Por Carlos Fong
El
doctor Félix A. Dormoi B. Nació el 16 de diciembre del año 1924 y murió el 18
septiembre de 2011. Fue un hombre ejemplar.
Sensible a los problemas de la nación panameña luchó por la democracia y
los derechos humanos. Hijo de Clemente Dormoi y Nicolasa Barrios. Su padre,
procedente Martinica, pero de origen francés, llegó a Panamá buscando trabajo; vendía
pescado en el Mercado Público. Su madre era panameña y trabajaba en casa de familia y planchaba
ropa. Tuvieron 10 hijos, entre los cuales estaba Félix.
Félix
estudió con constancia en medio de muchas necesidades económicas. Aún así,
egresado del Instituto Nacional, “que en aquel tiempo era como una mini
universidad” recordaba, obtuvo el
título de Bachiller en Ciencias. Logró una beca para estudiar en USA y obtuvo
dos maestrías en importantes universidades norteamericanas. Al regresar a
Panamá trabajó como Director de la Sección de Educación Sanitaria del
Departamento de Salud Pública de Panamá, lo que más tarde, en 1969, sería el
Ministerio de Salud. Luego siguió estudiando y obtuvo el título de doctor en
Medicina.
¿Por
qué quiero hablar del doctor Félix Dormoi? Porque la actual contienda política,
que felizmente termina mañana, me lo ha traído a la memoria. Tengo el honor de
haber conocido al doctor Félix Dormoi en persona. Lo visité muchas veces en su
casa y sus vivencias de ciudadano me las traspasó como se las inculcó a sus
hijos. Conocí también a su esposa, Kerima McKay de Dormoi, quien también me
habló de cómo educaron a sus hijos. La forma en que esta pareja confrontó las
contrariedades de la vida y la política criolla y partidista, es un ejemplo de
verdadera ciudadanía.
El
doctor Félix dejó un libro: “Vivencias de un ciudadano”. Lo releo
hoy y encuentro una conexión con el presente. El doctor decía, refiriéndose a
la lucha contra los poderes: “El país de
hoy no se diferencia al del pasado. Relativamente no hay mucha diferencia, sólo
han cambiado los personajes detrás de una gran palabra: “Democracia”. Hay
conocimiento, lo que no hay es aplicación de ese conocimiento; no se está
preparando para vivir a plenitud con honestidad. Yo no estoy satisfecho, como
no lo está el resto de los panameños”. Pensaba que había una diferencia:
antes había menos descaro, ahora impera la falta de pudor. El conocimiento es
una herramienta que no estamos usando.
Don
Felix decía: “Si míranos hacia nuestra
historia, cualquiera que sea, política, social, cultural y económica; veremos
que se sigue incurriendo en los mismos errores sin reparo. Hubo en la historia
varios episodios de inconformidad; hay que mencionar que los conflictos que
vivieron nuestros próceres se están
repitiendo. Son los tiempos de épocas pasadas”.
Nada ha cambiado. La realidad compleja sigue con la misma problemática y me
pregunto si habrá algo que podamos hacer.
Por
eso me identifico con estas palabras de don Félix que para mí son vitales hoy: “Yo siento que aún hay tiempo. Ya basta de la politiquería. Es menester que
para el futuro enseñemos a nuestros jóvenes la parte cívica que es la base de
todo buen ciudadano; que los colegios
contribuyan en esta educación preparando, eficazmente, en lo académico y lo
cívico; forjando de ellos profesionales con criterio formado; que sean críticos
contractivos capaces y atrevidos; que luchen con coraje para defender la
integridad de nuestra nación. Que la fuerza política cívica no sea más
marginada. Mi deseo radica en que renazca una nueva generación, con celo de
tener un mejor país y con los mejores ciudadanos. Tengo esa esperanza”.
Apelo, como don Félix, a la construcción de un ciudadano ético, más que moral.
Leo
estas palabras y siento un gran compromiso para este 4 de mayo. Vivimos en un
país lleno de contradicciones donde la política tiene gran parte de la culpa,
pero donde los ciudadanos también hemos cometidos errores. En torno a esta
reflexión, hace poco una amiga mía, Ela Urriola, profesora de filosofía, me
escribía una misiva: “País de
contradicciones: grandes complejos con piscinas y cientos de comunidades sin
agua; mega obras para los autos y los embotellamientos no cesan; la ciudad se
abre al mundo y los peatones locales se han quedado sin aceras... Y la atención
médica...ni recordemos el drama del diethilene glycol y la impunidad absoluta
frente a lo ocurrido”. Necesito
recordar los 5 jóvenes que murieron quemados y los 5 jóvenes chinos que aún no
descansan en paz y tantas otras cosas. Pero no sólo debemos apuntar con el dedo
al actual gobierno; también de gobiernos pasados hay culpas sin purgar que las
personas no hemos olvidado.
La
impunidad que, según Fernmando Savater, es más preocupante que la corrupción,
es uno de nuestros grandes males. Todos los políticos nos han prometido
básicamente lo mismo. Es como entrar en un bufet y tener la misma comida preparada
de distintas formas. Algunos piensan solucionar el tema de la violencia con más
cárceles y mano dura; otros prometen más empleo y resolver el problema de la
canasta básica; otros mejorar la educación y dar oportunidades a los jóvenes.
En el fondo es el mismo discurso con distintas recetas.
Mientras
tanto, hay algo que no cambia nunca: la realidad panameña: los barrios son vulnerables a la mano del
crimen organizado; barrios poblados de cantinas y sin bibliotecas o centros
culturales; comida realmente cara pese a los esfuerzos de las ferias populares;
inseguridad y transporte donde la piratería y el mal servicio nos frenan el placer
que a medias nos brinda el metro y una educación mediática disfrazada de
reality show donde ni los magisterios ni las autoridades tienen interés por los
estudiantes. Por eso es que nos toca a los ciudadanos tomar un rol histórico.
Mañana
nos toca salir a votar. Hay que hacerlo porque es un deber ciudadano. Todos
escogeremos a un favorito, pero también todos tendremos, en un futuro cercano,
el deber de hacerle cumplir, no sólo sus promesas, sino también de construir
juntos el país soñado. Tanto los políticos como los que no practicamos la
política partidista deberíamos de aspirar a ser mejores ciudadanos. No quiero
parecer un ingenuo: sé que la mayoría de los políticos son un asco y que han
perdido todo norte hacia la moral y la ética, pero también pienso que los hay
que aún pueden ayudar a construir un mejor país.
El
doctor Félix Dormoi tenía una fórmula para ser un buen ciudadano. Quisiera
citarla porque creo que es lo que nos falta para trabajar juntos en sociedad. Metas
básicas del ciudadano: Amor a la salud,
amor al trabajo, amor a la familia, ser un buen ciudadano, fuerza de voluntad.
Para llegar a estas metas sería necesario tener en cuenta ciertas herramientas básicas
del ciudadano: saber pensar, confianza en
sí mismo, disciplina, buena comunicación, adaptarse a situaciones difíciles.
Yo añadiría saber tomar decisiones. Y creo que mañana es un día para ponerla a
prueba. Ejerzamos nuestro derecho con civismo, pero estemos consientes de que
nuestra responsabilidad ciudadana no termina en las urnas mañana.
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