jueves, 13 de febrero de 2020

El camino necesario de la lectura



Carlos Fong

Tengo un nuevo desafío para mis lectores. Quiero que traten de estar 24 horas sin leer nada. No hagan trampa, porque el reto implica no leer nada, absolutamente nada. Ni un libro, ni un titular de periódico, ni un mensaje de whatsapp, ni el correo, ni un informe, ni siquiera ese memo de recursos humanos que te hace temblar; ni la receta de esa medicina nueva, ni los subtítulos de esa serie que sigues hoy, ni el calendario que tienes en el baño, ni las señales de tránsito, ni el letrero que te permite saber si debes tirar o halar de la puerta; ni siquiera la factura que te dio el tipo de la gasolinera, ni el horario de trabajo. Nada. Se trata de un día sin leer.

Estoy seguro de que acaban de pensar que perderán este desafío. Para cualquiera persona que tenga el privilegio de conocer el alfabeto y que sea capaz de decodificar el lenguaje escrito, no puede estar un día sin leer algo, por muy pobre y simple que sea su vida. Leer es una práctica sociocultural por su multiplicidad de dimensiones en que los sujetos la entienden y la desarrollan desde sus propios espacios y situaciones sociales. La lectura debe ser entendida desde las maneras reales en las que la gente la asume y la entiende y la desarrolla en la vida cotidiana.


Solo la noción de lectura está en la vida de muchas formas: se leen las constelaciones, las imágenes, el clima, los planos, las señales del tránsito, el terreno, las cartas, los mensajes de la publicidad, la mano, el iris del ojo, los instrumentos de navegación, las huellas en el tiempo, se leen los sueños, las notas musicales, se leen las corrientes marinas, se lee el pasado y la memoria. Por eso Alberto Manguel, en su hermoso libro Una historia de la lectura, compara el poder del lector con el tamaño del universo.

Leer, como decía Jorge Luis Borges, es una forma de felicidad, pero también es una necesidad. Sin embargo, la brecha de la desigualdad en nuestros países se agranda cada día y son miles los niños fuera de la escuela primaria, otros miles no la terminarán y otros miles se saldrán antes de llegar a secundaria. Algunos milagrosamente aprenderán a leer, pero serán analfabetas funcionales para el resto de sus vidas.

La responsabilidad de que todos tengan derecho a la lectura no es solo del Estado. Es cierto que son las instituciones de educación las que tienen el deber de alfabetizar; la adquisición de la lengua escrita es la función de la escuela. Sin embargo, y en esto estoy totalmente convencido por la experiencia trabajando en procesos culturales, la lectura debe ser un instrumento de gestión cultural dentro de todas las instituciones, desde lo privado y lo público. Esta articulación es indispensable para poder hablar de democracia cultural.

La lectura debería estar presente como una herramienta de construcción de la democracia y la ciudadanía en todos los sectores, no solo en las escuelas o en la biblioteca. Estas son instituciones culturales donde la lectura encuentra un significado especial casi poético; pero los espacios de la lectura están en las tensiones de la vida cotidiana. Desde una sala de espera en un centro de salud hasta la estación del metro. En los espacios y tiempos de espera que nos ofrece la vida.

Daniel Cassany dice en un importante estudio “que la lectura crítica contribuye a formar ciudadanos más respetuosos, autónomos y dialogantes para una democracia más madura y justa”. Es por eso que la lectura sirve para la inclusión social y el fomento de la diversidad, el sentido de pertenencia, la valoración de las ideas éticas del cuidado; para reconstruir tejidos heridos, es decir, para la cohesión social; para mejorar el capital social y el entorno, para favorecer la formación, la investigación y el derecho a la información; en resumidas palabras: para la construcción de ciudadanía.

Uno de los desafíos de la gestión cultural en el marco de las políticas culturales es crear los flujos articulados que permitan que la lectura sea visualizada como un derecho y eje transversal que cruza los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Nos conforta saber que en la reciente Ley de Cultura, que actualmente se discute en varios foros ciudadanos, se incluye a la lectura, el libro y las bibliotecas. Hay un camino aún que recorrer; lo importante es empezar a caminar.

La Prensa, 08 feb 2020 - 12:00 AM

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