
ciudadana donde la lectura es un medio de comunicación que permite tener
sujetos informados; la escolarización es un mediador en este proceso que
permite el ejercicio de la ciudadanía. También existe una dimensión cultural que hace una lectura de la realidad y del mundo
en que vivimos, admite pensar en proyectos y programas desde la cultura. Y una dimensión identitaria que permite la
construcción de la subjetividad y de la identidad nacional.
Todas estas dimensiones
nos están diciendo que la lectura debe ser entendida de muchas maneras reales
en que las personas la entienden y la desarrollan desde sus propios espacios
poéticos. Nuestra propuesta es que ya no podemos seguir leyendo de manera
lineal, vertical, autoritaria; la lectura obligatoria debe dar paso a otra
forma de leer. Apostamos por la apropiación social de la lectura. Lo que la
lectura significa y representa está en el propio imaginario social e histórico
que los sujetos construyen a diario. Debemos trascender los modos de leer
propios de la escuela. Enseñamos a decodificar el abecedario y los niños
aprenden a leer; pero finalmente los sometemos a modos tiránicos de lectura.
¿Por qué no les enseñamos a discutir sentidos, a apropiarse de la lectura, a
negociar con ella? ¿Por qué no les enseñamos a cuestionar y dudar de la
realidad? La educación es el movimiento
desde la oscuridad hacia la luz, escribió Allan Bloom en ese valioso libro
titulado: La decadencia de la cultura. Significa que las opiniones
falsas, aludiendo a las sombras de Platón en La República, pueden ser
corregidas, porque sus contradicciones internas impulsan a los hombres de
pensamiento a buscar la verdad. La lectura es movimiento. Pero ese movimiento
no puede tener una sola dirección. Leemos en la diversidad y en la diversidad
de saberes destruimos las sombras y caminamos hacia la luz.
Todas estas ideas que
estamos vertiendo no son nuevas. Desde la década de los 80 se han venido
discutiendo y ya en el siglo XXI muchos investigadores, teóricos del
lenguaje y antropólogos parecen estar de
acuerdo en que la lectura debe ser inicialmente enseñada desde los programas
curriculares, pero el pensamiento creativo sólo nace cuando leemos desde cierta
libertad que respete el valor que cada individuo le da a la lectura desde su
propia imaginación e interpretación. La práctica sociocultural de la lectura
está en la medida en que construimos ciudadanía. De nada sirve hablar del
derecho de leer del ciudadano si no le damos el derecho a opinar y disentir con
sus propias ideas. De esta forma se acerca a una idea de las cosas y su verdad,
si es que existe esa verdad.
¿Estamos sugiriendo con todo
esto un exceso de libertad que va en contra del cannon? No. De hecho, estamos
en contra de la eliminación de materias relacionadas con nuestra identidad
histórica y con la eliminación de libros canónicos de la literatura panameña.
Nuestro acervo cultural no puede ser de ninguna manera sustituido. Debe
permanecer para siempre. Apelamos es a una nueva forma de acercarnos al
conocimiento desde la dimensión cultural de la lectura. Es aquí donde entra en
juego el mundo de la ideas. Los chicos, sencillamente, no encuentran ninguna
relación entre la realidad del Mio Cid, una obra que tiene mucho que decirnos,
y la suya; es por eso que la rechazan y la encuentran aburrida. Si logramos
encontrar esa relación otorgándole sentido entre ambas realidades culturales,
quizás logremos un nuevo tipo de acercamiento a los textos. Como dice la
investigadora Carolina Cuesta, alumna de Gustavo Bombini, hay que volver a pensar la lectura en la escuela.
Y añade: “Leer es comprender y disfrutar, es reconocer y degustar, es identificar
y entender, es analizar, responder, hipotetizar, inferir e interpretar y
opinar, estudiar y vivenciar, saber y rememorar”. Debemos repensar cada uno de
estos verbos y darles sentido a la hora de leer con los chicos. Debemos
intentar que los lectores se coloquen en medio de la dimensión estética (“me
gusta”) y la dimensión cultural de la comprensión lectora (“lo entendí”).
Quisiéramos fortalecer
nuestras ideas con tres teorías: la teoría del lobo en el bosque de Graciela
Montes; la teoría del encuentro con los posibles de Michéle Petit y la teoría
de la caverna de Platón. Las tres guardan una estrecha relación con el universo
imaginario desde donde la construcción de sentidos se aborda por los procesos
de producción de escritura y lectura; relación para nosotros sin la cual no
tendría sentido leer.
“Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está…” El bosque nos hace falta, dice
Graciela Montes. En la ronda que todos de seguro recordamos, lo diferente, lo
desconocido, lo inquietante está escondido en el bosque. Cuando finalmente sale
el lobo todos corren, luego, de seguro, anochece, el juego termina y mañana
habrá que preguntar otra vez qué está haciendo el lobo. Este principio de
incertidumbre es una de las bases de la creación para niños, según Montes: lo
importante no son las certezas sino las incertidumbres de saber qué hay en el
bosque; qué se esconde en los cuentos que leemos; qué pasará en la siguiente
página. Yo quisiera ir más allá del hecho creativo. Ese principio de
incertidumbre también es aplicado a la lectura. Debemos aprender a cuestionar
la realidad a través de la lectura; leer las certezas con mirada crítica; dudar
de la realidad y preguntarnos por dónde saldrá el lobo.
Michéle Petit, al
referirse del encuentro de los jóvenes con la lectura, dice que el encuentro
con algo más, con lo otro, es el encuentro con lo posible. Lo extraño, lo
lejano, lo otro, no son negaciones sino posibilidades. Todo lo que nos permite
soñar, nos permite pensar. Todo lo que nos permite imaginar, nos permite
construir. Es por eso que un espejo mágico, un agujero en el jardín que lleva a
otro mundo, un sapo que se convierte en príncipe son criaturas y situaciones
donde la virtud de lo desconocido y lo extraño despiertan tanta fascinación en
los niños; incluso en los adultos a través de las peripecias de los personajes
de una novela, por ejemplo. Imagínese usted las posibilidades que podemos
encontrar al leer al Quijote si tan sólo aprendiéramos y ensenáramos a leer con
significados.
Hace unos minutos cité a
Platón y su alegoría de las sombras; regreso a sus sombras. En el mito de la
Caverna de Platón, en el principio el hombre estaba confinado a la oscuridad;
vivía en una caverna. Pero este mundo de sombras lo impulsó a buscar la luz. La
sed de explicarse la realidad de las cosas lo llevó a la contemplación de las
ideas. Así descubrió que el mundo era más complejo y enigmático que su limitada
realidad de caverna. En la actualidad el hombre parece confinado a una caverna:
percibe las sombras y apariencias y se pregunta qué es lo real. Acaso la
lectura tiene mucho que decirnos de ese mundo, a disipar las sombras, aun así
tengamos que sortear y confrontar criaturas fantásticos, en el caso de las
ficciones, para decirnos, no la verdad,
sino que la imagen del mundo puede ser otra.
Si lo importante no son
las certezas sino la incertidumbre de saber qué hay en el bosque; si lo
inquietante nos permite imaginar y construir; si todo lo que nos permite soñar,
nos permite pensar; si es posible disipar las sombrar y caminar hacia la luz a
través de las ideas, entonces hay que revalorar la ética de las ideas desde una
dimensión de la cultura que nos ayude a adoptar una nueva concepción de la
ecología humana, como ha dicho Ken Robinson. Hay que fomentar el pensamiento
creativo desde los nuevos códigos que están desafiando la lectura pasiva y
lineal. Hay que leer de forma creativa para que, a la vez, el proceso de generar ideas creativas con
valor nos ayude a vivir mejor la vida.
* Trabajo leído en el marco de la Semana de la Filosofía, el 13 de noviembre
de 2012. Auditorio Isaías García. Universidad de Panamá.
2 comentarios:
Sobre el tema, sobresalientes los trabajos de Harold Bloom, Los franceses de la escuela de las mentalidades....
Coincido con el lugar y la función de la lectura en nuestra cultura.
Carolina-Buenos Aires Argentina
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