El Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró se creó en 1942. Es un certamen que representa a la sociedad desde distintas prácticas culturales. Tenemos un Miró que a
partir de lo social se inserta para
darnos una radiografía de la problemática nacional; un Miró que desde la
filosofía reflexiona sobre el ser panameño; un Miró que históricamente recupera
la memoria; un Miró que desde la antropología y la identidad nos revela quienes
somos; un Miró que asume lo estético y el imaginario para reinventar la
realidad.
En estos 75 años el Concurso Ricardo Miró ha hecho,
orgánicamente, una lectura del entramado de la cotidianidad, la identidad y la
historia. El Miró también es una institución pedagógica que se inserta desde la
lectura como un proceso de subjetividad. El sentido de lo que somos, lo que
contamos como individuos y como colectividad queda moldeado en las obras que
sucesivamente van formando el acervo cultural del premio. Los premios Miró
relatan la sociedad, lo que ella es y lo que podemos ser.
La experiencia de la lectura de las
obras de la colección del Ricardo Miró es un encuentro con la diversidad, pero
sobre todo con la otredad. El aporte del premio es un alivio que ha permitido
durante décadas construir nuestro patrimonio cultural intelectual. El Miró es
un relato que va tejiendo incertidumbres y certezas, y que postula nuevas
lecturas cada año como un salvamento social que permite la reflexión y propicia
la posibilidad de repensar lo que podemos hacer como país.
Desde la compleja trama social que se
encuentra resentida por las constantes tensiones de la realidad, la lectura de
obras literarias viene a contribuir para fortalecer las relaciones de los
miembros de una comunidad. La obra literaria es un hecho estético que debe
reunir una serie de elementos básicos. Una obra literaria es una pieza de arte cuya
propuesta está enmarcada en un discurso estético y social muy puntual.
La lectura de una obra literaria es
una actividad cultual de socialización que permite la sensibilización de los
ciudadanos y la construcción de sentidos. Cuando leemos confrontamos nuestros
problemas y fortalecemos la noción de la realidad con la imaginación. Imaginar
nos permite ser creativos y cuando somos creativos pensamos en soluciones. Una
obra literaria tiene esa misión implícita.
Escribir es una tarea sistemática y
sostenida que un escritor serio, y que respeta el oficio, ejerce desarrollando
un trabajo duro.
He hecho esta larga reflexión solo
para aportar mi opinión como autor (que no como servidor público) en torno al
reciente fallo del Premio Ricardo Miró
en la sección novela que quedó desierto. He leído todos los artículos de
opinión y los post en las redes para poder reunir y aclarar mis ideas.
De salida dejo mi postura clara en
torno al fallo del jurado el cual defiendo. Los jurados de esta versión fueron
todos de altura. Novelistas y docentes, conocedores del arte de escribir. No es
justo juzgar de inexperto al cuerpo de jurado. Todos sabemos que las bases del
Miró dicen que el fallo es inapelable, y aunque sorprende que de 30 obras no
haya habido ganador eso solo permite reflexionar que algo pasa en el sector.
Muchas personas que escriben (que aún
no son escritores, pero lo quieren creer), que participan en el concurso, son principiantes.
Comparando, el Miró es como un torneo de karate para cintas negras, no para
cintas amarillas. Aunque en la historia del concurso han ganado en varias
ocasiones escritores primerizos, eso solo indica que son personas con mucho
talento, no son experimentos. El Ricardo Miró no es una lotería ni un
laboratorio.
Nuestro concurso Ricardo Miró se ha
debatido en todos los escenarios de la evolución del progreso en 75 años de
concurso. No podemos premiar donde no hay talento. Una novela no es un anecdotario
o un diario de emociones. Una novela se escribe con disciplina, se revisa y se
revisa hasta que haya una historia digna de merecer entrar en el corpus de la
literatura panameña.
Es cierto que es imperioso el trabajo
en políticas de lectura que acerquen a las personas a las obras del Ricardo
Miró en todos los espacios y que hacen falta estrategias para propiciar nuevas
relaciones con los autores y la comunidad. Es verdad que son más reconocidos los de la
selección de futbol que nuestros escritores, pero eso pasa aquí, en España y en
cualquier parte del mundo.
Es cierto que el fomento de la
lectura es un espacio de la gestión cultural tan importante como la gestión del
patrimonio o las artes escénicas y es significativo para el desarrollo
cultural. Los mismos procesos de la gestión cultural son impensables sin la
práctica de la lectura.
Es cierto que es sustancial que la buena
lectura se apropie y posicione en los nuevos espacios y que sea una bandera de
la gestión cultural, que se lleve a las comunidades, a las escuelas y a otras
instituciones. Y es por eso, precisamente por eso, que es importante que
tengamos obras de calidad para que los estudiantes no lean libros malos (si
algún día el INAC y el MEDUCA deciden articularse para que
esto pase). Hacer arte no es una responsabilidad de ningún gobierno; es una
responsabilidad del artista.
Carlos Fong
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