Por Carlos Fong
El 7 de octubre de 2013 quedará enmarcado en la
historia. Ese lunes, la policía nacional intervino (elijo la palabra con
cautela, porque la “intervención” también tiene contexto positivo), el plantel
del Instituto Nacional para reprimir
a estudiantes panameños. Este centro educativo guarda una profunda relación con
la nacionalidad panameña; su historia de luchas nacionalistas está fraguada por
grandes intelectuales. La ocupación policial se dio por primera vez en la
historia del Instituto Nacional. Las
autoridades defendieron la acción alegando que había hordas pandilleras en el
plantel.
Dos
días después, se daba a conocer en la Gaceta número 27391-A, el Decreto
Ejecutivo 990 de 9 de octubre de 2013, que firmaba el Presidente de la República,
Ricardo Martinelli y la Ministra de Educación, Lucy Molinar, por el cual se
creaba la Dirección Nacional de
Seguridad Institucional en el Ministerio
de Educación (MEDUCA), la cual especificaba
la alianza, desde el MEDUCA, en coordinación
con la Policía Nacional, el Servicio Nacional Aeronaval (SENAN), el
Servicio Nacional de Fronteras
(Senafront) y el Servicio de Protección
Institucional (SPI) o Guardia
Presidencial; al mismo tiempo controlarían los sistemas de vídeo de vigilancia;
además se implementarían programas integrales de vigilancia y seguridad, así
como organizar inspectores y agentes de seguridad.
Foto de Mauricio Valenzuela de La Estrella de Panamá |
El
lunes 14 de octubre la Ministra de
Educación anuncia la derogación del Decreto, reiterando que se había creado
para frenar el pandillerismo que se estaba dando en el Instituto Nacional. Queremos
hacer una reflexión sobre el tema.
Si
hacemos una lectura profunda del hecho, confirmaremos la decadencia institucional en el país; además, descubriremos que no es puramente política, también es por falta de
creatividad. La política, ese espacio para el encuentro, para la discusión y la
resolución de conflictos, está en crisis en nuestras instituciones. La
creatividad, ese don dado al hombre para ordenar el caos, no es reconocida ni practicada por las autoridades. Es por eso que se toman decisiones arbitrarias
donde el poder viola los derechos ciudadanos. El poder debe fundarse en el
derecho para no ser arbitrario. Si el poder no respeta el derecho propicia el
desorden.
Es probable que los
estudiantes de nuestro tiempo sean menos cívicos, morales y nobles
comparados a los del pasado. Parecen más intolerantes, indiferentes y sin compromiso con el pasado.
Viven a la orilla de un río, donde como Narciso contemplan su reflejo. Sin
darse cuenta, desperdician su egocentrismo, fuente de posible creación para construir un mundo con sentido, aunque sea para ellos. El compromiso, no es una palabra que parece preocuparles demasiado.
Los
jóvenes también son, misteriosamente, virtuosos y creativos. Esta virtud se
distingue en la resistencia que oponen. No es la falta de creatividad lo que
hace que se inclinen a la violencia, es la falta de libertad. Al eliminar las
asociaciones juveniles se eliminaron las posibilidades de que los jóvenes
hicieran política de manera cívica y creativa para organizarse y aportar ideas como
sujetos de derecho en la nueva democracia. Las asociaciones juveniles olían al Che,
a Martí y Bolívar; eso representaba un peligro para el nuevo orden.
Hace
mucho tiempo Federico Nietzsche nos advirtió que el hombre moderno estaba
perdiendo la capacidad de valorar. Cuando algo tiene valor es porque tenemos la
voluntad de estimarlo. El nihilismo, incluso, debería servir como una
herramienta potencial de creatividad para valorar y asumir el compromiso cívico
con lo que realmente importa. El compromiso es necesario para que algo adquiera
valor. Dice Allan Bloom: “El compromiso
valoriza los valores y los hace valiosos”. Y añade. “Las personas profundamente comprometidas con los valores, son personas
admiradas. Su creencia intensa, su preocupación, el hecho de creer en algo, es
la prueba de su autonomía, libertad y creatividad”.
Ahora
hago la pregunta hacia arriba: ¿Cuál es el compromiso cívico de las autoridades
con la educación y los valores democráticos cuando piensan que es con la
intervención militar y policial que resolverán los problemas? ¿Hay una prueba más grande de la falta de
creatividad que esta?
Analicemos
por encima lo que pretendía el Decreto. Para empezar se creaba una Dirección Nacional de Seguridad
Institucional para frenar el pandillerismo. Estoy seguro que la realidad fuera otra si se hubiera creado
en su lugar la Dirección Nacional de
Integración Institucional, la cual en vez de convocar a los aliados de la “fuerzas
armadas”, hubiera convocado a instituciones
aliadas como el INAC (el sector cultura es importante y siempre queda por
fuera), el Mides, la Anam, las universidades, incluso a la iglesia y asociaciones
cívicas y ONGs (como la Cruz Roja, por ejemplo), de manera que, en
vez de un “programa integral de
vigilancia y seguridad”, que era lo que pensaban hacer, se creara un Programa
Interdisciplinario de Animación Sociocultural Juvenil para la Paz, por ponerle un título, el cual podría, al mismo
tiempo, implementarse en todos los centros educativos para que los jóvenes
aprendan a construir ciudadanía, a ser creativos, a valorar el compromiso cívico,
las ideas, a tomar decisiones, y hacer política para proponer proyectos desde
su condición juvenil. Pero todo esto es pedir demasiado.
En su novela, Manosanta, Rafael Ruiloba simboliza la lucha entre el bien y el mal, entre Dios y el Diablo, con una pelea de gallos. Vemos que Nietzsche tenía razón en otra cosa: los valores
sólo pueden ser afirmados o establecidos venciendo a otros valores. Es la lucha
entre el bien y el mal. Una educación, ya no autoritaria, si no militarizada
fue un intento del poder para imponer sus valores sobre los sujetos y el derecho. Simbólicamente,
nos quisieron dar en el corazón del ser panameño violentando una institución simbólica: la muerte de la identidad, la muerte de la soberanía, la muerte de la verdad. La ecología de la diversidad
de la cultura humana es nuestro referente de valor, totalmente opuesto, basado
en las ideas, la verdad y la creatividad. Lo que
pasó en el Instituto Nacional no
puede olvidarse. La pelea de gallos, aún no termina.
El autor es escritor, promotor de lectura y animador
sociocultural...a veces, cuentero.
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