La contienda por las riendas del poder ya inició. Debería de ser el lugar para los debates y las propuestas; no obstante, el escenario político es
desconsolador. Mirada de Nuchu es un espacio para los estudios culturales y
literarios, un espacio para las discusiones sobre temas de identidad cultural.
Partimos de esta aclaración porque no practicamos la política partidista, pero
sí creemos en la política como el lugar de encuentro donde la comunidad discute
sus problemas y toma sus decisiones. Es
por eso que a partir de este momento estaremos publicando una serie de artículos con el propósito de participar en la política desde una mirada del desarrollo cultural. Comenzamos esta serie con un artículo que reflexiona sobre la jerarquización de la cultura en la pirámide de las prioridades de la campaña política.
Por Carlos Fong
Postergar es dejar atrasado en el espacio o en el tiempo algo. Es menospreciar o tener una cosa en menos que otra. Cada 5 años, en el marco de las elecciones, es lo que sucede con el tema de la cultura. En el mejor de los casos, algunos candidatos señalan en su discurso que insertarán el tema cultura como una de sus prioridades en su agenda. Pero al postrarse en el poder, como una pesadilla recurrente, vemos cómo la cultura queda postergada y colocada en el último escalón de la pirámide de las prioridades del país. Parecerá una pregunta ingenua, pero ¿Por qué la cultura siempre se convierte en un acto de postergación?
Postergar es dejar atrasado en el espacio o en el tiempo algo. Es menospreciar o tener una cosa en menos que otra. Cada 5 años, en el marco de las elecciones, es lo que sucede con el tema de la cultura. En el mejor de los casos, algunos candidatos señalan en su discurso que insertarán el tema cultura como una de sus prioridades en su agenda. Pero al postrarse en el poder, como una pesadilla recurrente, vemos cómo la cultura queda postergada y colocada en el último escalón de la pirámide de las prioridades del país. Parecerá una pregunta ingenua, pero ¿Por qué la cultura siempre se convierte en un acto de postergación?
Las dos
respuestas que nunca faltan son: a- Los gobiernos no quieren un pueblo culto
porque no les conviene a sus intereses; b- La cultura no aporta a la economía y
es una mala inversión. Ya sabemos que la segunda es falsa. No tenemos
indicadores del impacto de la cultura en la economía, pero es evidente cómo la
cultura genera grandes ingresos. Está más claro que el agua del Matasnillo, que un país que ve la cultura como denominador para el desarrollo, asegura la
salud del mercado. La cultura, como herramienta del desarrollo y la inclusión
social, es vital para el crecimiento económico. Es más posible que un
empresario mire hacia un país donde la inseguridad no pone en peligro su
negocio.
Esto nos deja
con la primera hipótesis: los gobiernos quieren ciudadanos ignorantes para
poder dominarlos. Podría ser. Pero últimamente he comenzado a dudar de eso. Esta
duda me ha permitido reelaborar una tercera hipótesis: El acto de postergar
busca silenciar el valor social de la cultura. No basta con un analfabetismo
cultural promovido por todos los medios que ve la cultura como un espectáculo de fuegos artificiales.
Eso en realidad ha sido muy fácil, pero está funcionando. El verdadero peligro
está en la cohesión ciudadana. La cultura, como construcción de valores
sociales y espíritu cívico, genera conexiones muy peligrosas para los poderes, en todos los
contextos, ya sean cultos o no.
Si la cultura
son las historias que nos relatan, es decir, el relato que nos impulsa a reunirnos
para escucharnos alrededor del fuego, entonces significa que ese conjunto de
historias le brindan cohesión a la sociedad. Si la cultura es una construcción
que se relata, como ha dicho Canclini, quiere decir que ese relato es la
biografía de la sociedad. Es muy simple: si no conoces tu propia historia, no
estás conectado con el otro. Si no estás conectado con el otro no existe posibilidad de crear proyectos. Al postergar el compromiso social de la cultura se
está simplificando el espíritu cívico de cohesión. Para mí, esta es la razón más
poderosa por la que los gobiernos postergan la cultura.
Nuestra Nación
está siendo fuertemente afectada por una nueva concepción de lo que es la
cultura y su misión. Esta concepción no tiene conexiones con la memoria, los
valores, la educación, el civismo, el pensamiento, la crítica, la creatividad; mucho
menos con la democracia, la ética y la política. Cada vez estamos más indefensos frente a
esa noción estrecha de cultura sin un plan de desarrollo cultural de parte del Estado. Por el contrario, lo que se ha hecho es postergar cada vez más la cultura y
sacarla de la agenda oficial. No es suficiente que la Constitución subraye que
la Cultura es un derecho; hay que asumir ese derecho. Cada uno de nosotros,
como sujetos de derecho organizados, puede y debe exigirle al gobierno políticas culturales que devuelvan el
valor social de la cultura. No hay otro camino.
2 comentarios:
Tal vez el problema no sea necesariamente la relación estado-cultura, sino simplemente que la cultura, sus manifestaciones, estudio y desarrollo no son parte importante de las preocupaciones del panameño porque no son moneda de consumo, siendo este el tipo de sociedad que -pienso- más exactamente nos representa.
Es ese entonces el tipo de gobierno que elegimos, el que genera más expectativas de empleo y bienestar económico para continuar el ciclo, sin que importe lo cultural porque no parece incidir sobre nuestro bolsillo, aquello que realmente nos importa.
Para nuestros gobiernos, la cultura es un adorno a lucir en eventos de estado y para el ciudadano común es fiesta.
Una vez pasada la ocasión, la regresamos al baúl de la identidad nacional, como la prenda de la abuela: preciosa pero incapaz de evolucionar.
Si la cultura fuera rentable para los detentores del poder, habrían grandes inversiones en ella, como las hay en otros renglones. Así de simple. Los gobiernos son mediáticos y no les importa tres pepinos con aquello que no es rentable para sus bolsillos, pero con el afán de ganar papelitos en las urnas cubren sus pieles de lobo con la lana de la cultura. Es un círculo que se repite cada quinquenio.
Publicar un comentario