sábado, 9 de septiembre de 2023

Vuelve la patria defendida (parte 1)

Carlos Fong

La Prensa, 09 de septiembre de 2023

 

Víctor Fernández Cañizales, en su libro La Patria en la lírica istmeña (1971), cita el libro de Gil Blas Tejeira, Campiña interiorana (1956), donde el autor hace una descripción del paisaje coclesano con admirables pinceladas. Además, se hace alusión a un soldado español que, embelesado por la naturaleza coclesana, escribe, tal vez en alguna crónica que se pierde en el tiempo, sobre los extensos llanos, donde la tierra es “... muy sana e muy talentosa e fresca, así en invierno como en verano...” Un paisaje, dice en su estudio Víctor Cañizales, que “invita al sosiego y a la meditación; mientras que las aguas cristalinas de los ríos generosos hacen apropiada la atmósfera para dar a sus habitantes un temperamento contemplativo y amable”.

Es seguro que estas descripciones de los “llanos sanos y frescos” de “aguas cristalinas de los ríos” de Coclé, si volvieran a ser tema de la mirada de los poetas, no imprimirían con el mismo aire entusiasta la descripción de la realidad actual.

La literatura, su poesía y su prosa, no se presenta ni nace del espíritu aislado y lejos de la realidad. La literatura no es producto de la imaginación que solo evoca ilusiones y fantasías. La literatura es un viaje y un largo camino de manifestaciones existenciales centradas en la realidad. Desde la expresión poética, el arte es también una propuesta que ayuda a entender la realidad y a pensarla desde su problemática histórica y social.

Cañizales también nos recuerda que Elsie Alvarado de Ricord apuntó en su ensayo El sentimiento patriótico en la poesía panameña (1961), que la auténtica verdad de la literatura se nutre de las circunstancias históricas. En la actualidad, la literatura nacional vuelve a cumplir su misión de orientar los elementos que condicionan a las personas como sujetos de derechos y de libertad. Parece que la palabra patria vuelve a ser la musa que levanta orgullosa el pabellón. 

Cuando la mayoría de los panameños piensa que el tema patriótico estaba agotado al despedirse la última bota yanqui con la reversión del Canal, nos damos cuenta de que los versos sellados por Jerónimo de la Ossa en nuestro himno: “Es preciso cubrir con un velo/ el pasado, el calvario y la cruz”, versos que significan confianza en el porvenir, que evocan progreso y bienestar, no aseguran del todo la confianza en el futuro y que el porvenir siempre estará amenazado por otras formas de colonización.

Este tipo de literatura ha quedado resguardada en numerosos estudios como el de Víctor Fernández Cañizales y el de Elsie Alvarado de Ricord que he citado al inicio, pero también estudiosos de la literatura nacional como Rodrigo Miró, Octavio Méndez Pereira, Isaías García, Ismael García, Carlos Manuel Gasteazoro, Alfredo Figueroa Navarro, Margarita Vásquez, Damaris Serrano y Melquíades Villarreal, entre muchos otros, han aportado con sus reflexiones a la realidad. Desde la literatura, autores como Ricardo Miró, Gil Colunje, Demetrio Herrera Sevillano, Carlos Francisco Changmarín, José Franco, Pedro Rivera, Dimas Lidio Pitti, Mario Augusto Rodríguez, Diana Morán y Moravia Ochoa, por citar solo un racimo de ellos; el parnaso literario panameño es amplio. 

Desde las ciencias sociales como la sociología, la historia, los estudios jurídicos y la antropología, también muchos autores como Diógenes De la Rosa, Ricardo J. Alfaro, Justo Arosemena, Ernesto Castillero Reyes, Omar Jaén Suarez, Octavio Tapia, Alberto Osorio, Richard Cooke y Olmedo Beluche, entre muchos más, se ha contribuido de manera sistemática a construir una visión de país desde sus distintas problemáticas nacionales.

La actual polémica sobre la minería en Panamá nos remite, nuevamente, a una literatura que defiende a la tierra de nuevos opresores. Ya no es la presencia yanqui (que aún vaga en sombras con otras presencias), sino la explotación directa de la naturaleza. En el caso de la poesía, es una literatura que nos evoca versos como este de Gil Colunje: “Aún me parece que te miro esclava, / aherrojada entre grillos y cadenas”. O como Pedro Rivera alude en estos versos: “…y he visto la tierra mía / abrir su pétalo herido”. Es una tierra que no termina de sangrar.

Recientemente, leímos un poema de Changmarín publicado en 2010: “Nos quieren robar el cobre, / la tierra y la serranía, / el cielo y la casa mía / y todo lo que nos sobre. / Y solo por ser tan pobre/ el rico nos recrimina / y quiere el agua, la mina,/ el sol, la luz y la luna. /Pero no tendrá ninguna / pues nuestro pueblo camina”. Ya en 1975, el poeta santiagueño escribía una décima aún más puntual y con poder visionario: “Ojo al recurso minero: / al cobre, el oro, la plata.../ Que no se meta la pata /en asunto tan primero. / La garra del extranjero / de manejo colonial, / no sólo mira el Canal; / ve también la minería / y en esto, de noche y día / hay que ser un buen fiscal”.

No demorarán demasiado otros poetas y narradores para renacer y crear una literatura que, como acordes musicales, se compone con laureles de sangre y valentía para defender un país que parece no librarse del todo de sus cautiverios. El amor a la patria se defiende desde el campo y las calles y con sus versos.

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