martes, 21 de octubre de 2008

Adios, poeta Oviero

El poeta Ramón Oviero dejó de estar con nosotros. Dejamos constancia de que su obra es fundamental para los estudios literarios: no se puede entender el movimiento de vanguardia sin citar a Oviero. Su discurso revolucionario estuvo a la par del discurso de Diana Morán, entre otros. El aporte de su obra es clave en los códigos de la identidad panameña; se nutrió del arte y de toda la cultura en general.

El viernes 17 de agosto de 2007 Mirada de Nucho le había dedicado un homenaje al poeta (puede consultarse en este blog).

Hoy lo reiteramos y nos unimos al dolor de esta perdida.

Adios, poeta.

CF



José lván Romero
(Ramón Oviero)

Nació en la ciudad de Panamá, el 29 de octubre de 1938 y murió el 19 de octubre de 2008.

Con estudios en Filosofía e Historia en la Universidad de Panamá. Fue director de la Editorial Mariano Arosemena del Instituto Nacional de Cultura.

Ha ejercido el periodismo cultural tanto en Panamá como en México; en ese país se activó culturalmente durante una década (1969-1979). A su regreso a Panamá ejerció el periodismo en el diario La Prensa desde su fundación en 1980 hasta 1984. Ha sido consultor de la UNESCO sobre patrimonio cultural de Panamá. Fue editor de la revista Artevisual (1985-87). Premio de poesía en el Concurso Literario Ricardo Miró (1961 y 1977) y becario de la Comunidad Latinoamericana de Escritores (México, 1977).

Libros: Los golpes y las horas (1963); Tres cantos para la paz (1965); Tú en una isla como una brasa ardiendo (1973); Aquí sobre esta tierra (1973); Contrapartida (1975); Las cartas sobre la mesa (1978); Ese tu candado ahogándose de Llaves (1983); Inventariando (1985); Décimas de viajes y otros del caminar (2002). Panamá: su patrimonio cultura (En colaboración con Héctor Rodríguez, 1993); Para sentir la pintura (1994); Hablemos de pintura (Entrevistas a pintores, 2000).


OCTUBRE LLORA.
LA MUERTE DE UN POETA
Por: Moisés Pascual

in memoriam a Ramón Oviero.


Octubre siempre llora.
Llantos de invisibles sombras.

Rompe la quietud del sol el dolor humano,
y estalla en mil pedazos la montaña de la vida,
y sus ríos subterráneos.

La calle es un enjambre de voces escondidas.
Una revolución de palabras con fiebre.
Un maldecir de horas y golpes.

Ahora sé por qué octubre siempre llora.
No es nada que tenga que ver con el cambio climático.
Ni con las lágrimas del ozono.

Octubre siempre llora.
Es un niño llorón. Un viejo malhumorado.
Una anciana con reuma y mal de amor.
Quizás, porque, tal vez, imagino…
Es un asunto de vivir o morir con los puños en alto
y el mundo por abajo, la tierra en el rostro,
los ojos mirando un infinito de raíces y diamantes.

Octubre siempre llora.
Porque en octubre los poetas se mueren.
Porque la tierra se vuelve ceniza.
Una ausencia de sonrisas.

Octubre llora.
Llora porque a la gente le duele el corazón de tanto naufragar,
en la deuda,
en las mismas manos vacías y en los abrazos cerrados,
como lámparas sin luz.


Llora porque siempre duele algo.
Más adentro que en la piel.

Llora.
La boca, de tanto callar.
El cuerpo, de tanto sufrir.
El alma, de tanto soñar:
Países de justicia y canto,
metáforas y vinos tristes.

Ay, los atardeceres en los cementerios de los árboles sin cabeza.
Y un cielo que es una casa de río y nube.
Octubre llora.

Llora. Mejor dicho, lloran.
Los relojes, de tanto esperar.
Octubre llora.
Llora porque siempre ama algo, algo que se va,
por entre los inverosímiles caminos, del aire y sus estrellas de fuego.
Los adioses de la vida y del amor que se atrincheran en las esquinas
del cuerpo
adolorido,
como pájaros de gris exilio y salvajes besos.
Patrias de nunca acabar el cuento.
Ciudades de oro falso y rosas ahogadas bajo el agua.
Muros de extraños odios y lunas lejanas.
Octubre llora.

El no saber si la sangre alcanza para amar al mundo,
con ojos de niño y corazones de mariposas negras,
susurrando en la oscuridad a los que habitan la libertad y el miedo.
Octubre llora.
Poemas de afilada esperanza,
carne abierta y fuego vivo.
Patria saltando alambradas.
Rompiendo cárceles, hornos sin pan.
Pues, en el mundo la gente come tierra, poeta.

Octubre llora.

Mueren obispos, presidentes, embajadores y princesas…
Y octubre no llora.
Gime como puerta de universo viejo.
Y no sé por qué no llora octubre.
Pero no llora.

Pero octubre llora.
Como un niño derrotado,
por una luz en el jardín.
Octubre siempre llora.
Entre llantos de infinitas mujeres dulces como abejas.
Porque en octubre los poetas se mueren.
Porque la tierra se vuelve ceniza.
Mar y cielo.
Plátano, bandera y coco.

Y el cielo se pone rojo más rojo que la sangre de dios,
en verano,
lágrimas de iracundas rosas,
poetas fugitivos,
niñas cautivas.

Octubre llora.
Grita. Muere. Grita. Vive.
No se muera, poeta,
que la vida lo reclama.
Quédese con nosotros.
No se muera, poeta.
Como un Cristo negro que baja de su cruz.
Octubre llora lágrimas de luz y agua.
No se muera, poeta.
Quédese entre nosotros, entre fusiles y palabras.
Que octubre ya no quiere llorar más tanta vida rota.
Si no alcanza la vida para tanto morir y amar.


21 de octubre 2008.
Ramón Oviero, un amigo histórico se ha ido. Nos deja los recuerdos que hemos vivido. Algunos de dolor, otros de alegría. Su voz de poeta sembró la tierra con palabras de amor y rebeldía. Bajo el sol y la lluvia ellas florecerán, para ocupar su lugar en el altar de los poetas de la Patria.

Miguel Montiel Guevara.



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