Por
Carlos Fong
Telemetro pasó hace poco dos
especiales: Crecimiento económico ¿Para quién? y Tras la pista del hambre.
Los dos reportajes, bastante bien realizados para nuestro criterio, son una
radiografía de la realidad nacional y ambos demuestran lo que ya los estudiosos
del desarrollo han dicho: hay que plantearse un modelo de desarrollo integral
que combine lo mejor de la política, la economía y la cultura (arte, deporte, investigación,
ciencia y educación). Los reportajes también demuestran que Panamá es un país
fuertemente marcado por la desigualdad; aunque todavía hay personas que no lo quieren
ver. Para muchos parece que solo existe un país; en realidad son dos.
Reflexionemos el tema desde
varias miradas. Desde una mirada folclórica, hemos oído una frase del argot
popular: el que no ‘ta, no co’. Es el apocope de: el que no está, no come. Hay
que estar. Si no estás, no comes. Desde un punto de vista teológico, si Dios no
existe, para qué voy a preocuparme en discutir con el creyente que sí cree. Al
negar la existencia de Dios, eludo el compromiso de pensar en Él. Desde el enfoque
de la biopolítica, los cuerpos empobrecidos tampoco existen; si quieres ser
visible, debes verte bien. Las dimensiones del cuerpo ciudadano triunfador son un aparato de control para incluir o ser
excluido. Y, para terminar, una mirada desde el hecho estético: “Hoy es un
bonito día y no lo puedo ver”, podría decir un ciego para adornar su miseria. Pero
pese a las posibles dádivas que reciba por su creatividad, muchos, que sí
pueden ver, no se darán cuenta de que es un día bonito en realidad.
Los pobres existen, lo que pasa
es que nos han educado para no verlos. O bien, sabemos que existen, pero es
más fácil olvidarlos y recordarlos de vez en cuando. La pobreza, no es solo un problema
del subdesarrollo, también los países desarrollados tienen este flagelo. La
desigualdad es un problema de cómo se gestiona el ingreso económico. Una nación
es un sistema. Y dentro de ese sistema hay subsistemas que tienen conexiones
para ser efectivos. Hasta ahora, el modelo de desarrollo panameño ha apostado
solo por el sistema económico y ha ignorado lo social y cultural. Una modelo
que sólo apuesta por la economía trae grandes desigualdades sociales.
El filósofo argentino Mario Bunge
ha escrito: “Toda elección de modelo
económico es una decisión ideológica y política”. El problema de Panamá es
que las decisiones se han tomado de manera vertical, mirando para arriba. Los sucesivos
gobiernos han escogido una ideología y una política que no ha favorecido a la
nación en su conjunto. Cuando el presidente del colegio de economistas, Raúl
Moreira, dice que en Panamá vivimos en un Haití y una Suiza al mismo tiempo o
cuando el analista económico, Adolfo Quintero, expresa que el crecimiento no ha generado mejores condiciones para todos;
eso debería bastar para que los que toman decisiones empezaran a diseñar una
política inclusiva y democrática. Pero no es así.
Esto nos lleva a hacer la
pregunta ingenua: ¿En sus esfuerzos acrobáticos para llegar a ser favorecidos
en las elecciones presidenciales del 2014, tendrán los candidatos un plan de
gobierno basado en un modelo de desarrollo integral? No soy asesor, pero voy a
fingir serlo: ¿Por qué no se dedica al menos el 1% del crecimiento económico o
un porcentaje de las migajas que dejará el tránsito de los Panamax por el
nuevo Canal para proyectos y programas de desarrollo económicos,
agropecuarios, culturales y sociales en comunidades indígenas y campesinas,
así como en los barrios marginados? Solamente en el 2012 Panamá recibió 3 mil
20 millones de inversión extranjera directa, según un artículo del Martes Financiero del diario La Prensa. Nuestro país es un centro
internacional financiero y de logística (tenemos puertos, aeropuertos, bancos,
Canal y Zona Libre), pero al mismo
tiempo, la lógica de la pobreza coexiste en el mismo país.
Dicen los primeros versos del
poema Los pobres, del poeta hondureño Roberto Sosa: “Los
pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos”. Panamá es el único país donde hemos aprendido
a olvidar a los pobres. Sabemos que existen, pero preferimos olvidarlos y recordarlos cuando alguien organiza una
recolecta de leche o zapatos para ir a una montaña y dejarles en las manos algo
que se llama esperanza. Pero al día siguiente seguirán siendo pobres, porque la
esperanza es solo una excusa para seguir viviendo y la realidad, otra cosa.
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