Por Carlos Fong
“Mejor que tener una buena casa es tener una
buena ciudad”. Con esta cita empezó Tulio Hernández, especialista
venezolano en temas de cultura, el taller: La Gestión Cultural del Municipio y la
Ciudad, el pasado 21 y 22 de agosto. El taller fue convocado por el Municipio de Panamá con el apoyo del INAC. Me parece que el aforismo no era
de Tulio, pero no recuerdo la referencia de la cita. Sin embargo, sirvió para
abrir el marco de muchas reflexiones que creo valen la pena para que repensemos
la importancia de la cultura y su relación con la ciudad para asegurar la convivencia
en ella.
El taller abordó
un interesante contenido que iba desde el “nuevo lugar” de la cultura, la
ciudad como actor político, la comprensión cultural de la ciudad: la ciudad
desde la literatura, la semiótica, los imaginarios, el consumo cultural y el
pensamiento social; las políticas culturales en el escenario urbano y
municipal: memoria, pertenencia, cohesión social, creatividad artística y
espacio público; las diversas modalidades de intervención: la recuperación de
centros históricos, los grandes eventos como pretexto, los planes estratégicos
y los planes de desarrollo cultural, el marketing cultural, los centros de arte
como revitalizadores del tejido urbano y la reconquista del espacio público.
Uno de los
temas discutidos fue la noción de convivencia: si no se cumplen las normas no
hay convivencia. Se dijo que las ciudades también tienen patologías igual que
las personas. Somos de los que manejamos la tesis que Panamá es una ciudad
enferma y me temo que la enfermedad se está corriendo por todo el cuerpo: el
país. Esta enfermedad hay que atenderla con un tratamiento que se llama: “Construcción
ciudadana”. Hay que cambiar la ciudad, pero también hay que cambiar a la gente,
se concluyó. De habitantes a ciudadanos; un ciudadano es sujeto de derecho,
pero también tiene deberes y responsabilidades.
Debemos reconocer
que somos un país enfermo. Con muchas patologías que, incluso, nos están
llevando a tomar malas decisiones, como “la mano dura” como solución única para
la violencia. La enfermedad está en todos los sectores. El vacío de convivencia
sana no sólo existe en áreas vulnerables, el barrio o el ghetto; en las
empresas miran al trabajador como un gasto y no como sujeto esencial de la
producción; en las instituciones públicas los funcionarios son subalternos
condenados al atraso donde las palabras emprendimiento y creatividad no tienen
sentido; los medios de comunicación tienen más espacio para el horóscopo, la
farándula, los hechiceros, la violencia y la chabacanería que para programas
que hagan docencia en ciudadanía. Todo esto configura una ciudad y un país
hostil donde las normas y la convivencia friccionan creando escisión y no
cohesión social.
Una ciudad
pensada desde el desarrollo cultural podría ayudar a tomar decisiones políticas
que construyan un escenario propicio para la convivencia. Estamos hablando de
la cultura como herramienta de cambio, algo que ya es un estribillo en nuestro
discurso. Se trata de edificar una estrategia desde la cultura que articule las
distintas competencias culturales. Los resultados de un plan estratégico no se
verán a corto plazo, porque cambiar el chip de los habitantes para que se
conviertan en ciudadanos tomará tiempo.
Ya empiezan a cuestionar a las autoridades del nuevo gobierno porque, dicen, va muy lento. No estoy de acuerdo del todo. La gente quiere cambios, quiere mejoras, pero no se reflexiona en que Panamá es un país enfermo donde todo el mundo hace lo que le viene en gana. Este escenario no favorece las normas de convivencia. El gobierno puede actuar de manera rápida atendiendo temas puntuales, pero si las personas no se esfuerzan ni siquiera para cuidar una parada de bus o dejar de tirar basura, es como arrojar perlas a los cerdos (perdón por la imagen). Para ser ciudadano, hay que asumir responsabilidades y participar del cambio.
Al gobierno le aconsejamos que urge construir esta estrategia cuanto
antes y sumar al sector cultura. Vemos, por ejemplo, cuando se toca el tema de
resocialización de los jóvenes infractores, que se llama al MIDES y a la Policía Nacional, pero al sector
cultura no se le consulta. Mientras la cultura no sea pensada como herramienta
de cambio social estaremos arando en el mar. Los programas culturales de
construcción ciudadana son vitales para una ciudad y un país de convivencia.
Tomará su tiempo, pero se verán los resultados con los años; ahora lo
importante es actuar. Para mañana será tarde.
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