sábado, 22 de febrero de 2014

Pasión y Educación


Por Carlos Fong*

Antes de entrar en el tema puntual que me ha impulsado a escribir estas cortas palabras,  quiero felicitar a los docentes por el aumento de 300 dólares que acaban de anunciar las autoridades. Aunque la coyuntura política provocará diversas reacciones, todos sabemos que los docentes tienen bien merecido el ajuste y que era una obligación postergada del gobierno. La calidad de la educación pública implica la calidad de vida del maestro.

Los docentes que trabajan en regiones difíciles, quienes arriesgan sus vidas meciéndose sobre barquichuelos durante horas, atravesando selvas y montañas para llevar el aprendizaje donde otros profesionales no quieren ir, lo merecen. Los que trabajan en las ciudades de todas las provincias, donde también hay riesgos y necesidades, en otros contextos y dimensiones, lo merecen. Todos lo merecen, porque enseñar es una vocación que requiere de entrega, paciencia, amor, constancia y pasión.

Pero cuidado: la pasión es un arma de doble filo que suele ser utilizada por las instituciones de control social: nos fortalece y nos persuade; también nos entretiene y nos condiciona. La pasión inspira al visionario, pero también nubla la razón.  La necesidad humana puede determinar negativamente los objetivos de un ideal cuando la pasión pierde el norte. El éxito de la educación de un país, no se prueba sólo con los indicadores; el éxito se lee cuando de las aulas logramos erigir un ser humano solidario, crítico, pensante; formado con la sensibilidad necesaria para mejorar su mundo. Ese es el norte.

Docentes: Sean vigilantes de su vocación y no permitan que su misión sea adulterada. El hombre apasionado suele ser presa del engaño. En la actualidad existen fuerzas universales que conspiran para que las aulas se conviertan en laboratorio donde una nueva biología humana moldea a la criatura humana en la lógica de la competitividad que educa para la competencia del mercado. Que la euforia de la pasión no frene los verdaderos ideales de la educación.
Como en la vieja fábula del lobo, el poder utiliza hoy menudas trampas para hacer morder el anzuelo. El docente sensato y preocupado no se distrae nunca y se resiste a una educación adoctrinada, al tiempo que sabe luchar por sus derechos, como lo es un salario digno. Esos son sus compromisos y sus derechos. La educación no se condiciona, por eso nos entregamos con pasión a ella, siempre vigilantes de que su llama se mantenga viva. Feliz retorno a clases.


*Promotor de lectura, escritor y animador sociocultural panameño; de vez en cuando, cuenta cuentos.


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