Faltando solo días para el Día Mundial de la Poesía , cuyo lema este año en nuestro país es La poesía por la paz y un mundo más humano, el Director General del INAC, Anel Omar Rodríguez es asesinado cumpliendo una misión oficial. Su muerte es, para nosotros, simbólica. Los coordinadores del evento estábamos pensando en asignarle una lectura de poemas al señor Anel en la Academia de Policía o en la Lotería Nacional , donde, según el cronograma, se harán lecturas de poemas por la paz y contra la violencia el próximo 20 de marzo, en vísperas del Día de la Poesía.
Sentimos, a raíz de esta pérdida humana en el sector cultura, que con más razón y fuerza debe celebrarse esta actividad donde la poesía se toma las calles; donde las palabras de esperanza se cambian por las balas y la voz de los poetas llora por la sangre derramada de gente buena y decente como lo fue el señor Anel Rodríguez. La primera vez que se hizo este evento el lema fue: La poesía contra la violencia.
La percepción general es que la violencia se está apropiando del este país. Sin embargo, a pesar de que no podemos negar que existe un nivel de inseguridad, son muchas las cosas buenas que se hacen día a día desde la cultura y muchas de esas se ejecutan desde el Instituto Nacional de Cultura, cuya gestión estaba liderada por Anel Rodríguez que creía que la cultura podía mejorar la calidad de vida de las personas.
La postura del Director del INAC era que el arte y los valores de la cultura debían llevarse a la gente. Esta concepción de la democratización de la cultura lo hizo llevar a la Orquesta Sinfónica Nacional y al Ballet Nacional, dos grandes instituciones del arte en Panamá, que casi nunca salían del Teatro Nacional, a comunidades del interior del país.
Su muerte es simbólica: este país está reclamando por un proyecto de nación donde la cultura sea un arma contra la violencia. A nuestro jefe no lo mataron ni siquiera las balas del invasor yanki en tiempo de la invasión, para que una bala de un delincuente se lo llevará ahora de una manera indigna. El Presidente, los Diputados, los Ministros, los líderes civiles, los empresarios, los candidatos a puestos de elección; deben entender, de una vez por todas, que el sector cultura puede contribuir a resolver los problemas sociales de este país. Pero quién le pone el cascabel al gato. Y si un hombre bueno que creía en esto es matado sin misericordia, no es posible que esa muerte no nos diga nada.
El país está requiriendo con urgencia que el Estado asuma una responsabilidad social real. Hay que poner fin a la inseguridad y esto sólo tiene dos soluciones, desde nuestra visión: por un lado la aplicación de mano dura contra el narcotráfico y asesinos, donde la impunidad termine para siempre; y por otro lado, la necesidad de una inversión social de prevención contra la violencia que se de desde la cultura y todas las instituciones que tengan que ver con el tema.
¿Qué se puede hacer frente al tema de la inseguridad y la violencia?, ¿habrá una esperanza para este cáncer? Creemos que sí. Pero el trabajo que hay que hacer es muy grande y se requiere de funcionarios decentes que crean en lo que están haciendo; que no se dejen vencer y que sepan resistir las adversidades de una realidad cruel y dura. Los proyectos culturales necesitan del apoyo del Gobierno, así mismo como se apoya al carnaval con millones de dólares que terminarán en los bolsillos de los que venden aguardiente y drogas.
Por eso hablamos de un Proyecto de Nación que incluya a la cultura y la educación en la agenda del Estado, porque la cultura no es un mero espectáculo para entretener y nada más. La cultura es un medio para resistir y resolver problemas; un arma contra la violencia. Por eso murió el señor Anel Rodríguez, por eso el INAC, Aguadulce y el país están de luto.
La primera vez que escuché al director del INAC hablar en público (era un excelente orador) fue con motivo de un aniversario de la Invasión del ejército norteamericano a nuestro país en 1989. Me sentí muy bien con sus palabras y me sorprendió que un funcionario hablara con tanta convicción e ideales de patria y democracia desde la cultura. De inmediato sentí que algunas cosas iban a mejorar en el INAC, y así fue. Sabemos que pudo hacer más, pero hay hombres que saben dejar huellas; nosotros sólo tenemos que saber seguir el camino. Descanse en paz, Jefe.
C.F.
Aguadulce 11 de septiembre de 1962 10 de marzo de 2009 (Q.E.P.D.)
Nació en 1962 en Aguadulce, Provincia de Coclé, Republica de Panamá.
Anel Omar Rodríguez Barrera, realizó el bachillerato en el extinto Instituto Militar Tomás Herrera (Panamá). Inicio los estudios universitarios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá, pero posteriormente obtuvo la Licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (ULACYT, Panamá). Realizó estudios de Pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Panamá).
Miembro activo del Partido Revolucionario Democrático – PRD. Fue subsecretario general de Frente de la Juventud del PRD, Viceministro de Trabajo, Embajador de Panamá en Cuba y Director General del Instituto Nacional de Cultura (INAC). Mantuvo una activa y comprometida participación en la vida pública, política, social, profesional y diplomática de Panamá.
Al asumir el cargo como Director General del Instituto Nacional de Cultura de Panamá (INAC), durante la administración del presidente Martín Torrijos Espino (2004-2009), su lema enarbolado fue "Cultura para la Democracia", recalcando su interés por hacer llevar adelante a la máxima casa de cultura del país. Anel Omar Rodríguez Barrera destacó que de joven, soñó una vez con dirigir el INAC cuando era estudiante de la Escuela de Artes Plásticas. "Ahora, mi sueño es un deber que voy a cumplir a cabalidad”.
Enfatizó de manera categórica que su gran pasión es la pintura: “en mi trayecto creativo pinté muchos paisajes, bodegones, retratos. Después hice pintura abstracta, en los noventa del pasado siglo; obras que podríamos enmarcar como expresionismo abstracto. Posteriormente, e inspirado en ‘El Mar de los Sargazos’, un bellísimo poema del gran escritor y poeta panameño Manuel Orestes Nieto, comencé a pintar una serie que he denominado ‘Habitantes de Sargonia’ ubicada en lo abstracto figurativo”.
Anel Omar Rodríguez Barrera muere trágicamente en marzo de 2009, cuando realizaba una misión oficial cerca de la Lotería Nacional de Beneficencia, siendo víctima de un cruce de disparos de un grupo de delincuentes que intentar perpetrar un asalto a esta institución publica.
Algunas palabras dedicadas a Anel Omar Rodríguez Barrera.
"Sin cultura no hay desarrollo ni democracia."
—Anel Omar Rodríguez
Ha sido asesinado el director del Instituto Nacional de Cultura de Panamá, Anel Omar Rodríguez Barrera. En medio de uno de los hechos de esa violencia absurda que cada vez se da más en nuestra ciudad, en medio de un tiroteo entre policías y delincuentes equipados con armas de guerra que intentaban un asalto frente al edificio principal de la Lotería Nacional de Beneficencia, ha muerto el máximo representante del gobierno ante las fuerzas que dan vida a la Cultura Panameña.
Pasadas las ocho de la mañana Anel Omar Rodríguez se dirigía caminando al Hotel Lisboa ubicado a pocos metros del lugar donde sucedió la tragedia, a despedir al director cubano de teatro Raúl Martín y a su equipo, encargados de montar el 7 y 8 de marzo pasado la obra Babilonia Way of Life de la panameña Alondra Badano, cuando se desató la balacera. Cinco personas trataron de asaltar un camión blindado con valores y dinero de la Lotería Nacional de Beneficencia, utilizando globos y otros regalos para confundir a los agentes de seguridad del edificio, mientras dos de ellos disparaban por la espalda a los guardias privados que custodiaban el vehículo, lo que dio inicio al fuego cruzado en el que perdió la vida el Director del Inac y el agente privado Samuel Monroy.
Paradójicamente, el próximo 20 de marzo, Anel Omar Rodríguez iba a leer poesía en esa misma entrada del Edificio de la Lotería Nacional donde hoy se ha dado este fatal hecho de violencia, como parte de los eventos en conmemoración del Día Internacional de la Poesía. Evento que esperamos que se realice con más fuerza que nunca, con más participación de la ciudadanía y sobretodo del gobierno al que el Director del Inac representaba.
Como ciudadano preocupado, como hombre de letras y representando a los miembros de la Asociación de Escritores de Panamá, repudio enérgicamente este hecho de violencia atroz en el que ha perdido la vida Anel Omar Rodríguez Barrera, pérdida terrible que todos lamentamos y en la que acompañamos en su dolor a la familia Rodríguez.
Y con fuerza, rechazamos esa violencia que está creciendo y seguirá cobrando fuerza en Panamá sino se trabaja más, no sólo en combatirla, sino en prevenirla. Algo que debemos hacer, precisamente, utilizando de manera positiva las diversas manifestaciones de la cultura. Y hacerlo ya, sin esperar a que ocurran más asesinatos de gente valiosa para Panamá.
José Luis RODRÍGUEZ PITTÍ
Como escritor y hombre de teatro me uno al repudio contra la violencia y el vandalismo que está asaltando al país, y lamento la trágica pérdida del amigo, y gran gestor en pro de la cultura del país, el artista Anel Omar Rodríguez. En muy pocos meses llamó mi atención por avanzar conquistas y proyectos que hacía lustros no habían sido ni siquiera considerados, devolviendo un poco de dignidad al profesionalismo de varios sectores del arte.
El último més en particular estuve integrando el grupo de producción de la obra Babilonia Way of life, de Badano, y en sucesivas ocasiones le vimos apersonarse al lugar de ensayo, muy a pesar de su pretada agenda, y para todos nosotros fue valioso ese interes que demostró ante nosotros. "Mi meta es devolver algo de dignidad al sector teatro, con quién la institución está en mora".
Precisamente iba a despedir a los directores cubanos quienes se hospedaban frente a la Lotería , como muestra del cumplimiento más allá de su deber, y la violencia absurdamente le quitó la vida. Estamos seguros que tu visión y tesón inspirarán a otros. Hasta pronto Anel.
Alex MARISCAL
Es muy lamentable, que personas inocentes mueran por el alto índice de violencia que está azotando nuestro país. La muerte del Director del Instituto Nacional de Cultura, Omar Anel Rodríguez Barrera, no sólo ha dejado consternado a sus familiares y altos funcionarios de Gobierno, quienes compartían no sólo ideales políticos, sino, uno de los retos más grande, concluir en el poco tiempo las metas establecidas por el Gobierno Nacional.
Tuve la oportunidad de conocerle, por nuestra participación en el proyecto BABILONIA WAY OF LIFE", la cual para nosotros fue un honor participar, y tengo que agregar que uno de los más entusiasmados del logro de llevar a cabo su montaje, era él. Estaba muy contento y siempre mantuvo muy en alto la gestión gubernamental y su preocupación por lograr una dinámica que garantizara la relevancia e importancia que merecía cada una de las facetas culturales de nuestro país: la música, la danza, el teatro, el arte, entre otras.
Es irónico que el Director del INAC, nunca le manifestó a los cubanos ese temor por la inseguridad, muy por el contrario siempre los tranquilizo, y mantuvo la buena imagen de nuestro país, y prueba de ello, es que los cubanos siempre estuvieron muy tranquilos por nuestra ciudad, sin embargo es precisamente, en el momento que se disponía a despedirlos que ocurre este hecho tan triste. En horas de la mañana, que menos se podría sospechar de un acto tan violento; pero es que ya no hay hora, día o sector, más peligroso que otro.
Por nuestra parte puedo decir que el poco tiempo que lo tratamos, fue todo un caballero, respetuoso, dinámico y sobre todo: fue un hombre de palabra.
Me uno al sentir de sus familiares y amigos, y en nombre del elenco y el mío propio manifestamos nuestras más sinceras condolencias.
Syddia OSPINA
Asistentete General
"BABILONIA WAY OF LIFE"
Anel Omar, hasta la victoria, SIEMPRE. No nos dejas otra ruta que seguirte, que seguirte los pasos de la fe, del camino valiente que temprano se enfrenta a su propia despedida, pero deja su savia en la tierra para que nazcan caminos y salidas, para que crezcan soldados del afecto. Anel Omar Rodríguez, hasta la victoria….SIEMPRE.
ANEL OMAR RODRÍGUEZ: MÁRTIR DE LA CULTURA PANAMEÑA
La muerte de Anel Omar Rodríguez me encontró esbozando la Propuesta para una política nacional de cultura, el miércoles 10 de esta semana, once días antes de celebrarse el Día Internacional de la Poesía.
Y quizás por esas extrañas coincidencias de la vida en que meditaba precisamente en el modelaje de la organización del Premio Nacional de Literatura de Panamá, la muerte del funcionario canalero me ha dolido con más intensidad.
Conocí a Anel Omar Rodríguez, Director del Instituto Nacional de Cultura, de Panamá, en octubre del año recién pasado con motivo de la Semana “Ricardo Miró” con que se rinde homenaje a las y los escritores panameños.
Aquella fue una jornada intensa y literariamente nutritiva que compartí -entre otras personas- con el poeta Otoniel Guevara. Él en su carácter de Jurado en el Certamen de Novela, y quien firma esta nota en carácter de Jurado en el Certamen de Cuento.
Anel Omar demostró especial talante para conformar un equipo humano que inspiraba sueños y esperanzas para la cultura panameña. Logró imprimirle, además, una mística de trabajo excepcional que nosotros, los jurados no panameños, pudimos conocer y reconocer. Aquella gente liderada por Anel Omar derramó atenciones para hacernos sentir en casa. Y lo logró con facilidad.
En su gestión oficial le correspondió remozar el edificio del Teatro Nacional de Panamá con motivo de la conmemoración del Centésimo Aniversario de su fundación. Además promovió el mejoramiento de la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional, así como la reactivación de galerías, museos y varias salas de exhibición a lo largo del país.
Mérito especial fue hacer llegar a Panamá grupos artísticos que jamás habían pisado suelo canalero.
Mérito especial fue hacer llegar a Panamá grupos artísticos que jamás habían pisado suelo canalero.
Lucy Cristina Chau, Premio Nacional de Poesía 2008, de Panamá, al reaccionar ante la muerte de Anel Omar afirmó que “la obra más importante se conocerá más adelante, ya que justo en estos momentos su despacho trabajaba en una propuesta para la creación de la Ley de Cultura con el asesoramiento de varios expertos nacionales e internacionales”.
Al momento de su deceso Anel Omar se disponía a despedir al maestro cubano Raúl Martín, director del Grupo de Teatro que había puesto en escena la obra Babilonia Way of life de la autora panameña Alondra Badano.
Informes originados en la capital canalera consignan que Anel Omar murió en el fuego cruzado entre los asaltantes de un camión blindado de transporte de valores y agentes de seguridad de la Lotería Nacional de Panamá.
En otras palabras -desechando la pretensión de sonar irreverente- Anel Omar Rodríguez murió con las botas puestas, seguramente como le hubiera gustado morir. Por ese fenómeno paradójicamente aterrador y simbólico, su muerte lo convierte en un mártir de la cultura panameña.
Antes de ser nombrado en el 2007 como Director del INAC por el Presidente Torrijos, Anel había desempañado el cargo de Embajador de Panamá en Cuba. Allá armó lazos profesionales y de hermandad con una serie de artistas que luego le ayudaron a potenciar el INAC y la cultura canalera.
Anel Omar Rodríguez deja un vacío en su país, en Centro América, y en quienes lo conocimos. Por eso dejo mi hombro para aliviar el dolor de Panamá y para quienes lo conocieron, y suelto la ternura de mis brazos para quienes sufren y lloran su marcha inesperada.
Lamento mucho que mi dolor, mi repudio, mis hombros y mis brazos no sean suficientes para terminar con esta violencia innecesaria que se lleva a un hombre sensible y luchador.
REALIDAD Y FICCION
Estuve durante un mes codo a codo con Anel Omar en el montaje de la obra Babilonia Way of life. Para un ser como Anel no había dificultades y todo salió como fue imaginado, cuando su obligación moral con el Teatro le obligaba a un mandato institucional que no se había cumplido. Anel cumplió y triunfó. Éxito y felicidad estuvieron en sus últimos días. Y paradójicamente, su muerte.
Decimos que la realidad supera a la ficción y- por azares que el destino le guarda enmascarado a los buenos- Anel Omar cae en una balacera infame que es la manera impactante como termina el final de mi obra de teatro.
Cuando a pocas horas de su muerte los políticos intentan salvar en los medios de comunicación sus cuotas electoreras, solo puedo decir que hombres como Anel Omar Rodríguez Barrera son los que hacen la diferencia.
Y que los escritores solo tenemos la palabra: inútil ante las balas, imperecedera en la memoria de los hombres.
Vaya mi dolor para recordarte junto a los poetas, los músicos y bailarines, los pintores y todos los artistas en los que tanto creíste y en las palabras de José Martí.
No me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor
¡Yo soy bueno, y como bueno
Moriré de cara al sol!
Alondra Badano
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ANEL, IN MEMORIAM
Jacinta Escudos
Un fuego cruzado entre un grupo de cinco asaltantes y la seguridad de un carro blindado de la Lotería Nacional de Beneficencia de Panamá, sorprendió a Anel Omar Rodríguez, de 45 años, en el preciso momento en que bajaba de su automóvil.
Los asaltantes habían intentado robar dos bolsas con 70 mil dólares que estaban siendo transportadas a las 8 y media de la mañana del martes 10 de marzo de este año, a la sede de la Lotería. Los maleantes llevaban en sus manos algunos regalos dentro de los cuales habían ocultado sus armas. Al verse en apuros para huir con el botín, comenzaron a disparar.
A Anel lo alcanzaron tres tiros. Tuvo tiempo para llegar hasta la acera donde cayó encima de una franja de tierra, junto a un árbol. Murió en segundos. Uno de de la seguridad también murió y un asaltante resultó herido. El resto de los asaltantes huyó del lugar, dejando abandonada en otro punto de la ciudad, la lujosa camioneta que habían robado para emprender la acción.
Anel era el director del Instituto Nacional de Cultura de Panamá. Había ido a despedir a unos artistas cubanos que se hospedaban en un hotel cercano. Los cubanos, invitados para ayudar con el montaje de una obra de teatro, regresaban ese día a la isla.
Así era Anel. Trabajador incansable y sin horarios. Alguien que brindaba a los invitados del Instituto una atención personalizada, no como una tediosa obligación protocolaria, sino porque le importaba mantener una relación personal con los artistas, conversar con ellos, escucharlos e intercambiar opiniones, ideas y planes. Entre otras cosas, Anel tenía la idea de conformar una gran red de amigos artistas que pudiéramos colaborar con varios proyectos que tenía para la divulgación del arte y la literatura en Panamá, incluso en las provincias del interior en las que, por lo general, el arte es algo ausente.
Lo conocí el año pasado cuando fui invitada como uno de los jurados internacionales que seleccionamos el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2008. En las oportunidades que conversamos era obvia su pasión por la cultura. Hablaba con efusivo entusiasmo de su trabajo, de las cosas que había hecho, de las que tenía pensadas hacer. Tenía poco más de un año de haber asumido el puesto y era realmente fascinante lo que logró en tan poco tiempo. Impulsó el mejoramiento de las condiciones laborales de la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional, aumentando sustancialmente los salarios de sus miembros. Reactivó varias galerías, museos y salas de exhibición a lo largo del país. Pero su obra más importante para la cultura en Panamá estaba por venir. Trabajaba intensamente en una propuesta para la creación de la Ley de Cultura, con el asesoramiento de varios expertos nacionales e internacionales. Trabajaba a contratiempo, pues quería dejar eso firmado y en vigencia, antes de que el próximo gobierno asumiera el poder.
Su atención y sus relaciones con los diferentes artistas que llegaban a Panamá, eran consideradas por él como una manera de enriquecer su gestión. Nos pidió a los jurados dar algunas sugerencias para mejorar la calidad competitiva del Premio Nacional. Esto lo convenció de la necesidad de organizar talleres literarios. Ni lento ni perezoso, los organizó de inmediato. Algunos de nosotros quedamos invitados para impartirlos. Precisamente su último acto público fue la inauguración del primero de dichos talleres, el día anterior a su muerte, un taller de poesía dirigido por el poeta cubano Roberto Manzano.
Cada vez que lo escuchaba hablar me contagiaba de su entusiasmo. Me deseaba una persona con esa eficacia y esa visión en el cargo correspondiente aquí en El Salvador. Porque Anel era uno de esos funcionarios públicos que utilizaba su cargo no como plataforma política o como un trabajo tedioso más que debe hacerse de 8 a 5 para garantizar un salario o un status social. Concebía su labor como una manera de servir a la sociedad desde logros concretos y tangibles, y no como un asunto burocrático que discurre entre documentos y oficinas. Tampoco se convirtió en un personaje invisible habitante de la estratósfera, de aquellos que ni te dirigen el saludo cuando te encuentran aquí en la tierra.
Conocedor de las necesidades de los artistas y con la lucidez para saber que la cultura es un elemento vital para la conformación de la sociedad (y no un pasatiempo para minorías privilegiadas o un asunto sin importancia del que puede prescindirse), Anel dedicó gran parte de su cortísima gestión a dignificar al artista panameño.
Parte de su labor era el cabildeo con los políticos para lograr algunas metas pero sobre todo, para hacerles conciencia sobre el importante papel que puede tener la cultura en nuestras sociedades.
Hablaba de sus logros con el orgullo de la tarea cumplida, con la conciencia de todo lo que faltaba por hacer y con el entusiasmo de quien está enamorado de su trabajo. Pero lo hacía sin ínfulas ni arrogancia y reconociendo que todo su esfuerzo era, además, el resultado de un equipo de trabajo bien afinado, cuyos miembros marchaban al ritmo de su incansable paso. Porque, en efecto, Anel era incansable.
La última noche que lo vi fue durante la gala de la entrega de los Premios Miró en el Teatro Nacional, ubicado en el casco antiguo de la ciudad. En una amplia terraza se hizo el convivio correspondiente donde comenzaron las despedidas de los que partíamos al día siguiente. Accesible como era, intercambiamos teléfonos y correos electrónicos.
Era noche de luna llena y, como siempre en Panamá, hacía un calor de los mil diablos. La despedida fue larga, de ésas de tres, cuatro, cinco abrazos, como suele hacerse con la gente que nos simpatiza mucho. Estábamos supuestos a vernos en abril, cuando yo tendría que regresar para dar un taller de novela.
A veces uno se despide así de la gente sin saber, sin sospechar, que es para siempre. En abril, Panamá será para mí un lugar agridulce al cual volver.
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Queridos amigos.
Hasta hoy no he podido escribir nada sobre nuestro querido Anel Omar Rodríguez. Ha sido un golpe muy fuerte para todos los que lo conocíamos y todavía, días después del trágico suceso, nos estamos tratando de reponer de la noticia.
Era sobre todo un artista, un poeta y un defensor del arte. Aparcó su talentoso espíritu creativo enfocado en la pintura, para dedicarse a desarrollar proyectos, que acercasen la cultura a los sectores más deprimidos de la población. Pensaba, y sus palabras casi siempre giraban en torno a esa idea, que la miseria de la vida, había que combatirla con la voz de la poesía.
En los días del Ricardo Miró, en 2008, fue el anfitrión perfecto, siempre pendiente de que no nos faltase de nada a ninguno de los miembros del jurado. Se volcó para que nuestra estancia en la ciudad fuese inolvidable y nos dejará, el sabor en la memoria de querer regresar a Panamá.
Cuando estuvo en España, hace un año aproximadamente, se preocupó de conocer un montón de cosas sobre los derechos de los trabajadores de la cultura. Cómo funcionaban los sindicatos de actores, cómo estaban establecidas las entidades que recaudan los derechos de propiedad intelectual de los actores, bailarines... , de qué forma se jubilaban, cuánto cobraban, qué programas sociales eran los que más podían interesarles etc...
Recuerdo la impresión que le causó la visita al antiguo Matadero Municipal, hoy convertido en un Centro de las Artes escénicas, donde artistas, poetas, autores, actores etc.. se dan cita para mostrar sus trabajos. Soñaba con poner en marcha ideas para engrandecer la cultura en Panamá, un país al que amaba profundamente.
Todo lo que veía por Madrid, rápidamente le sugería alguna idea para realizarla en su tierra. Se entusiasmaba pensando en todos los proyectos que podrían realizarse, con tantos artistas que habitan en Panamá.
Estableció contactos con entidades culturales y asociaciones a las que la noticia de su desaparición, ha causado impacto y conmoción.
Fue una persona extraordinaria, y en el poco tiempo que tuvimos para conocerlo, nos contagió, tres cosas que desde mi punto de vista, diferencian a los seres humanos: su espíritu positivo, solidario y creador.
Desde Madrid amigos, lloramos el vacío que nos ha dejado Anel Omar, y transmitimos nuestras condolencias a la familia, al presidente del gobierno, a los compañeros de Instituto de Cultura, INAC, y a todos aquellos que lo querían y lo respetaban.
Un fuerte abrazo.
Amparo Climent
Jacinta Escudos
Un fuego cruzado entre un grupo de cinco asaltantes y la seguridad de un carro blindado de la Lotería Nacional de Beneficencia de Panamá, sorprendió a Anel Omar Rodríguez, de 45 años, en el preciso momento en que bajaba de su automóvil.
Los asaltantes habían intentado robar dos bolsas con 70 mil dólares que estaban siendo transportadas a las 8 y media de la mañana del martes 10 de marzo de este año, a la sede de la Lotería. Los maleantes llevaban en sus manos algunos regalos dentro de los cuales habían ocultado sus armas. Al verse en apuros para huir con el botín, comenzaron a disparar.
A Anel lo alcanzaron tres tiros. Tuvo tiempo para llegar hasta la acera donde cayó encima de una franja de tierra, junto a un árbol. Murió en segundos. Uno de de la seguridad también murió y un asaltante resultó herido. El resto de los asaltantes huyó del lugar, dejando abandonada en otro punto de la ciudad, la lujosa camioneta que habían robado para emprender la acción.
Anel era el director del Instituto Nacional de Cultura de Panamá. Había ido a despedir a unos artistas cubanos que se hospedaban en un hotel cercano. Los cubanos, invitados para ayudar con el montaje de una obra de teatro, regresaban ese día a la isla.
Así era Anel. Trabajador incansable y sin horarios. Alguien que brindaba a los invitados del Instituto una atención personalizada, no como una tediosa obligación protocolaria, sino porque le importaba mantener una relación personal con los artistas, conversar con ellos, escucharlos e intercambiar opiniones, ideas y planes. Entre otras cosas, Anel tenía la idea de conformar una gran red de amigos artistas que pudiéramos colaborar con varios proyectos que tenía para la divulgación del arte y la literatura en Panamá, incluso en las provincias del interior en las que, por lo general, el arte es algo ausente.
Lo conocí el año pasado cuando fui invitada como uno de los jurados internacionales que seleccionamos el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2008. En las oportunidades que conversamos era obvia su pasión por la cultura. Hablaba con efusivo entusiasmo de su trabajo, de las cosas que había hecho, de las que tenía pensadas hacer. Tenía poco más de un año de haber asumido el puesto y era realmente fascinante lo que logró en tan poco tiempo. Impulsó el mejoramiento de las condiciones laborales de la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional, aumentando sustancialmente los salarios de sus miembros. Reactivó varias galerías, museos y salas de exhibición a lo largo del país. Pero su obra más importante para la cultura en Panamá estaba por venir. Trabajaba intensamente en una propuesta para la creación de la Ley de Cultura, con el asesoramiento de varios expertos nacionales e internacionales. Trabajaba a contratiempo, pues quería dejar eso firmado y en vigencia, antes de que el próximo gobierno asumiera el poder.
Su atención y sus relaciones con los diferentes artistas que llegaban a Panamá, eran consideradas por él como una manera de enriquecer su gestión. Nos pidió a los jurados dar algunas sugerencias para mejorar la calidad competitiva del Premio Nacional. Esto lo convenció de la necesidad de organizar talleres literarios. Ni lento ni perezoso, los organizó de inmediato. Algunos de nosotros quedamos invitados para impartirlos. Precisamente su último acto público fue la inauguración del primero de dichos talleres, el día anterior a su muerte, un taller de poesía dirigido por el poeta cubano Roberto Manzano.
Cada vez que lo escuchaba hablar me contagiaba de su entusiasmo. Me deseaba una persona con esa eficacia y esa visión en el cargo correspondiente aquí en El Salvador. Porque Anel era uno de esos funcionarios públicos que utilizaba su cargo no como plataforma política o como un trabajo tedioso más que debe hacerse de 8 a 5 para garantizar un salario o un status social. Concebía su labor como una manera de servir a la sociedad desde logros concretos y tangibles, y no como un asunto burocrático que discurre entre documentos y oficinas. Tampoco se convirtió en un personaje invisible habitante de la estratósfera, de aquellos que ni te dirigen el saludo cuando te encuentran aquí en la tierra.
Conocedor de las necesidades de los artistas y con la lucidez para saber que la cultura es un elemento vital para la conformación de la sociedad (y no un pasatiempo para minorías privilegiadas o un asunto sin importancia del que puede prescindirse), Anel dedicó gran parte de su cortísima gestión a dignificar al artista panameño.
Parte de su labor era el cabildeo con los políticos para lograr algunas metas pero sobre todo, para hacerles conciencia sobre el importante papel que puede tener la cultura en nuestras sociedades.
Hablaba de sus logros con el orgullo de la tarea cumplida, con la conciencia de todo lo que faltaba por hacer y con el entusiasmo de quien está enamorado de su trabajo. Pero lo hacía sin ínfulas ni arrogancia y reconociendo que todo su esfuerzo era, además, el resultado de un equipo de trabajo bien afinado, cuyos miembros marchaban al ritmo de su incansable paso. Porque, en efecto, Anel era incansable.
La última noche que lo vi fue durante la gala de la entrega de los Premios Miró en el Teatro Nacional, ubicado en el casco antiguo de la ciudad. En una amplia terraza se hizo el convivio correspondiente donde comenzaron las despedidas de los que partíamos al día siguiente. Accesible como era, intercambiamos teléfonos y correos electrónicos.
Era noche de luna llena y, como siempre en Panamá, hacía un calor de los mil diablos. La despedida fue larga, de ésas de tres, cuatro, cinco abrazos, como suele hacerse con la gente que nos simpatiza mucho. Estábamos supuestos a vernos en abril, cuando yo tendría que regresar para dar un taller de novela.
A veces uno se despide así de la gente sin saber, sin sospechar, que es para siempre. En abril, Panamá será para mí un lugar agridulce al cual volver.
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Queridos amigos.
Hasta hoy no he podido escribir nada sobre nuestro querido Anel Omar Rodríguez. Ha sido un golpe muy fuerte para todos los que lo conocíamos y todavía, días después del trágico suceso, nos estamos tratando de reponer de la noticia.
Era sobre todo un artista, un poeta y un defensor del arte. Aparcó su talentoso espíritu creativo enfocado en la pintura, para dedicarse a desarrollar proyectos, que acercasen la cultura a los sectores más deprimidos de la población. Pensaba, y sus palabras casi siempre giraban en torno a esa idea, que la miseria de la vida, había que combatirla con la voz de la poesía.
En los días del Ricardo Miró, en 2008, fue el anfitrión perfecto, siempre pendiente de que no nos faltase de nada a ninguno de los miembros del jurado. Se volcó para que nuestra estancia en la ciudad fuese inolvidable y nos dejará, el sabor en la memoria de querer regresar a Panamá.
Cuando estuvo en España, hace un año aproximadamente, se preocupó de conocer un montón de cosas sobre los derechos de los trabajadores de la cultura. Cómo funcionaban los sindicatos de actores, cómo estaban establecidas las entidades que recaudan los derechos de propiedad intelectual de los actores, bailarines... , de qué forma se jubilaban, cuánto cobraban, qué programas sociales eran los que más podían interesarles etc...
Recuerdo la impresión que le causó la visita al antiguo Matadero Municipal, hoy convertido en un Centro de las Artes escénicas, donde artistas, poetas, autores, actores etc.. se dan cita para mostrar sus trabajos. Soñaba con poner en marcha ideas para engrandecer la cultura en Panamá, un país al que amaba profundamente.
Todo lo que veía por Madrid, rápidamente le sugería alguna idea para realizarla en su tierra. Se entusiasmaba pensando en todos los proyectos que podrían realizarse, con tantos artistas que habitan en Panamá.
Estableció contactos con entidades culturales y asociaciones a las que la noticia de su desaparición, ha causado impacto y conmoción.
Fue una persona extraordinaria, y en el poco tiempo que tuvimos para conocerlo, nos contagió, tres cosas que desde mi punto de vista, diferencian a los seres humanos: su espíritu positivo, solidario y creador.
Desde Madrid amigos, lloramos el vacío que nos ha dejado Anel Omar, y transmitimos nuestras condolencias a la familia, al presidente del gobierno, a los compañeros de Instituto de Cultura, INAC, y a todos aquellos que lo querían y lo respetaban.
Un fuerte abrazo.
Amparo Climent
6 comentarios:
Un buen MARTIANO es aquél que, como maestro en su disciplina, abandona el espació físico del aula y se va al campo, a donde el individuo lucha, a donde en su danza de amor se convierte en búsqueda de respuestas individuales y colectivas y ara hombro con hombro con el hombre y con la mujer mientras éstes aran y, en sus ratos de descanso ejerce entonces su docencia. Eso le comprendí a José Martí en su artículo a los maestros. Esa mística le entiendo en el ejemplo a ANEL OMAR. Salgamos a espacir semillas de paz el 20, el 21 y todos los días de nuestra vida, en homenaje perpetuo a quienes adoptaron para sí el ideario martiano.
No lo había tratado nunca antes del día anterior a su muerte. En realidad, esa tarde no lo traté, solo intercambiamos un respetuoso saludo; pero sí lo escuché de cerca al inaugurar un taller de poesía ofrecido por el cubano Roberto Manzano. Estábamos en las entrañas del MARTA y hacía mucho frío. Pero en su rostro había calidez. Me impresionó la honestidad de sus palabras, sus ganas de seguir trabajando: había estado en el puesto de director del INAC durante un año y medio, y había hecho mucho más que los que le antecedieron. Mística de trabajo se llama su legado, su compromiso para que las artes llegasen a todas partes, en este pequeño país, más lejos. Al día siguiente la noticia me impactó, como a todo el país. Un hombre, un artista por la paz fue ultimado por la rabia de las balas de la violencia que no discriminan en el momento de matar. Ojalá todos y todas aprehendamos esta lección.
El violento hecho que llevo al deceso del Director Nacional de Cultura es un sintoma de maximo tono que debe ser observado, no como un hecho aislado, mas bien como la faz oculta que ahora empieza a dar la cara del shock cultural que se aproxima en nuesto querido y pequeño pais y del reducto en que se encuentra nuestra cultura, una cultura ahora de la violencia, del hacer rapido dinero, del no pensar, no crecer, que nos venden los medios de comunicación, de vivir a prisa la vida, un hedonismo multifacetico que no na la cara cuando sus consecuencias derivan en perdidas humanas como esta.
Estilizada quirurgicamente en inflada en protesis esta realidad maquillada nos vende el desparpajo de pasar por la vida sin aportar nada, aunque se haya vivido cosechando lo que construyeron nuestros antecesores. Pero lo mas triste es que hereda destrucción cultural,ambiental y de lo mas profundo de del ser humano toma lo que le queda, la dignidad del individuo.
Sea este doloroso momento para convertir en discusión nacional lo que nos acontece como ciudadanos, ya que no se trata solamente de quien resolvera el problema de la delincuencia o a quien le conviene que se mantenga el caos, que es solo mas fuerte si no lo atacamos y le mostramos indiferencia, de la que hacen gala quienes ostentan el poder.
Exigir planes concensuados ampliamente en una cultura solida generadora de valores que permeen la sociedad sin volverla sumisa e ignorante, y que aboguen por confrontar al individuo hacia su autocrecimiento.
También es una oportunidad para que los artistas, literatos, filosofos, poetas repudien la violencia, por medio de sus obras trayendo al hoy toda esa creatividad que muchas veces desperdiciamos en
superficialidades esteticas y busqueda de autorealizacion, un arte que sirva a nuestra sociedad para encontar sus referentes y construir juntos nuestra verdadera identidad y cultural.
Concuerdo con usted Sr Fong que la desaparición fisica del director del INAC que deberia ser regente y observador, facilitador de las políticas culturales organizativas, artisticas, contraculturales, folkloricas, originarias etc. es sumamente simbólica y opino que lo seria más si dirigiera su exiguo presupuesto y esfuerzos para desalienar el producto aberrante de proyecto cultural que viene destruyendo la unidad de pais lentamente y borrando de nuestras mentes la historia y la cultura reciente llegando a mostrar solo una pequeña de sus multiples fauces.
Una despedida al Sr Anel Omar Rodriguez, y pesame a sus multiples amigos. Aunque no le conocí mas que una sola vez, sus amigos dan fé de su devoción por el arte y la cultura de Panama, erigiendose en epitafio viviente que le perdurará en la memoria colectiva.
La democratización de la cultura acaba con parte de la desigualdal, solo una parte.... Sigamos el ejemplo de Anel Omar Rodriguez.
Una bala perdida termino con la vida de gran trabajador de la cultura de nuestro país, ¿hasta cuando? Se van a dar este tipo hechos en que la sangre es derramada injustamente.
Es conmovedor ver todas esas imágenes el dolor que ocasionadas por este impertinente disparo que tan llenado de tristeza a una familia y de todo un grupo de amigos.
Quedarán aquellos recuerdos que logró este insigne ciudadano como lo fue ser el conductor de las actividades del primer centenario del Teatro Nacional. Así como la huella que dejo el la plástica panameña.
Ahora solo queda seguir trabajando por un Panamá mas culto, tal y cual como el lo decía.
Mis condolencias a sus familiares.
Julio Montes Escala
Periodista
Una bala perdida termino con la vida de gran trabajador de la cultura de nuestro país, ¿hasta cuando? Se van a dar este tipo hechos en que la sangre es derramada injustamente.
Es conmovedor ver todas esas imágenes el dolor que ocasionadas por este impertinente disparo que tan llenado de tristeza a una familia y de todo un grupo de amigos.
Quedarán aquellos recuerdos que logró este insigne ciudadano como lo fue ser el conductor de las actividades del primer centenario del Teatro Nacional. Así como la huella que dejo el la plástica panameña.
Ahora solo queda seguir trabajando por un Panamá mas culto, tal y cual como el lo decía.
Mis condolencias a sus familiares.
Julio Montes Escala
Periodista
Anel, trágicamente mueres en una balacera callejera. Dejas un vacio, porque toda persona que logró tratarte percibia tu alto grado de profesionalismo y mística por las artes. Hubo mucha gente a tu lado que te empañó y trastornaron tu identidad. Pero hay que reconocer que fuiste un líder ignato....
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